La historia latinoamericana y caribeña está signada por la influencia directa de dos potencias hegemónicas mundiales, en primer lugar Inglaterra y en segundo lugar los Estados Unidos, factor que explica que una región con Estados independientes desde la primera mitad del siglo XIX haya sido la última en avanzar en un proyecto de integración que comprendiera a todos sus Estados. La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) congrega, por primera vez, los treinta y tres países latinoamericanos y caribeños en una única entidad, y de forma permanente.
Estamos ante una gran novedad histórica en nuestro continente, pues se trata de un organismo que no cuenta con la presencia de los Estados Unidos y de Canadá, y de este modo rompe claramente con el panamericanismo y afirma el latinoamericanismo. En consecuencia, representa un salto fundamental en la construcción no sólo de la identidad unitaria de la región y de su independencia frente a las potencias del Norte, sino un gran avance en el proceso de concierto regional para la proyección internacional común de esos países y sus pueblos.
Ya hubo avances en el diálogo con otros actores internacionales y organismos regionales al establecer el Diálogo CELAC-Unión Europea, además del Foro CELAC-China y del Mecanismo de Diálogo con la Federación Rusa. También ha comenzado un proceso de aproximación con Corea del Sur, Turquía, Japón y el Consejo de Cooperación del Golfo.
La conformación de la CELAC sólo fue posible como consecuencia de una serie de gobiernos progresistas que se sucedieron en la primera década del siglo XX, ya fueran los de corte nacional-popular, integracionistas y antiimperialistas (Venezuela), o los de la tercera vía, que mantienen los fundamentos macroeconómicos neoliberales, pero los combinan con políticas de renta mínima y políticas externas centristas (Brasil) (Martins, 2013).
Esos países impulsaron los distintos proyectos de integración, y fue al gobierno brasileño de Luiz Inácio Lula da Silva al que le tocó articular la I Cumbre de América Latina y el Caribe sobre Integración y Desarrollo (CALC), en Salvador, Bahía, el 16 y 17 de noviembre de 2008. Se trató de un marco político-diplomático sin precedentes en la historia ya bicentenaria de la región: un foro regional sin la presencia estadounidense o europea (Valencia, 2014). El documento resultante, la Declaración de Salvador, consolida los debates que se centraron en la reafirmación de la aspiración histórica de los pueblos de la región: el desarrollo, la búsqueda de la sustentabilidad, el bienestar y la democracia, en el marco de un orden internacional más justo y pacífico. Estos intereses convergen en un proceso de integración regional, político, económico, social y cultural, objetivo que encabeza la Declaración de Salvador y consta como primer eje del Plan de Acción de Montego Bay, surgido en la secuencia de esta Cumbre en la II Reunión de Ministros de Relaciones Exteriores de América Latina y el Caribe, que tuvo lugar en Jamaica en 2009. En esta reunión se buscó la cooperación entre los mecanismos regionales y subregionales de integración, promoviendo el diálogo y la cooperación entre ellos con el objetivo de profundizar el conocimiento mutuo, identificar posibles sinergias y oportunidades de iniciativas conjuntas, así como evaluar la posibilidad de iniciar un proceso de convergencia en áreas prioritarias.
El 22 y 23 de febrero de 2010, en la Rivera Maya, México, tuvo lugar la II Cumbre de América Latina y el Caribe sobre Integración y Desarrollo (CALC), que coincidió con la XXI Cumbre del Grupo de Río, conformando la Cumbre de Unidad de América Latina y el Caribe con la presencia de veinticinco jefes de Estado y de Gobierno, o sea, casi todos los mandatarios de la región.
Coincidió, asimismo, con el hecho de que México había asumido el compromiso de ser sede de la II CALC, y el presidente mexicano Felipe Calderón terminaba en ese año sus funciones como Secretario Pro Témpore del Grupo de Río (2008-2010) (Zabalgoitia, 2012).
De dicha Cumbre resultaron dos declaraciones: la Declaración de Cancún, un nuevo programa de trabajo consensuado organizado en nueve ejes: cooperación entre los mecanismos regionales y subregionales de integración, asuntos económicos, desarrollo social, migración, desarrollo sustentable, desastres naturales, derechos humanos, asuntos de seguridad, cooperación Sur-Sur, y la Declaración de la Cumbre de la Unidad de América Latina y el Caribe.
Este sintético documento deja establecida la decisión de “constituir la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños como espacio regional propio que reúna a todos los estados latinoamericanos y caribeños”. El documento también reafirma los principios esenciales de defensa de la soberanía, de la igualdad soberana de los Estados, de la democracia, y el respeto de los derechos humanos y el medio ambiente, entre otros, e incorpora los patrimonios del Grupo de Río y de la CALC.
Un hecho a destacar es que Cuba es integrante central del nuevo organismo, a diferencia de lo que ocurrió con la Organización de los Estados Americanos (OEA), que la expulsó en 1962.
Materialización
La construcción de la CELAC se materializó en la III CALC y en la XXII Cumbre del Grupo de Río, que tuvo lugar los días 2 y 3 de diciembre de 2011, en la capital venezolana, y contó con la presencia de mandatarios de los 33 países de la región. En la Declaración de Caracas se elaboró el diseño institucional de la nueva entidad. En esa instancia hubo tres posiciones en disputa: una que pretendía constituir la CELAC como una nueva organización interestatal internacional que sustituyera a la OEA, vista como un instrumento de dominación de los Estados Unidos y Canadá; una posición diametralmente opuesta, que veía a la OEA como necesaria y que consideraba que la CELAC debería ser un mero foro internacional y no una organización; y una tercera, intermedia, que, aunque criticara a la OEA, todavía no veía la posibilidad de superarla, por lo cual propuso que la CELAC fuera más que un foro político, pero que no reemplazara a aquella, aunque en otra coyuntura futura pudiera llegar a hacerlo (Valencia, 2014). La primera postura era defendida por la línea nacional-popular, encabezada por Cuba y Venezuela; la segunda estaba ligada a los gobiernos conservadores más alineados con los Estados Unidos, como México y Colombia; y la última, la victoriosa, es la de la tercera vía, particularmente los países del Cono Sur, encabezada por Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay, entonces gobernado por Fernando Lugo. En la misma Cumbre de Jefes y Jefas de Estado y Gobierno se aprobó también la reunión de Ministras y Ministros de Relaciones Exteriores, la Presidencia Pro Témpore, la Reunión de Coordinadores Nacionales, las Reuniones especializadas y la Troika (que en 2013, por resolución de la I Cumbre de la CELAC, se convirtió en Troika Ampliada).
La Cumbre de Jefes de Estado y Gobierno es la instancia máxima, que define las líneas políticas, la estructura de funcionamiento, y elige al Estado-sede de la próxima reunión, al cual le tocará ejercer la Presidencia Pro Témpore de la CELAC. La reunión de Ministros de Relaciones Exteriores es responsable tanto de la preparación de las Cumbres, como de la materialización de las resoluciones, el acompañamiento del proceso de integración y la coordinación de posicionamientos comunes de los países de la región en foros multilaterales internacionales, entre otras funciones.
La presidencia Pro Témpore es ejercida anualmente y es el órgano de apoyo institucional, técnico y administrativo. Cada país posee un Coordinador Nacional y suplentes que hacen de eslabón con la Presidencia Pro Témpore. Las reuniones de los coordinadores se realizan semestralmente, y preceden a las reuniones de los Ministros de Relaciones Exteriores. Las reuniones especializadas atienden “áreas de interés y otras dedicadas a la promoción de la unidad, integración y cooperación regionales; participarán en las reuniones mencionadas funcionarios de alto nivel con suficiente capacidad de decisión para cumplir los objetivos de la CELAC”. Finalmente, para acompañar a la Presidencia Pro Témpore está la Troika, compuesta no sólo por el Estado que ejerce la presidencia, sino por el que le precedió en la función y por el que lo sucederá; también, a partir de la ampliación de esta Troika, por el Estado que ejerce la Presidencia Pro Témpore de la Comunidad del Caribe (Caricom).
Se acordó que Chile estaría al frente de la CELAC, conformando la primera Troika como primer Presidente Pro Témpore, y que sería sucedido por Cuba y luego por Costa Rica.
Funcionamiento
Un límite fundamental para el funcionamiento de la CELAC es su proceso decisorio, basado en el consenso, lo que dificulta un avance más decisivo en la integración y consolidación; por ejemplo una declaración más incisiva a favor de la independencia de Puerto Rico, como propugnan Cuba, Venezuela, Ecuador y Nicaragua. En efecto, este es un motivo constante y creciente de roce en las Cumbres. Como resultado posible, existe una solución de compromiso con la afirmación constante de las resoluciones de la Declaración de la II Cumbre ya que los miembros de la CELAC reiteran el carácter latinoamericano y caribeño de Puerto Rico, y consideran este tema como de interés para el organismo, tomando nota de las resoluciones del Comité Especial de Descolonización de las Naciones Unidas. Sin embargo, muchos otros posicionamientos importantes fueron aprobándose en cada Cumbre, como los comunicados que exigen el fin del bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos contra Cuba, y los que reafirman el apoyo a las reivindicaciones argentinas sobre las Malvinas y demás islas bajo control del reino Unido, entre otras.
Luego de la Cumbre de Caracas, siguieron la I Cumbre de la CELAC (Santiago de Chile, 2013), la II Cumbre (La Habana, Cuba, 2014) y la III Cumbre (San José, Costa Rica, 2015). En esta última asumió la Presidencia Pro Témpore de la entidad el presidente de Ecuador, Rafael Correa.