La Guerra de las Malvinas se extendió desde el 2 de abril, día en que las Fuerzas Armadas argentinas desembarcaron en las islas, hasta el 14 de junio de 1982, momento en el que tuvo lugar la rendición. Fue una aventura bélica, dirigida por el entonces presidente de la Argentina, Leopoldo Fortunato Galtieri quien, cuando la dictadura comenzó a agonizar, decidió partir para la ofensiva con el fin de intentar permanecer en el poder. De esta manera, en abril de 1982 tomó la decisión de ocupar las islas Malvinas, en poder de los ingleses desde hacía más de cien años.
La reivindicación de la soberanía argentina sobre las Malvinas no era una novedad. Se trataba de un tema muy sentido para el pueblo argentino, con una importante legalidad diplomática a favor de la Argentina ante los organismos internacionales: era un asunto frecuente de discusión, pero al país se le recomendaba que continuara con sus reivindicaciones a través de la vía diplomática, de la misma forma en que lo había hecho siempre. Por lo tanto, existía un sentimiento generalizado, principalmente entre los países latinoamericanos, a favor de la validez de la reivindicación de la soberanía, pero no así de la guerra. Los Estados Unidos y la gran mayoría de los países europeos condenaron la acción argentina y el Reino Unido envió una fuerte escuadra al Atlántico sur para recuperar su posesión.
Las acciones diplomáticas y bélicas se sucedieron de manera vertiginosa. El gobierno de Margaret Thatcher protestó enfurecido y preparó una fuerza naval para recuperar las islas. La administración estadounidense intentó una mediación, pero cuando percibió que no se estaba arribando a un acuerdo pacífico se puso del lado de los ingleses, en una maniobra que le valió a Inglaterra el apoyo logístico y de inteligencia satelital de los Estados Unidos. Los países europeos apoyaron al Reino Unido en su reivindicación y le impusieron a la Argentina un embargo comercial, a modo de sanción. Los países de América Latina y del Tercer Mundo, en general, apoyaban a la Argentina, aunque ese apoyo no redundase en una ayuda logística. Así, en el plano internacional, la guerra creó una situación paradójica: las democracias occidentales, aliadas ideológicas de la dictadura, se convirtieron en enemigos, mientras que los países del Tercer Mundo, a los que el gobierno militar repudiaba por considerarlos cuna del socialismo y el comunismo, se perfilaban como su único respaldo.
Las fuerzas británicas llegaron a las islas y el 1.º de mayo comenzaron los bombardeos. Dos días después, un submarino inglés hundió al crucero General Belgrano, que navegaba lejos de la zona de operaciones. Murieron trescientos soldados. Después de este hecho, la Marina argentina se replegó y dejó la guerra en manos de la Aeronáutica y el Ejército. A fines de mayo, los ingleses desembarcaron en las islas y se produjeron varios enfrentamientos muy violentos. Finalmente, el 14 de junio, la guerra terminó. Las tropas argentinas, lideradas por el general Mario Menéndez, se rindieron incondicionalmente. El saldo de la guerra del lado argentino fue de casi 700 muertos y 1.300 heridos. Pocos días después del final del conflicto, el Ejército destituyó a Galtieri de la presidencia y designó en su lugar al general Reynaldo Benito Bignone, con la misión de liquidar el régimen y preparar el terreno para convocar elecciones. Esa aventura militar, trágica para los argentinos, causó el verdadero fin de la dictadura más sangrienta de su historia.