El nacionalismo adquirió fuerza en América Latina especialmente después de los años 1930, coincidiendo con las reacciones a las consecuencias de la crisis de 1929 y con el impulso industrializador que se produjo a partir de ese momento. En los tres principales países del continente, en los que más se desarrolló la industrialización –Argentina, Brasil y México–, el nacionalismo se hizo especialmente fuerte. El peronismo, el varguismo y el PRI (Partido Revolucionario Institucional) fueron sus expresiones principales, pero en otros países fue también significativo.
En América Latina y el Caribe se caracterizó por su oposición a la dominación externa, como también por el papel del Estado en el incentivo y en la planificación económica, con políticas centradas en la industrialización sustitutiva de importaciones. Promovió o consolidó la hegemonía de los sectores industriales de la burguesía y, con ellos, aseguró derechos laborales por medio del movimiento sindical, beneficiando también a las clases medias urbanas.
Una variante directamente militar del movimiento nacionalista latinoamericano tuvo en Perú, con el gobierno del general Juan Velasco Alvarado (1968-1975), su principal expresión, aunque también hubo experiencias breves en Ecuador y en Honduras, rápidamente superadas. En Perú, después del derrocamiento del régimen liberal, se nacionalizaron varias empresas privadas, tuvo lugar una profunda reforma agraria y fueron reconocidos importantes derechos indígenas. Hasta que otro militar reemplazó a Velasco Alvarado y finalmente se produjo el retorno a los gobiernos democrático-liberales.
Los movimientos nacionalistas tuvieron su auge entre las décadas de 1930 y 1960, agotando su capacidad de transformación al ritmo en que se debilitaba el modelo de industrialización sustitutiva de importaciones, por la internacionalización de las economías del continente, así como también por la sustitución de Estados democráticos liberales por dictaduras militares –en el caso de los países del Cono Sur–.
Como resultado de la hegemonía neoliberal, los principales movimientos nacionalistas terminaron sumándose a ese modelo. El PRI mexicano y el peronismo argentino fueron las fuerzas conductoras de las políticas neoliberales en sus países; no tardaron en abandonar los proyectos de industrialización, soberanía nacional, distribución de la riqueza y extensión de los derechos sociales que los habían caracterizado.
La nueva expresión del movimiento nacionalista vino con el gobierno bolivariano de Hugo Chávez en Venezuela, que planteó como objetivo el “socialismo del siglo XXI”, avanzando en el proceso de expropiación de empresas privadas y pasando su control a manos de los trabajadores, además de la integración estratégica con el socialismo cubano.