Fundado en 1929, en medio de violentos enfrentamientos entre caudillos militares de la Revolución, el PRI es el heredero directo del Partido Nacional Revolucionario (PNR). Con diferentes nombres, ese partido gobernó México durante los siguientes setenta años sin interrupción. La agrupación, creada originalmente con el propósito de establecer las reglas del juego político para la nueva elite del poder, se fue convirtiendo en una enorme máquina de organización de la sociedad entera desde el Estado.
Bajo el gobierno de Lázaro Cárdenas, el PNR pasó a llamarse Partido de la Revolución Mexicana. Con el objetivo de construir un poderoso frente, ante el peligro de reversión de las reformas cardenistas, el partido impulsó la creación e incorporación de agrupaciones campesinas, obreras, de clases medias y populares e incluso del Ejército, con finalidades políticas. Finalmente, en 1946 tomó el nombre de Partido Revolucionario Institucional. En ese momento, las Fuerzas Armadas fueron apartadas del escenario político.
El adjetivo “revolucionario” permitió al partido proclamarse heredero del movimiento de 1910 y, por lo tanto, revestirse de legitimidad popular, pero también reivindicó el monopolio de la defensa y la preservación de los ideales de ese movimiento. De este modo, durante décadas, pudo justificar la proscripción de asociaciones políticas opositoras y disidentes y su represión, declarándolas enemigas de la Revolución. El PRI formó parte del sistema corporativo mexicano que significó la incorporación de sectores de la sociedad al Estado. Cada sector (el obrero, el campesino, etc.) sólo podía celebrar acuerdos dentro de su propia esfera, sin relacionarse con los demás. Así la sectorización se complementaba con la segmentación de las clases trabajadoras. Pero los soportes del PRI estuvieron también en la corrupción y en la cooptación. Corrupción de dirigentes sindicales y campesinos, y cooptación de líderes de organizaciones autónomas. En los hechos, el sistema priísta de dominación con sus vastos tejidos de alcance nacional de relaciones de poder personal, clientelar y caciquil impregnó la totalidad de la cultura política mexicana.
A pesar de la ocupación casi plena del espacio político oficial por parte del PRI, éste tuvo que generar la imagen de un partido genuino, vale decir, dependiente de los resultados de las urnas. Para ello mantuvo una oposición bajo control, el Partido Acción Nacional (PAN), a “su” derecha, y el Partido Popular Socialista, a “su” izquierda, colocándose entonces en el centro del espectro político. Sus victorias, siempre con altísimos porcentajes, parecían ser el resultado de la preferencia de los electores.
La homogeneidad priísta fue un efecto deseado de su dominio del universo político mexicano. Sin embargo, las fisuras siempre existieron en razón tanto de las posiciones diversas de sus dirigentes frente a coyunturas específicas (devaluaciones del peso en 1968, por ejemplo) como de las disputas entre camarillas partidistas. Con respecto a estas últimas, la institución presidencialista fue un factor primordial para evitar la explosión de los conflictos al convertirse en su árbitro y en el distribuidor de las cuotas de poder. Es comprensible, por ende, que sumándose a la diversificación de las opciones políticas, la derrota priísta en las elecciones presidenciales de 2000 haya desplazado al partido hacia el tercer lugar de las preferencias electorales de los mexicanos.
En 2006, el PRI entró en crisis. En las elecciones de aquel año, el candidato Roberto Madrazo Pintado, líder del partido, perdió para Felipe Calderón Hinojosa, terminando la corrida presidencial en tercer lugar. Pintado no vención en ningún estado del país, a pesar del partido, en esa ocasión, contabilizar diecisiete gobernadores. En 2009, el partido ya había retomado su prestigio frente al electorado. Sumaba veinte gobernadores y tenía el control de la Cámara de Diputados. En las elecciones de 2010, mostró su fuerza, al conquistar nueve de los doce gobiernos estatales en disputa y, en 2012, su candidato, Enrique Peña Nieto, fue electo presidente.