Las luchas de guerrillas en América Latina estuvieron presentes prácticamente a lo largo de toda su historia, como fue el caso de los movimientos de lucha por la independencia dirigidos por Manuel Rodríguez y los hermanos Carrera (José Miguel, Juan José y Luis) en Chile. En la historia más reciente, después de la victoria de la revolución china, América Latina fue el escenario de mayor desarrollo de las luchas de guerrillas, especialmente luego de la victoria de la Revolución Cubana. Ya existían movimientos similares en Colombia y en Nicaragua, pero fue el triunfo castrista de 1959 el que consagró la guerra de guerrillas como estrategia de lucha por el poder en el continente.
La estrategia del Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR-26 de Julio) y de su fuerza militar –el Ejército Rebelde– se basó en la constitución de pequeños núcleos de guerrilla que, apoyados por frentes de masa en las ciudades y en el campo, potenciaban su capacidad de lucha militar. Su éxito en la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista hizo que el modelo tendiese a generalizarse en el continente, después de muchos años de fracaso de las líneas de la izquierda tradicional.
Se desarrollaron movimientos guerrilleros en los años 60 y 70 en Perú, Guatemala, Venezuela, Colombia, Nicaragua, El Salvador, Brasil, la Argentina, Uruguay, entre otros, y casi todos coincidían en los moldes del modelo cubano. Las excepciones fueron los movimientos guerrilleros urbanos –como los Tupamaros en Uruguay, los Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) en la Argentina, la Acción Libertadora Nacional (ALN) de Carlos Marighella, la Vanguardia Popular Revolucionaria (VPR) y la Vanguardia Armada Revolucionaria-Palmares (VAR-Palmares), ambas de Carlos Lamarca, en Brasil–, y el movimiento guerrillero colombiano, cuyo principal movimiento armado –las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), de Manuel Marulanda Vélez, o “Tirofijo”– adoptó una modalidad de guerra popular más cercana al modelo de China.
Los movimientos guerrilleros tuvieron dos ciclos diferenciados en las últimas décadas, en América Latina y en el Caribe. El primero, iniciado por la Revolución Cubana, se desarrolló básicamente en el campo, en la década de 1960, con Venezuela, Perú y Guatemala como sus principales centros. Ese ciclo terminó con la muerte de Ernesto Che Guevara en Bolivia, en 1967.
El segundo ciclo, localizado en Guatemala, Nicaragua y El Salvador, tuvo una vertiente rural, que desembocó en la victoria de la Revolución Sandinista en Nicaragua e impulsó los movimientos de esos otros dos países centroamericanos, y una vertiente urbana, centrada en la Argentina, Uruguay y Brasil, que concluyó con los golpes militares en Uruguay, Chile y la Argentina y con la derrota de la guerrilla brasileña.
Los movimientos guerrilleros sobrevivieron prácticamente sólo en Colombia; sus dos organizaciones más importantes –las FARC y el Ejército de Liberación Nacional (ELN)– mantienen sus centros fundamentales de operación en el campo, probando la intervención militar de los Estados Unidos y haciendo que el país se encuentre permanentemente en estado de conflagración militar.