En América Latina, los partidos comunistas comenzaron a fundarse luego del gran impacto que la victoria de la Revolución Soviética de 1917 provocó en el continente. El Partido Comunista argentino surgió en 1918; el uruguayo, en 1920; el chileno y el brasileño, en 1922; el cubano, en 1925; el mexicano, en 1929. En algunos casos surgieron como transformaciones de partidos socialistas en comunistas –como en Chile y en Perú–; en otros, se formaron a partir de un nuevo agrupamiento.
Los partidos comunistas tuvieron más fuerza en aquellos lugares donde lograron enraizarse en sectores –industriales o mineros– pertenecientes a la clase obrera. En el sur del continente –Argentina, Chile, Uruguay, Brasil–, esta situación se dio en forma más concentrada. Las orientaciones políticas obedecieron, en general, a las líneas de la Internacional Comunista desde el Buró Latinoamericano (BLA). Inicialmente, hubo una línea de “clase contra clase”, de lucha insurreccional por el poder, de instalación de variantes de los “soviets”, fundada en la alianza obrero-campesina.
A partir de los años 30, los PC vivieron una nueva fase debido a los avances en el proceso de industrialización de varios países con el crecimiento de la clase obrera y del movimiento sindical, por un lado, y debido al pasaje de la Internacional Comunista a una nueva línea política (la de los frentes populares), por otro. A partir de entonces, los partidos comunistas conocieron su apogeo en el continente, aliándose a la fracción industrial de la burguesía, para llevar adelante el desarrollo económico dentro del capitalismo.
En esa política de alianza, los PC contribuyeron decisivamente a la organización del movimiento sindical, en el cual pasaron a ser la fuerza hegemónica en gran parte de los países del continente. Gozaban al mismo tiempo del prestigio de la Unión Soviética y del campo socialista. Esto los ayudó a constituir la corriente más importante de la izquierda latinoamericana durante décadas, especialmente después de la segunda posguerra hasta la disolución del bloque soviético.
La intelectualidad de izquierda latinoamericana estuvo profundamente influenciada por los partidos comunistas y por el movimiento comunista internacional, por medio de revistas, centros de estudio, libros y eventos culturales. En países como Brasil, Uruguay, Chile, Cuba y México, esa influencia ideológica y política fue especialmente poderosa.
Las divergencias chino-soviéticas hicieron que en el continente surgieran partidos comunistas vinculados al maoísmo y a China, que en algunos países –Brasil, Argentina, Perú– llegaron a tener una fuerza significativa. Sin embargo, eso no debilitó el predominio de los PC en el movimiento sindical y en el conjunto de la izquierda.
Una experiencia significativa en la trayectoria de los partidos comunistas en el continente fue la participación de los gobiernos del Frente Popular de Chile en 1938, de João Goulart en Brasil en 1961 y, principalmente, de Salvador Allende en Chile en 1970.
La derrota del gobierno de Allende –dada por el golpe de Estado que sufrió en 1973– y su estrategia de transición pacífica al socialismo, la generalización de las dictaduras militares, con la dura represión sobre la izquierda y, finalmente, el fin de la Unión Soviética y del campo socialista, representaron duros golpes para los comunistas, que dejaron de ser una corriente de peso en el continente. Sobreviven con cierta presencia los partidos comunistas chileno, uruguayo, salvadoreño y colombiano.
La formación del actual Partido Comunista de Cuba (PCC) es un caso particular. En la isla existía un primer Partido Comunista, fundado en los años 30, que cambió su nombre por Partido Socialista Popular. Ese partido participó del proceso de fundación del nuevo PCC, en 1960, junto al Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR-26 de Julio) –fuerza hegemónica en la Revolución Cubana– y al agrupamiento político llamado Directorio Estudiantil.