Punto estratégico de disputa mundial, la llamada triple frontera está formada por la confluencia de los ríos Paraná e Iguazú, donde se encuentran en un vértice Brasil, la Argentina y Paraguay.
Esa vasta región fronteriza en el sur del continente se localiza sobre un yacimiento ubterráneo de agua dulce, considerado el tercero en el mundo por su tamaño y el primero por la facilidad de acceso. Alimentado por la cuenca hidrográfica del río Paraná, el Sistema Acuífero Guaraní tiene una extensión aproximada de 1.195.700 km2 . De éstos, el 70% está bajo el suelo brasileño, el 19% en la Argentina, el 6% en Paraguay y el 5% en Uruguay. La cuenca del Paraná también alimenta superficialmente la represa de Itaipú, la mayor del mundo en el momento de su construcción.
Agua, electricidad y vegetación son algunos de los aportes de la triple frontera, aunque la deforestación de la zona haya avanzado enormemente. En parte, por el aprovechamiento voraz de las maderas y, en parte, por la sustitución de las araucarias (también llamadas pinos Paraná) por pinos de Elliot, más productivos en términos industriales, pero ajenos al ecosistema –no son propicios para la reproducción de las aves– y sembrados en cantidades que rompen el equilibrio natural.
Como el suelo es de fertilidad alta, se introdujeron en gran escala cultivos de soja transgénica que envenenan la tierra y a los campesinos que trabajan en ella, y a la vez provocan desertificación. Sin embargo, proporcionan de inmediato la materia prima para la producción de biodiésel, uno de los combustibles alternativos con los cuales se busca aliviar la demanda de petróleo.
Libre tránsito
La triple frontera presenta una alta porosidad: los habitantes del lugar, desde épocas remotas, acostumbran cruzarla diariamente. Sus actividades sociales, culturales o económicas implican una convivencia con el río que los lleva de una margen a la otra de lo que actualmente son países distintos. Las propias comunidades están distribuidas en las tres puntas que forman la frontera. La existencia del río, que sin duda motivó los primeros asentamientos en la región, es al mismo tiempo fuente de vida de esas comunidades y condición de una frontera naturalmente abierta.
Los habitantes del lugar provienen tanto de pueblos guaraníes u otros autóctonos, como de regiones distantes. Muchos son originarios del Líbano y de otros países árabes, otros son de origen europeo, y existe una mayoría de mestizos de diferente tipo: se calcula que la población pasó de 60.000 habitantes en 1971, cuando se construyó Itaipú, a 700.000 en 2001.
La porosidad de las fronteras y la existencia de comunidades que las atraviesan hicieron que el lugar fuera de tránsito relativamente libre, tanto para las personas como para los productos. Como consecuencia de ello, se convirtió en un punto de contrabando fácil para evadir cargas arancelarias o prohibiciones; como ocurre en cualquiera de las zonas francas existentes en el mundo.
Valor estratégico
Por todas estas características y por ser un puente de comunicación entre los dos países más desarrollados de América del Sur, la triple frontera posee una importancia estratégica en las políticas de gestión o control territorial del continente. Desde los años 70, en plena vigencia de la Operación Cóndor, fue considerada un punto crítico por posibilitar eventuales evasiones. Actualmente, cuando la disputa por el agua ha quedado en el centro de definición del sistema de dominación y la ocupación del continente tiene como uno de sus obstáculos el Mercosur, es la posición que faltaba en el proyecto estratégico militar del Pentágono.
A partir del 11 de septiembre de 2001, se intentó justificar la instalación de bases militares de los Estados Unidos en la triple frontera, argumentando que Al Qaeda se había instalado en el lugar. Se insistía en que el lugar debía ser considerado “zona gris” o sea, zona en manos de organizaciones criminales o terroristas que corroen la legalidad y la gobernabilidad, donde no se respetan las normas internacionales y donde hay una diferenciación muy débil entre la seguridad interna y la seguridad internacional. Una zona que exige la intervención de un Leviatán externo, dado el fracaso del (los) Estado(s) local(es). La propuesta no prosperó porque fue ampliamente denunciada como maniobra de ocupación y los gobiernos de la región la consideraron una amenaza a su soberanía. En octubre de 2005, sin embargo, los Estados Unidos consiguieron establecer un acuerdo con Paraguay, mediante el cual se aceptó la presencia permanente de militares norteamericanos en el país, realizando ejercicios de entrenamiento y reconocimiento geográfico y social, y contando, además, con inmunidad diplomática para sus actividades y acciones. De ese modo, los Estados Unidos lograron ocupar una posición clave del control continental, con el entusiasmo del gobierno de Paraguay y cierta reticencia de los gobiernos de Brasil y la Argentina, pero con el rechazo militante de las poblaciones de los tres países y de los movimientos y organizaciones democráticas de toda América.