El fin de las reservas mundiales de petróleo fue anunciado varias veces. En 1874, el gobierno de Pensilvania advirtió que los Estados Unidos tendrían petróleo suficiente para mantener sus lámparas de querosén por sólo cuatro años más. En realidad, en 1970, casi cien años después, la producción petrolera de los Estados Unidos llegaba a un récord de 11,9 millones de barriles por día.
En 1972, las reservas mundiales se estimaban en 600.000 millones de barriles. El Club de Roma previó el agotamiento de las reservas conocidas, en 20 o 30 años. De hecho, en los 25 años siguientes, se consumieron más de 560.000 millones de barriles. Sin embargo, para el final de 1996, las reservas globales ya se estimaban en 1,16 billones de barriles, el nivel más alto de la historia.
En 1980, una investigación de analistas estadounidenses indicó que el precio del petróleo alcanzaría los US$ 98 por barril en 1997. En realidad, en 1998 el precio estaba en un séptimo de ese valor.
Algunos analistas se burlaron de esas previsiones equivocadas. En noviembre de 1997, por ejemplo, la revista Business Week garantizaba que la tecnología siempre evitaría el agotamiento de los yacimientos y proporcionaría un petróleo cada vez más barato, siempre y cuando no interfiriera la política. Pero lo cierto es que, por más que en el pasado se las haya subestimado, las reservas mundiales de petróleo no son infinitas. Incluso con nuevas tecnologías que reducen drásticamente el costo de exploración (en un 85% de 1986 a 1996, según Exxon) y de producción (el 69% en el mismo período), el ritmo de los nuevos descubrimientos ha caído desde la segunda mitad de la década de 1960. Desde el comienzo de los años 80 hasta hoy, los descubrimientos fueron inferiores al consumo, ya que éste fue disimulado por el cambio en los criterios de evaluación de las reservas existentes.
La geología no es una ciencia exacta. El informe de evaluación de un estudio geológico suele decir algo así como que “el campo tiene el 90% de probabilidades de producir 1.000 millones de barriles, el 50% de producir 2.000 millones, el 10% de producir 4.000 millones”. En los años 60 y 70, empresas y gobiernos tendían a ser conservadores y a contar apenas las reservas que tuvieran una alta probabilidad de existencia. No obstante, desde los años 80 se multiplicaron los incentivos para inflar las estimaciones. Países que pretendían atraer inversiones hacia su sector petrolero, respaldar su crédito internacional o privatizar sus empresas petroleras se resistían a admitir la reducción de sus reservas. Los grandes exportadores de la Organización de los Países Exportadores de Petróleo (OPEP), necesitados de ingresos petroleros para pagar su deuda externa o para sostener sus programas sociales y de desarrollo, también inflaron sus reservas como argumento para ampliar su parte en las cuotas de producción distribuidas por el cártel. Y las empresas petroleras privadas también adoptaron estimaciones más optimistas para justificar la sobrevaluación de sus acciones durante las burbujas financieras de los años 90.
En 1996, los geólogos Colin J. Campbell y Jean H. Laherrère estimaron que el volumen de las reservas entonces conocidas con por lo menos un 50% de probabilidades de existir realmente era de 850.000 millones de barriles, un 25% menos que los valores generalmente informados en las publicaciones especializadas. Extrapolando el ritmo decreciente de aparición de nuevos campos, solamente restarían 150.000 millones de barriles a ser descubiertos en todo el planeta. Como desde el comienzo de la producción comercial hasta 1997 se extrajeron 800.000 millones de barriles, se concluyó que, del petróleo originariamente existente en el planeta, el 90% era conocido y el 45% ya había sido extraído. Una técnica tradicional de extrapolación de la producción de recursos finitos es la curva de Hubbert, una curva de campana que alcanza su máximo en el punto donde el 50% de los recursos fueron utilizados. Fue lo que ocurrió con los Estados Unidos, cuya producción alcanzó su pico en 1970 y, desde entonces, viene disminuyendo.
Otros especialistas consideraron que las estimaciones de esos geólogos eran demasiado conservadoras. Sus cálculos de las reservas potenciales, más optimistas, colocan el punto crítico de la curva en la década de 2020, o incluso más tarde, lo que otorgaría tiempo suficiente para desarrollar otras fuentes de energía. El crecimiento efectivo del consumo global de energía desde 1992 hasta 2002 fue del 1,6% anual, y las previsiones del gobierno de los Estados Unidos estiman el aumento del consumo mundial en esta y en las próximas décadas en un 1,8% anual.