Globo, Red

La Red Globo de Televisión, de Brasil, es la cuarta mayor cadena televisiva del mundo y un virtual monopolio de las comunicaciones en su país. La familia Marinho, heredera del fundador Roberto Marinho (1904-2003), es la principal accionista del grupo y tiene bajo su control un sistema que abarca TV Globo (5 estaciones de TV y 108 asociadas de TV abierta), los sistemas por suscripción Net y Sky Multi Country, Globopar (Projac, ciudad escenográfica de 1 millón de metros cuadrados), Globosat (programadora de TV por suscripción), las editoriales Globo (revistas, entre ellas el semanario Época) y Cochrane (gráfica), portal de internet (Globo.com, en asociación con Telecom Italia), Globofilmes y grabadoras (Sigla y RGE) y el Sistema Globo de Radio (15 emisoras AM y FM). Además, forman parte del grupo los diarios O Globo y Extra (en Río de Janeiro), Diário de São Paulo y Valor Econômico (asociado al Grupo Folha). El conglomerado también posee el Banco Roma y la Fundación Roberto Marinho, entre otras empresas.

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El periodista Roberto Marinho, presidente de las Organizaciones Globo, muerto en 2003, en el antiguo escenario del Jornal Nacional (Difusión)

El holding surgió en 1925, con el diario A Noite, fundado por Irineu Marinho, en Río de Janeiro. Al año siguiente fue lanzado el matutino O Globo. Pocos días después del lanzamiento, Irineu Marinho murió, a los 49 años. La tarea de estimular a las empresas quedó a cargo de su hijo Roberto, que de a poco se tornó influyente en los medios empresariales y políticos. En 1944 inauguró la Radio Globo, también en Río de Janeiro. Volcada especialmente a la transmisión de radionovelas y campeonatos de fútbol, la emisora logró gran aceptación popular.

Fue a partir del lanzamiento de TV Globo, en 1965, cuando el imperio de Roberto Marinho progresó. Existían en esa época otras tres emisoras en São Paulo: TV Tupi, de Assis Chateaubriand; TV Record, de Paulo Machado de Carvalho y TV Excelsior, del millonario Mário Wallace Simonsen, dueño de la empresa de aviación Panair de Brasil y magnate del café. Había, en todo el país, cerca de 600.000 aparatos receptores.

En los primeros tiempos, Globo no era una emisora tan importante y tenía un alcance reducido. Sin embargo, Mari­nho tenía planes de crecimiento bastante osados. Había firmado, tres años antes, un acuerdo con el grupo norteamericano Time-Life (hoy Time-Warner), a pesar de que la Constitución brasileña, en su artículo 160, vetaba la participación de extranjeros en empresas de comunicación. Hasta 1966, Globo recibió US$ 6 millones para la compra de equipamientos y la construcción de estudios, lo que le permitió desequilibrar en poco tiempo a la competencia. A cambio, el grupo extranjero se quedó con el 49% del negocio. Una Comisión Parlamentaria Indagatoria (CPI) recomendó la anulación de la concesión en 1966. En ese entonces, Globo ya contaba con una presencia significativa en el mercado televisivo y se encaminaba a liderar la audiencia, de manera que la CPI no tuvo mayores efectos. Poco tiempo después, Roberto Marinho deshizo la sociedad y pagó su deuda con la empresa norteamericana.

A partir de ese año, Globo empezó a cambiar la transmisión de publicidad usual en otras emisoras, en la cual las empresas patrocinaban programas enteros. La emisora creó una grilla de programación, estableció horarios rígidos para la programación, continuidad y estandarización de las novelas, iniciando el llamado “patrón Globo de calidad”.

En los años 70, durante la fase más represiva de la dictadura militar (1964-1985), Globo consolidó su liderazgo. Estrechando sus vínculos con la dictadura, la emisora buscó ignorar o descalificar cualquier manifestación contraria al régimen. Así, en 1975 transmitió la versión oficial, que hablaba de suicidio, sobre la muerte del periodista Vladimir Herzog en las prisiones de la policía política en São Paulo. En 1982 la emisora se involucró en el escándalo de los fraudes en el escrutinio de la elección para gobernador en Río de Janeiro, donde salió ganador su principal enemigo, Leonel Brizola. La empresa responsable por el cálculo de los votos apuntaba como favorito al candidato apoyado por Globo, que, por otro lado, transmitía la noticia nacionalmente. Brizola desenmascaró el fraude y fue, hasta su muerte, persona non grata para la programación de Globo. En 1984 la red intentó presentar el movimiento masivo de las Directas Ya, que galvanizó al país, como si hubiera sido sólo una fiesta alusiva al aniversario de la ciudad de São Paulo. Y en 1989, en la primera campaña electoral directa para la presidencia de la República después de la dictadura, la empresa de Roberto Ma­rinho editó con cortes el último debate entre los candidatos Fernando Collor de Mello, apoyado por ella, y Luiz Inácio Lula da Silva, mostrando los mejores momentos de Collor y los peores del candidato petista.

La gran simbiosis política de la emisora surgió con el gobierno de Fernando Henrique Cardoso. Globo apoyó decididamente la campaña por la privatización de las empresas estatales y se colocó al frente en la defensa del ajuste neoliberal materializado por el Plan Real. En el ámbito empresarial, la emisora, aprovechándose de las diferencias entre las tasas de intereses locales e internacionales, se endeudó en dólares, además de recibir una financiación estatal abundante. El objetivo era construir, en el barrio carioca de Jacarepaguá, el mayor centro de producción televisivo de América Latina. Con un total de 1,3 millones de metros cuadrados y un costo de US$ 200 millones, el llamado Projac fue proyectado para abrigar grandes estudios, módulos de producción y galpones que albergan materiales culturales. Además de eso, la red realizó inversiones en internet y en la TV por cable.

Con la crisis cambiaria y la devaluación de la moneda brasileña, en enero de 1999, la deuda creció exponencialmente. Tres años después, el balance de las Organizaciones Globo acusaba una deuda de US$ 2.600 millones. A fines de 2004, la Globopar, holding del grupo, debía US$ 1.900 millones, lo que equivalía al 60% de la deuda de todas las empresas de comunicación de Brasil. En contrapartida, la TV Globo tiene apenas un promedio anual de facturación de US$ 1.500 millones y recibe cerca de 60% de la publicidad televisiva del gobierno federal.

Globo llegó a declararse en moratoria por noventa días, renegoció sus deudas, vendió activos y volvió a hacer los cálculos de inversiones, especialmente en TV por suscripción, cuya expansión no evolucionó conforme a las expectativas definidas en la segunda mitad de los años 90.

El poderío de Globo se hizo patente en la discusión de la Agencia Nacional de Cine y Audiovisual (Ancinav), por parte del Ministerio de Cultura, en 2003 y 2004, destinada a regular la producción y la difusión de contenidos nacionales y regionales, a través de un mecanismo de porcentajes y penalidades. La red movilizó todo su poder de fuego –noticieros, columnistas, actores, productores, etc.– para detonar la iniciativa. Y tuvo éxito.

Dominando aproximadamente el 80% del contenido de la programación nacional televisiva, la Red Globo llegó al año 2000 como la más sofisticada de un país donde la televisión es, técnicamente, una de las más avanzadas del mundo. La red emplea cerca de 15.000 trabajadores y llega a una audiencia de hasta 150 millones de personas, en un país como Brasil con cerca de 40 millones de receptores, seis redes nacionales de TV abierta –una de ellas estatal– y dos cadenas regionales. Hay aproximadamente 300 emisoras esparcidas por el país, la mayoría repetidora de las grandes cadenas. La audiencia de Globo se sitúa en torno al 40% en todos los estados. En 2000 la red cubría 99,84% de los 5.043 municipios brasileños, a través de 113 emisoras entre productoras y repetidoras.

por admin publicado 02/02/2017 08:43, Conteúdo atualizado em 08/07/2017 17:04