La designación de “prensa alternativa” surgió a finales de los años 60 para designar a los medios de comunicación no dependientes de los esquemas de financiamiento tradicionales, como los grandes anunciantes privados o estatales. La categoría abarca periódicos, revistas, emisoras de radio y televisión, y, recientemente, sitios, blogs y boletines vía internet. La temática tampoco es uniforme: existen medios alternativos orientados a la política, la cultura, a comportamientos y públicos específicos (mujeres, negros, homosexuales, etc.).
El fenómeno, presente en prácticamente todos los países de América Latina, surgió a fines del siglo XIX, con el nacimiento de la prensa obrera –especialmente la anarquista–, producida luego de la llegada de los inmigrantes europeos, y potenciada por la prensa de los partidos de izquierda. A partir de la difusión de nuevas técnicas de impresión, como el sistema off set, que agilizó la producción de material gráfico a finales de los años 50 y comienzos de los 60, y de las movilizaciones sociales cada vez más frecuentes en el continente en esa última década, el término “prensa alternativa” adquirió sus características actuales.
En los principales países, los grandes hitos del género son: en Brasil, el periódico humorístico Pasquim (1969), lanzado por Millôr Fernandes , Ziraldo, Jaguar e Tarso de Castro, los semanarios políticos y culturales Opinião (1973) y Movimento (1975), ambos editados por Raimundo Pereira; en la Argentina, la revista Crisis (1973), dirigida por Eduardo Galeano ; en México, el semanario ¿Por qué? (1968) y la revista Política (1960), de Manuel Marcué Pardiñas; en Uruguay, la revista Marcha (1939-1974) y, en Chile, el semanario Punto Final (1965). Todos sufrieron agresiones de las fuerzas de represión, ya sea por medio de la censura oficial, por la invasión de sus instalaciones o por ataques terroristas perpetrados por grupos de extrema derecha no sólo a las redacciones, sino también a quioscos que vendían la publicación. Además de la violencia política, el cerco económico –mediante la negativa de las grandes distribuidoras a colocar los productos a la venta, el boicot por parte de las fábricas e importadoras de papel y la inexistencia de anunciantes de peso– contribuyó para debilitar la prensa alternativa en los distintos países, desde comienzos de los años 1980. A esos hechos se suma la crisis de la deuda externa, que, a partir de 1992, perjudicó a las economías más importantes del continente y causó súbitas devaluaciones de las monedas nacionales en relación con el dólar. Así, filmes, papel y otros insumos importados alcanzaron precios prohibitivos para las pequeñas empresas como las que editaban dichas publicaciones.
En ese marco, es notable la supervivencia de la revista Punto Final, cerrado por la dictadura pinochetista en Chile en 1973, y reabierto en 1989. En 2005, la publicación conmemoró cuarenta años de existencia.
Paralelamente a tales publicaciones, en América Latina existe la prensa de los partidos de izquierda, cuya supervivencia no está vinculada directamente a la venta, sino a las finanzas de sus agrupaciones. Entre las publicaciones que merecen destacarse se encuentran El Siglo (PC, Chile), Teoria e Debate (PT, Brasil) y Princípios (PCdoB, Brasil). Y, a pesar de estar vinculada al gobierno cubano, no se puede omitir la importante experiencia de la agencia de noticias Prensa Latina (1967), porque procuró presentar una lectura de los acontecimientos independiente de la de sus pares norteamericanas y europeas.
La década de 1980 conoció también la difusión de las radios comunitarias, de baja frecuencia y, en general, dirigidas a las pequeñas colectividades. Blancos constantes de la represión oficial, incluso así ellas se destacaron como uno de los más importantes fenómenos políticos, sociales y culturales de los últimos años. Surgieron también emisoras de televisión comunitarias, con una programación diferenciada de los canales tradicionales.
La difusión de internet, la caída del poder adquisitivo relativo de la población y el encarecimiento de la producción de materiales impresos generaron una explosión de vehículos virtuales a partir de finales de los años 90, dirigidos a diversos segmentos. Publicaciones políticas, económicas, culturales, partidarias, comportamentales, etc., aparecían cada día. Sitios como Carta Maior, Outro Brasil, Oficina de Informações (Brasil), Agencia Latinoamericana de Informaciones (ALAI, Ecuador), Aporrea (Venezuela) e innumerables blogs marcan los intentos de contraponerse a los grandes monopolios mediáticos. Todavía persisten importantes publicaciones impresas, como Caros Amigos (1998), en Brasil; el semanario Proceso , en México; la versión argentina de Le Monde Diplomatique ; y el periódico Brecha (1986), en Uruguay.
Pero la aternativa más osada en este sentido es Telesur , cadena televisiva de los gobiernos de Venezuela, Uruguay, la Argentina y Cuba. Vinculada a gobiernos que buscan caminos alternativos al neoliberalismo y con una programación basada en documentales, noticieros, filmes, entrevistas e informativos, Telesur busca construir otra mirada sobre la realidad latinoamericana.