Considerado uno de los mayores poetas hispánicos del siglo XX y autor de una de las más importantes obras poéticas de la literatura latinoamericana de todos los tiempos, Luis Palés Matos nació en Guayama, pequeña ciudad portuaria del sudeste de Puerto Rico. Al año siguiente de su nacimiento (y de la ocupación de la isla por parte de los Estados Unidos), una corporación estadounidense estableció en esa área una de las dos centrales de mayor capacidad de molienda en todo el período azucarero de la historia económica de Puerto Rico. La Central Aguirre construyó su propio puerto y company town, y desarrolló una economía tipo enclave, donde Guayama fue perdiendo toda su importancia anterior. Palés Matos abordaría ese proceso en algunos de sus poemas, especialmente en Topografía, Pueblo, Voz de lo sedentario y lo monótono. Ellos están entre las más lúcidas descripciones del clima físico y humano de una ciudad de provincia en decadencia.
No obstante la calidad de su poesía, en general caracterizada, según el crítico literario español Federico de Onís, por su constante oscilar entre extremos –“entre el barroquismo y el prosaísmo, la emoción y la ironía, lo espiritual y lo físico, lo soñado y lo real, lo exótico y
lo local”–, su obra de mayor impacto literario y sociocultural fue el libro “negrista” Tuntún de pasa y grifería (1937), muchos de cuyos poemas había ido publicando en periódicos y revistas desde 1925. Así, este poeta básicamente autodidacta –empleado en distintas ocupaciones “menores”: amanuense de abogados, maestro, periodista, contador de una central azucarera, secretario de políticos, etc.– fue uno de los fundadores de la llamada “literatura afroamericana” o “negrista”, en la cual se destacaron también los cubanos Nicolás Guillén (Sóngoro Cosongo, 1931) y Alejo Carpentier (Écue-Yamba-ó, 1933), el dominicano Manuel del Cabral (Compadre Mon, 1943) y el brasileño Raúl Bopp (Cobra Norato, 1931), entre otros. La literatura vanguardista de estos autores no sólo introdujo un lenguaje propio que enriqueció –sobre todo rítmicamente– el acervo literario, sino que colocó lo marginal –la presencia africana en el continente– en el centro del canon. Así mismo, esta literatura dialogó con otros movimientos artísticos internacionales de las vanguardias que venían elaborando o redescubriendo la estética africana y afroamericana, como el jazz o las pinturas de Picasso y Matisse. Las vanguardias, en su dimensión internacional, buscaban darle un giro a los contenidos y las técnicas de expresión en ruptura con la tradición canónica mientras, en el ámbito latinoamericano, se intentaba romper, además, con el criollismo costumbrista.
El proyecto literario vanguardista de Palés y de otros intelectuales de su generación se encontraba en lo que se denominó “la búsqueda de la identidad”, después de tres décadas de dominio estadounidense. Enfrentados al limitante colonialismo agrícola, muchos discutían la identidad en aquellas tradiciones que los vinculaban a España. Ese sentimiento hispanista traslucía el racismo prevaleciente, que menospreciaba lo negro. Por ende, dentro de la poesía criollista, se idealizaba al campesinado, supuestamente blanco. Al contrario, en su Tuntún de pasa y grifería, Palés indagó sobre el legado africano y la gestación de una cultura mulata. Ya para 1932, el autor declaraba esta postura, en una entrevista periodística:
una poesía antillana que excluya ese poderoso elemento [afroamericano] me parece imposible […] No conozco un solo rasgo colectivo de nuestro pueblo que no ostente la huella de la deliciosa mezcla [...] Ésta es nuestra realidad y sobre ella debemos edificar una cultura.
Estos planteamientos incomodaron a aquellos que trazaban la identidad puertorriqueña únicamente desde lo español criollo.
Por otro lado, aunque –como pueblo cañero y costero– Guayama era uno de los baluartes de la tradición cultural afrodescendiente, por su complexión “racial” Palés era, en el Caribe, considerado “blanco”. En parte por ello, su poesía encontró, además, críticas de quienes la consideraron una burla grotesca, una visión primitiva y estereotipada de los negros, a quienes parecía describir siempre entre música, baile, sexo y excesos. Pero su poesía, como propuesta integral que ya en los años 60 era señalada como producto del posmodernismo amargo e irónico, más allá de celebrar la mezcla predominante en las Antillas y denunciar la discriminación, abordaba las complejidades de una cultura formada en una historia atravesada de desiguales "encuentros raciales". Sobre esa idea, justamente, se construye el magistral poema final de Tuntún, titulado “Canción festiva para ser llorada”.
En la última etapa de su producción poética continuó desarrollando sus ideas y estilo iconoclasta, pero fuera del “negrismo”. Así, sus poemas de madurez, Puerta al tiempo en tres voces, El llamado y La búsqueda asesina, son de los más profundos poemas de amor en castellano: centrados en las complejas contradicciones de la relación entre géneros y de la psicología del enamoramiento, sobre todo, cuando además está atravesado por relaciones con conflictos de generación y etnia.
A lo largo de su obra, Palés propuso una transformación radical en la forma poética. Se sustentó en experimentaciones expresivas con los elementos musicales y rítmicos caribeños, por la integración de un vocabulario heterogéneo (nutrido de palabras africanas y afrocaribeñas), utilizado para reforzar la alusión al ritmo sincopado. Además, su musicalidad se descarga en los sonidos vocálicos referentes a la danza. Atraviesan sus poemas metáforas atrevidas y la utilización de imágenes alusivas al sonido, al color y al olor (es decir, a la sensualidad) del Caribe. Dentro de esta línea, la poesía de Palés tiene mucho de seducción y de asombro.