Desde mediados de los años 60, el movimiento pedagógico y político conocido como Educación Popular (EP) trajo a la luz una de las propuestas más originales y mundialmente reconocidas en el campo educativo. La EP es una elaboración pedagógica latinoamericana, que se nutrió de las contribuciones conceptuales del marxismo, la teoría crítica, la Teología de la Liberación y la teoría de la dependencia. Como no podía ser de otra manera, estuvo fuertemente influenciada por los sucesos políticos que signaron la segunda mitad del siglo XX, en especial, las revoluciones cubana y nicaragüense, las luchas nacionales y antiimperialistas y la resistencia contra las dictaduras militares.
La EP es un movimiento sumamente heterogéneo. Los grupos de educadores populares desempeñaron roles puntuales en los procesos de resistencia a las dictaduras militares del Cono Sur y en la posterior transición democrática; en la promoción de la autodeterminación y autogestión de los pueblos indígenas de la región; en las demandas a favor de la reforma agraria (como en el caso del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra [MST], en Brasil); en las luchas por la igualdad de género y contra otras formas de opresión y discriminación; y en las campañas de alfabetización en países como Nicaragua, Chile, la Argentina y Venezuela.
La diversidad de orientaciones, niveles de intervención y formas que adoptaron sus programas específicos hace difícil elaborar una definición abarcadora de la EP. En un sentido amplio, ésta comprende prácticas educativas organizadas explícitamente a favor de los procesos de transformación social que beneficien a los sectores populares. El compromiso en cuanto al respeto por la cultura, por los conocimientos populares y por la configuración de un sujeto político consciente y organizado es uno de los pilares básicos de esta corriente. De esta forma, la EP es un modelo de intervención educativa heterogéneo, que se constituye como un movimiento pedagógico y social al establecer un horizonte utópico y formular un imperativo ético: o se educa a favor de los sectores populares y de la transformación social, o se educa en contra de los sectores populares y para perpetuar los sistemas de opresión. Desde esa perspectiva, no existe neutralidad pedagógica ni programas educativos meramente técnicos (basados en una supuesta separación de los aspectos políticos y pedagógicos).
Los imperativos éticos y el horizonte utópico de la EP están íntimamente vinculados a las reflexiones teóricas y a las experiencias del reconocido educador brasileño Paulo Freire. La apropiación y reinvención de las ideas freireanas por parte de los educadores populares que participan del movimiento quedan evidenciados en la multiplicación de programas, proyectos y orientaciones que adoptaron el vocabulario y las metodologías de Freire, transformándolos de acuerdo a las necesidades locales.
A partir de 1980, los campos y las esferas de acción de la EP se multiplicaron rápidamente, extendiendo sus proyectos y programas a otros grupos y problemáticas sociales. Surgieron, entonces, la EP indígena, la EP feminista y la EP ecologista. En la década de 1990, la EP comenzó a aparecer en los discursos y acciones de numerosas organizaciones no gubernamentales (ONG) y grupos comunitarios, manteniendo la tradición y la preferencia por las acciones no escolarizantes, pero empezando a hacerse presente también en algunas experiencias de educación formal implementadas por gestiones gubernamentales democráticas (como durante la gestión del propio Paulo Freire en la ciudad de São Paulo; en los programas Escuela Ciudadana, de Porto Alegre, y Escuela Plural, de Belo Horizonte; y en los programas de alfabetización bilingüe y pluricultural en varios países de la región).
Los cambios globales influenciaron el movimiento
Hacia el final de los años 80, las reflexiones y transformaciones dentro del movimiento de la EP originaron lo que se llamó “refundamentación”. Así como la Revolución Cubana y las luchas de resistencia contra las dictaduras fueron fundamentales en la constitución de la EP, la desintegración del bloque socialista en el Este Europeo, el restablecimiento de regímenes democráticos en la gran mayoría de los países de la región y la aplicación de las políticas de ajuste económico neoliberal impactaron profundamente en los educadores populares y sus programas.
Esa redefinición de sentidos se vio reflejada en:
a) Cambios en la concepción de lo “popular”. La multiplicación de organizaciones y sujetos que adhirieron a la educación popular provocó la incorporación de poblaciones, problemáticas y reivindicaciones cada vez más variadas que no se ajustaban a las concepciones tradicionales acerca de lo “popular” (como era el caso, por ejemplo, de los derechos de las comunidades gay y lésbica).
b) Multiplicación de ONG dedicadas a la EP. Los programas neoliberales de ajuste económico, la creciente falta de compromiso de los Estados nacionales con la prestación de servicios sociales y la intervención de fundaciones y organismos internacionales de financiamiento (Unesco, Banco Mundial, CIDA, IDRC, Fundación Ford, etc.) alentaron la creación de ONG dedicadas a mejorar la provisión de servicios. Muchas de dichas ONG contrataron educadores y adoptaron prácticas de acción tradicionalmente asociadas a la EP, contribuyendo a la dispersión de experiencias y estableciendo mecanismos de rendición de cuentas ya no más ligados a los principios de transformación social, sino al cumplimiento de las aspiraciones de las agencias de financiamiento.
c) Cambios en relación con el Estado. Los procesos de democratización política posibilitaron que muchos educadores populares volvieran a trabajar, por primera vez después de décadas, dentro de las estructuras estatales. Cuando los partidos políticos de izquierda, identificados con los sectores populares, arribaban al gobierno en municipios y provincias, comenzaron a implementar programas de EP dentro de las estructuras de educación formal.
d) Institucionalización de la EP. En ese período se consolidaron redes que coordinaban y asistían a los grupos de educación popular por medio de instituciones como el Consejo de Educación de Adultos de América Latina (CEAAL, de actuación continental), el Instituto Paulo Freire (IPF) en Brasil, o el Alforja (en Centroamérica y México). Esas redes ejercieron un papel fundamental en la reflexión sobre el papel de la EP en el siglo XXI y en la consolidación de procesos de sistematización técnico-pedagógicos.
El movimiento fue un actor altamente relevante en casi todos los conflictos por la democratización social y educativa de América Latina. Ejerció el importantísimo rol de cuestionar los principios excluyentes que rigen los sistemas de instrucción de los Estados nacionales y de impulsar modificaciones tendientes a la democratización e inclusión de los sectores populares en todas las áreas y modelos educativos en América Latina. No obstante, a comienzos del siglo XXI, dadas la dispersión y pluralidad que caracterizan la historia de la EP, es difícil evaluar qué nivel de efectividad o influencia tendrá la corriente en el futuro.