La Central Unitaria de Trabajadores (CUT) fue creada en 1988, en medio del proceso de derrocamiento del régimen dictatorial de Augusto Pinochet. Se retomó la sigla de la central extinta en 1973, la Central Única de Trabajadores, luego del golpe que derrocó al presidente Salvador Allende. La primera CUT, que congregó a sindicatos y federaciones de trabajadores del servicio público y del sector privado, presentaba un carácter clasista y tenía como principio la lucha contra el capitalismo. La misma promovió una fuerte oposición a los gobiernos conservadores, presionándolos para que modificaran la estructura socioeconómica chilena y para que combatieran las investidas imperialistas interesadas en extraer minerales del país. También fue un importante instrumento de lucha durante el gobierno socialista de Allende.
Los orígenes de la nueva CUT se remontan a los últimos años de la década de 1970. En 1978, diversos sindicatos socialistas y comunistas y una parte de la democracia cristiana más progresista fundaron la Coordinadora Nacional Sindical (CNS). Durante la década de 80, la CNS, aún siendo perseguida y amenazada por la dictadura militar, promovió manifestaciones y paralizaciones. En 1988, en una época de protestas y movilizaciones a favor del fin del régimen y en medio de la realización de un plebiscito sobre la permanencia de éste, el emprendimiento dio origen a la nueva CUT.
Sin embargo, el final del autoritarismo y el ascenso de los grupos que formaron la Concertación de Partidos por la Democracia (la cual se encuentra en el poder hasta la actualidad) no trajeron consigo un real cambio en las bases socioeconómicas chilenas. Los preceptos neoliberales permanecen como guías de la economía nacional y las consecuencias se sienten en el elevado grado de precarización y superexplotación de la fuerza de trabajo. La reciente expansión capitalista en Chile fue realizada sobre la base de un trabajo fuertemente flexibilizado, barato y con pocos derechos a la negociación colectiva. Un ejemplo se encuentra en la industria de la minería (bastión del movimiento obrero), donde el nivel de subcontratación creció, en el período de 1985 a 1996, del 4,6% al 40%. Así, las organizaciones sindicales en Chile están seriamente debilitadas. La nueva CUT, que es la mayor central sindical del país, tiene un poder marcadamente inferior al de su hegemonía en el pasado. En la década de 1990 la agrupación representó solamente el 17% de la fuerza de trabajo organizada y el 4% del trabajo total.
A ese escenario se le suma el hecho de que la ideología de la Concertación penetró en los liderazgos de la CUT. Para los moderados dirigentes de la central, “concertación social” significaba “sindicalismo moderno”. El Estado debería ausentarse de la relación entre el capital y el trabajo para que empresas y sindicatos alcancen mayores niveles de entendimiento. No obstante, el intento por implementar relaciones de trabajo equitativas y justas no tuvo éxito, dada la creciente precarización de las formas de trabajo y el mantenimiento de la distribución desigual del ingreso, incluso con el crecimiento de la economía.
En un contexto marcado por conflictos en el interior de la central y de los partidos que la componen, así como también por las múltiples huelgas ilegales y protestas contra la flexibilización de las leyes laborales y en defensa de una red de protección social, hay un quiebre, al menos formal, de la línea pro-concertación. En virtud de un proceso de “refundación” iniciado en el año 2003, la CUT defiende, en el plano del discurso, la necesidad de una lucha política más amplia contra el neoliberalismo y sus efectos nefastos para el trabajador chileno, aunque aún presente tendencias colaboracionistas y sienta en su estructura las fisuras causadas por las transformaciones del capitalismo en el país.