El 1.º de enero de 1994, en el Estado de Chiapas (México, comenzó el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). La movilización trajo al escenario político mexicano el cuestionamiento al neoliberalismo, el rescate de la dignidad de los pueblos originarios, la oposición a un modelo político quebrado y un nuevo liderazgo político: el del Subcomandante Marcos. Éste no se presentó como un líder del movimiento (por eso su título de subcomandante), sino que afirmó ser un mero portavoz de los aborígenes mexicanos que luchaban por tierras, trabajo y dignidad. Con el rostro cubierto y una voz suave y segura, Marcos rápidamente se transformó en la cara visible y polémica del zapatismo.
Reservado. Tal vez sea ésta la palabra que mejor describe al Subcomandante Marcos. Su vida privada aún continúa en el campo de las especulaciones. En 1995, la prensa mexicana publicó informaciones que se habían filtrado desde el gobierno de Ernesto Zedillo, según las cuales su verdadero nombre sería Rafael Sebastián Guillén Vicente y habría nacido en 1957 en la ciudad de Tampico, al norte de México.
Después de haber finalizado sus estudios básicos en el Instituto Cultural Jesuita de Tampico, donde habría tenido contacto con la Teología de la Liberación, Guillén Vicente inició la carrera de filosofía en la Universidad Autónoma de México (UNAM), y allí se graduó. En la Universidad habría participado de encuentros con grupos maoístas y, posteriormente, habría rescatado los ideales zapatistas. Siendo profesor habría asumido la causa indigenista y ayudado a conformar el EZLN en los últimos años de la década de 1980.
Pero, ¿quién es realmente el Subcomandante Marcos? Sin duda ésta es una cuestión menor entre las propuestas del movimiento zapatista. Él mismo, en un comunicado del 28 de mayo de 1994, afirmaba ser “gay en San Francisco, asiático en Europa, negro en Sudáfrica, judío en la Alemania nazi, palestino en Israel, pacifista en Bosnia, disidente en el neoliberalismo, etcétera”. Es decir que se sentía identificado con todos los desheredados, excluidos, perseguidos y contestatarios del siglo XX y del naciente siglo XXI.
En la práctica, el Subcomandante Marcos se presenta como la expresión de una nueva izquierda que ha incorporado demandas que exceden la dinámica de la lucha de clases, pero que se refieren a un nuevo nivel de la opresión humana. Si bien no afirma ser marxista, utiliza categorías marxistas. No esconde la influencia de Antonio Gramsci o el respeto por los textos de Ernesto Che Guevara. Afirma deberle más al intelectual mexicano Carlos Monsiváis que al mismo Marx.
A lo largo de los años, como portavoz de los zapatistas, Marcos pasó a asumir una postura política de protesta frente al neoliberalismo basada en la creencia de que es posible construir un mundo diferente centrado en valores solidarios y fuertemente anclado en la democracia y en la defensa de los derechos de las minorías.
Aunque la familia de Rafael Sebastián Guillén Vicente haya confirmado las declaraciones del gobierno mexicano, el Subcomandante Marcos nunca dejó de presentarse con su pasamontañas cubriéndole el rostro. Al negarse a discutir asuntos de su vida personal, sin dejar de representar el papel de líder, que los medios de comunicación y la izquierda latinoamericana muestran con un dejo de romanticismo, Marcos mantiene su atención dirigida hacia la lucha de los zapatistas en Chiapas. Además de su actuación política, el Subcomandante también ha publicado diversas obras. En 2004, junto con el escritor Paco Ignacio Taibo, lanzó el libro Muertos incómodos. También publicó Nuestra palabra es nuestra arma, una compilación de sus escritos entre los zapatistas en la última década.
En diciembre de 2005, el Subcomandante Marcos anunció la realización de una gira por México, que comenzó en enero de 2006. El viaje tenía por objetivo defender las propuestas del EZLN e indicar las razones del distanciamiento de los zapatistas de los candidatos que disputarían las elecciones presidenciales en 2006.
Afirmando que Andrés Manuel López Obrador, del PRD, intentó aliarse con el ex presidente Carlos Salinas de Gortari, el Subcomandante Marcos asumió la defensa de la construcción de la nueva fuerza política, una izquierda efectivamente comprometida con los ideales zapatistas. Así, asumió una nueva faceta, presentándose como el “Delegado Cero” en la tarea de divulgar y organizar esa alternativa de izquierda.
En mayo de 2014, el comandante anunció que la identidad “Marcos” llegava a su final. En los últimos veinte años, según él, las escuelas zapatistas formaron una generación capaz de darle continuidad a su doctrina. De esa manera el personaje “Marcos” ya no era necesario.