La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) fue fundada en 1910 con base en la ley que constituyó la Escuela Nacional de Altos Estudios, presentada por Justo Sierra. Esa escuela, junto con las demás nacionales (Preparatoria, de Jurisprudencia, de Medicina, de Ingeniería y de Bellas Artes) formó, en septiembre de aquel año, la primera institución universitaria del país.
La apertura de la UNAM tuvo lugar en medio de un conflicto entre positivistas ortodoxos, contrarios a la institución, y sus adversarios, como por ejemplo el humanista Antonio Caso. Para los primeros, representados por Agustín Aragón y Horacio Barreda, la institución simbolizaría la etapa metafísica del desarrollo humano, contraria al progreso. Los conflictos marcaron a la universidad desde su fundación, sobre todo por el hecho de que ella representaba el proyecto educativo nacional del gobierno. De esta forma, hubo momentos de refuerzo y de negación del proyecto universitario adoptado en concordancia con el tipo de organización política predominante. Tal hecho se vio reflejado en los cambios de gabinete de rector y en huelgas de estudiantes y de empleados.
En 1915, esa joven institución de menos de un siglo adquirió autonomía universitaria, la cual concluyó en 1920 con la separación de la universidad de la Secretaría de Educación y su vinculación directa con la presidencia de la República. A mediados de la década de 1910, la enseñanza dejó de ser gratuita y se adoptaron tasas de matrícula y otras, lo que en los años 30 generaría la concesión de becas de estudio a los alumnos en situación económica desfavorable.
El lema de la universidad refleja la vocación humanística con la cual fue concebida: “Por mi raza hablará el espíritu”. José Vasconcelos, el autor de la frase, tenía la plena convicción de que los mexicanos podrían elaborar una cultura de tendencias nuevas, de esencia espiritual y libre. Él mismo asumió la rectoría en el año 1920, cuando las esperanzas de la revolución aún estaban vivas en la patria.
La UNAM se rige por una ley orgánica que establece su estructura académica y administrativa y el papel del Estado en su organización. El Consejo Universitario y la Junta de Gobierno son los órganos máximos de la institución. Por debajo de los mismos se encuentran el rector y el Patronato Universitario, que dirigen las administraciones de Directores Académicos, Administración Central y las Coordinaciones de Humanidades, de Investigación Científica, Difusión Cultural y Vinculación.
La institución se compone de cursos de licenciatura (73 en total), bachillerato (enseñanza media superior), técnico profesional en música y enfermería, propedéutico de la Escuela Nacional de Música y posgrado (38 programas), y suma alrededor de 324 mil alumnos (según datos del año 2012). Los dos primeros cursos concentran a la mayoría de los estudiantes (250.000), número que la convierte en la mayor universidad de América Latina. Cuenta con casi 36.000 profesionales académicos –categoría bastante diversificada de los docentes–, y 25.000 empleados.
El bachillerato constituye una peculiaridad en organización universitaria por ser un curso de tres años de cultura básica y propedéutica, y de carácter preparatorio para las carreras de licenciatura de la institución, ocupando una posición intermedia entre la licenciatura y la enseñanza básica. Es administrado en la Escuela Nacional Preparatoria (existente desde 1867 y que compuso la fundación de la institución, hoy con nueve establecimientos) y en el Colegio de Ciencias y Humanidades (creado en 1971, con cinco establecimientos).
En 1995 hubo un fuerte conflicto entre los reprobados en los exámenes de ingreso al bachillerato y a la licenciatura, lo cual generó la organización del Movimiento de Excluidos de la Educación Media Superior y Superior –con una huelga de hambre de estudiantes y padres de estudiantes y con la invasión de la rectoría– y también la organización de estudiantes, profesores y empleados contra la invasión. El conflicto reclamaba el aumento de vacantes en la institución, que acarrearía el ingreso de reprobados o excluidos en los exámenes en lugar de los que no habían efectivizado sus inscripciones, aun habiendo sido aprobados, así como también la organización de una comisión para analizar el plan de estudios del Colegio de Ciencias y Humanidades.
Asimismo hubo un fuerte debate en torno al “gigantismo” de la UNAM, con varias propuestas para dividirla en unidades de menor porte, debate que hasta la actualidad avanza o retrocede de acuerdo con los vientos políticos del momento.