Luego de realizar estudios secundarios en el Colegio José María Eguren de Barranco, Alan García estudió Derecho en la PUCP (Pontificia Universidad Católica de Perú), y se doctoró en la Universidad Complutense de Madrid. Realizó sus estudios de posgrado en París, bajo la dirección del eminente peruanista François Bourricaud. Alan García, que había ingresado en las filas del Partido Aprista Peruano con sólo diecisiete años de edad, volvió a Perú, a pedido de Victor Raúl Haya de la Torre, fundador de la organización, y fue elegido, en 1979, miembro de la Constituyente; en 1982 asumió la secretaría general del partido. Fueron las premisas de una destacada carrera política que culminó con su elección para presidente en 1985.
En las elecciones de 1985, el joven y carismático líder Alan García Pérez, considerado el delfín de Haya de la Torre, pero con una innegable tradición familiar en la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), obtuvo el 45% del total de los votos emitidos, proporción que alcanzó el 53% al contabilizar los votos válidos. La victoria fue tan contundente que su opositor más cercano, Alfonso Barrantes Lingán, la cabeza de la coalición Izquierda Unida, declinó su participación en la segunda vuelta, como obligaba el sistema electoral vigente. Ni el APRA de 1985 era ya el partido de las catacumbas, ni estaba claro si la preferencia de los electores de entonces era por el APRA o por el arrebatado Alan García.
Su gobierno, entre 1985 y 1990, presentaba dos coyunturas muy diferentes. La primera, de euforia y crecimiento, impulsada por la vehemencia del líder y por la aplicación de una política económica marcada por la heterodoxia y la utilización plena de la capacidad productiva de una economía estancada a causa de las crisis precedentes. La segunda, a partir de 1987, se expresó en el caos y la anarquía, como consecuencia del agotamiento de ese modelo y de la ausencia de mecanismos correctivos, de las presiones y traiciones internacionales, y de promesas múltiples y contradictorias formuladas en el marco de un populismo irresponsable. Al término de su gobierno, la inflación había alcanzado una cifra récord de 7.500%, mientras que la producción había disminuido en un 6%.
Se trató, sin embargo, de un liderazgo y de un gobierno que despertaron curiosidad y expectativas en todo el hemisferio por haber adoptado medidas insólitas en esos años. Entre ellas merecen destacarse su propuesta de limitar el pago de la deuda externa a una fracción de los ingresos del comercio exterior, el 10%, para no afectar el bienestar de las personas; ante el creciente asedio de la subversión, destinar recursos a las regiones y a la población más desprotegidas del país, que conformaban el llamado “trapecio andino”; estatizar el banco privado nacional, como forma de doblegar la resistencia del capital. Esta última decisión fortaleció a sus adversarios, que unificaron sus intereses bajo el liderazgo de Mario Vargas Llosa y del Fredemo (Frente Democrático), la inédita traducción política directa de los intereses del conjunto de la clase propietaria y de sus aliados.
No existieron dudas del apoyo del APRA a Alberto Fujimori en las elecciones de 1990, y Alan García no pudo evitar el castigo por su osadía y la pérdida del apoyo popular ante el fuego cruzado de la inflación, el desempleo y la subversión. En 1992 se exilió, para vivir entre Colombia y Francia hasta volver a Perú el 27 de enero de 2001, a fin de intervenir nuevamente en las elecciones, después de la caída del gobierno de Fujimori. Entre enero y junio de ese año, consiguió revertir la situación de una preferencia virtualmente nula, para alcanzar en las elecciones del 8 de abril y del 1.º de junio, el 25,8% y el 47,5%, respectivamente, de la preferencia de los electores, ante candidatos anonadados y balbucientes. Las peripecias de su gobierno fueron retratadas en sus libros El futuro diferente, A la inmensa mayoría: discursos, El desarme financiero, La falsa modernidad, El mundo de Machiavello, La revolución regional, La década infame: deuda externa 1990-1999. Fue presidente honorario de la Internacional Socialista y en las elecciones de 2006 fue elegido nuevamente presidente de Perú con 52,6% de los votos.
Su gobierno mantuvo la orientación neoliberal del antecesor Alejandro Toledo, expandiendo privilegios a empresas transnacionales y dando continuidad al modelo económico de extractivismo y exportación de los recursos naturales del país. García invertió en infraestructura y en programas contra la pobreza, pero sin alterar significativamente el cuadro de desigualdad económica y social que marca Perú. Su gestión se quedó manchada por la masacre de Bagua en 2009, resultado del enfrentamiento entre policiales e indígenas, que dejó un saldo de 34 muertos y más de doscientos heridos.
García articulaba su candidatura para las elecciones de 2016 en la expectativa de un tercer mandato.
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