Fundado en 1830, al inicio del proceso de afirmación del Estado, el Partido Nacional mantendría precariamente la hegemonía sobre Uruguay durante el franco predominio de los caudillos contra los letrados, hasta la guerra civil iniciada en 1863, cuando el Partido Colorado pasó a disputar el poder con las armas. Aunque derrotados por el rival en la confrontación armada, en 1865 y en todas las elecciones siguientes, hasta la de 1959, los blancos compondrían con los colorados el régimen político más estable del continente, con más de un siglo sin rupturas legales. Aun después de la segunda Constitución, de 1919, el poder seguía pasando de un presidente electo a otro, por lo cual Uruguay fue conocido como la “Suiza de América Latina”, evocando con la comparación la tradicional neutralidad del país alpino y la estabilidad de sus instituciones.
En Partidocracia uruguaya, Gerardo Caetano, José Rilla y Romeo Pérez denominaron al régimen que estuvo vigente en su país hasta 1973, cuando la legalidad fue rota por el golpe militar, “bipartidocracia”, representada en la oposición, por un lado, de una agrupación de perfil más conservador, los blancos, y por el otro, de una de corte más próximo al liberalismo clásico, los colorados.
El largo ayuno de poder de 93 años sólo llegó a su fin en 1959, con la elección de Martín Echegoyen. En siete años, hasta 1966, nada menos que siete blancos se sentaron en el sillón presidencial: Bento Nardone, Eduardo Víctor Haedo, Faustino Harrison, Daniel Fernández Crespo, Luis Giannattasio, Washington Beltrán y Alberto Heber Uster. Aplicaron entonces un intenso plan de reducción del proteccionismo estatal, con la apertura a la inversión extranjera y el predominio del sector agroexportador sobre la economía nacional. Antes de la apertura política, el blanco Aparicio Méndez sería presidente entre 1976 y 1981. Después del fin de la dictadura militar, vencerían en las elecciones presidenciales nuevamente sólo en 1989, con Luis Alberto Lacalle de Herrera.