Nacido en Santiago del Estero, capital de la provincia argentina del mismo nombre, Mario Roberto Santucho era hijo de un abogado y político del ala conservadora de la Unión Cívica Radical (UCR) y fue su padrino el presidente de la llamada Década Infame, general Agustín P. Justo. Creció en el seno de una familia que unía, a través de las identificaciones de sus padres y hermanos mayores, las tradiciones del humanismo católico, el socialismo, el radicalismo, el comunismo y el peronismo. Su desempeño político comenzó a mediados de la década de 1950, luego de la caída de Juan Domingo Perón. Por aquella época reivindicaba la influencia del aprismo peruano y era declaradamente latinoamericanista.
Santucho estudió en la Universidad Nacional de Tucumán, donde presidió el Centro de Estudiantes de Ciencias Económicas. En 1961, después de su casamiento con Ana María Villarreal, graduada en historia del arte, partió hacia los Estados Unidos, siguiendo la ruta del Pacífico, el mismo trayecto realizado por Ernesto Che Guevara. Su objetivo era llegar hasta La Habana. Y lo hizo en un momento histórico, que cambiaría definitivamente su vida: cuando Fidel Castro anunció que Cuba continuaría el camino de la construcción del socialismo. Santucho regresó a la Argentina decidido a incorporarse a la lucha revolucionaria. Participó de la formación del Frente Revolucionario Indoamericano Popular (FRIP), dirigido por sus hermanos e influenciado por el aprismo peruano, el nacionalismo católico y la Revolución Cubana.
Adhesión al trotskismo
En 1963, después de graduarse como contador público, Santucho pasó a ser, en Tucumán, dirigente del sindicato de trabajadores azucareros, FOTIA. Fue una experiencia definitiva que lo llevó a conocer la situación de pobreza y miseria de los trabajadores argentinos. En 1965, el FRIP se unió a Palabra Obrera, un grupo trotskista dirigido por Nahuel Moreno. Equidistante del comunismo prosoviético y del peronismo, Santucho se vinculó con el trotskismo, deslumbrado por la potencia de sus personalidades sindicales e intelectuales. Durante ese período participó de la fundación del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).
La muerte del Che Guevara, en 1967, y las condiciones de extrema represión de la dictadura argentina lo indujeron a concretar el sueño irrealizado del Che: la lucha armada en el norte del país. Viajó a Cuba nuevamente para recibir instrucción militar y, luego de su regreso, impulsó la creación de grupos combatientes clandestinos. Santucho creía que debían ser dirigidos por un partido revolucionario, con una clara formación marxista-leninista, que reivindicara un programa obrero y popular con la idea de la construcción de una Argentina socialista. Nunca aceptó la concepción del foquismo, a la cual responsabilizó de la derrota guevarista. El PRT-El Combatiente, dirigido por Santucho, participó definitivamente de las jornadas de insurrección conocidas como el Cordobazo en 1969.
A partir de entonces, los tiempos políticos se aceleraron. En 1970 fundó el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), el cual, dirigido por el PRT, se convirtió, hacia 1977, en la principal guerrilla urbana y rural de la Argentina y en una de las más aguerridas y poderosas de América Latina. En 1972, preso en la cárcel de máxima seguridad de Rawson, Santucho huyó junto con los principales dirigentes de las organizaciones guerrilleras peronistas Montoneros y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, en dirección a Chile y más tarde a Cuba. Como represalia, el gobierno dictatorial de Alejandro Agustín Lanusse fusiló a otros diecinueve guerrilleros presos, entre ellos a la mujer de Santucho, que estaba embarazada. El episodio quedó en la historia, conocido como “La masacre de Trelew”.
La lucha hasta el fin
De regreso en la Argentina, Santucho trazó la política de acción que debía seguir el PRT-ERP frente al gobierno peronista electo en 1973, presidido por Héctor J. Cámpora. Se alejó definitivamente del trotskismo, ensayó una amplia construcción de la izquierda argentina, fundamentalmente guevarista y marxista, sostuvo que el ERP continuaría combatiendo a “las empresas multinacionales y al ejército argentino” y desarrolló una activa campaña política en los centros industriales con el fin de reclutar dirigentes obreros revolucionarios.
La actividad militar del ERP se complejizó: los ataques a los cuarteles y el desarrollo de la guerrilla rural en Tucumán lo hicieron tender a un cierto militarismo y al aislamiento político.
La muerte de Perón en 1974 y la creciente violencia estatal contra el movimiento revolucionario lo convencieron de reforzar el camino de las armas para hacer frente a lo que él consideraba un golpe militar inevitable. Luego de la derrota militar trágica en el asalto al cuartel de Monte Chingolo, en diciembre de 1975 (en el cual fueron asesinados más de sesenta guerrilleros del ERP), de la creciente pérdida de influencia, del retraimiento de las organizaciones guerrilleras, del movimiento de masas y de la persecución a la izquierda por parte de los comandos de ultraderecha y del Estado, Santucho impulsó el combate contra la dictadura instaurada en marzo de 1976, la cual estableció el más brutal Estado terrorista de la historia argentina, liderado por el general Jorge Rafael Videla. Con el objetivo de combatir dicho régimen, realizó el intento final de unirse a los Montoneros y a otras fuerzas en la Organización para la Liberación de Argentina (OLA), y de estimular la resistencia fabril al Estado terrorista.
Frente a la dramática situación de bajas y asesinatos de los militantes revolucionarios, aceptó retirarse al exilio en Cuba en julio de 1976, pero fue sorprendido por una patrulla militar que invadió su casa horas antes de su partida. Tras un violento combate, Santucho fue asesinado. Trasladado al principal cuartel militar de Campo de Mayo, su cuerpo desapareció, de la misma manera en que había sucedido con el del Che Guevara.