Como consecuencia de una campaña nacionalista que movilizó al país, en 1953 la prospección, importación, explotación y el refinamiento de petróleo en Brasil pasaron a ser exclusividad del Estado, con excepción de dos pequeñas refinerías privadas, ya existentes antes del monopolio. En las décadas siguientes, la cuestión del control estatal sobre el petróleo ha sido, tanto por la importancia simbólica como por la real, el principal divisor de aguas entre las corrientes políticas liberales y las nacionalistas que, por lo menos en esta cuestión, fueron las que tuvieron la última palabra.
En el año 1970, el 70% del petróleo consumido en Brasil era importado y esa proporción creció a cerca del 85% en 1978. Con el alza de los precios resultante de la política de la Organización de los Países Exportadores de Petróleo (OPEP), ese ítem llegó a representar, en valor, alrededor de la mitad de todas las importaciones de Brasil, y se transformó, junto con el aumento de los intereses de la deuda externa (una consecuencia indirecta del alza de precios), en el principal factor de estrangulamiento de la economía brasileña, hasta entonces una de las que más crecía en el mundo.
El gobierno intensificó las inversiones en exploración y producción de petróleo y gas natural, implementó programas de racionalización del uso de la energía e incentivó la utilización de otras fuentes energéticas, principalmente la hidroeléctrica, muy abundante en el país, y del alcohol, que reemplazó a la gasolina en más del 55% de los automóviles y camiones livianos producidos desde 1980 hasta 1993. Dicho compuesto también pasó a ser adicionado a la gasolina común en una proporción de hasta un 22%: una experiencia pionera en el mundo, con efectos colaterales positivos en el control de la contaminación.
La empresa Petróleo Brasileiro S.A. (Petrobras) se convirtió en un récord mundial en la producción comercial de petróleo en aguas profundas, principalmente en la Cuenca de Campos, a lo largo del Estado de Río de Janeiro.
La combinación de tales medidas redujo la dependencia del petróleo importado al 45% del consumo en 1985. Con la caída de los precios de ese producto a fines de la década de 1980 y con las crecientes dificultades financieras del gobierno federal, las pesadas inversiones necesarias para sustituir el petróleo importado se tornaron menos prioritarias. También se suspendieron las inversiones en la producción de alcohol combustible y se redujeron los subsidios a su uso. Aún así, la dependencia de las importaciones continuó cayendo gradualmente y, en 2005, se había reducido prácticamente a cero.
Cabe destacar que tal tecnología implicó una inversión y un costo de producción relativamente altos. Se justificó ante las necesidades del país de reducir su dependencia externa y ahorrar divisas, y también ante los altos precios del petróleo en los años 70 y 80 (y después de 2003), pero nunca habría sido desarrollada por una multinacional privada mientras ésta tuviera la posibilidad de explorar petróleo a un costo mucho más bajo en otras partes del mundo. Es un ejemplo de aplicación exitosa de una lógica y de una noción de eficiencia diferente de la neoliberal. Si Brasil se hubiese atenido estrictamente a esta última, no habría llegado a producir petróleo a una escala significativa y estaría atravesando restricciones aún mayores en su crecimiento.
El monopolio del petróleo fue confirmado por la Constitución de 1988 y se extendió a la adquisición de alcohol combustible de los fabriles. Sin embargo, no ocurrió lo mismo con el gas natural, el cual pasó a ser responsabilidad de empresas dependientes de los diferentes estados y, más tarde, privadas.
Sin embargo, en 1997 se sancionó una ley que reglamentaba la flexibilización del monopolio del gobierno en cuanto a la exploración de petróleo y creaba la Agencia Nacional del Petróleo (ANP) para regular y fiscalizar el sector, reemplazar al Departamento Nacional de Combustibles (DNC), responder por la formulación de planes nacionales de refinamiento y abastecimiento y promover licitaciones para la exploración y la producción. Se licitaron centenas de bloques de cuencas sedimentarias con posibles reservas, con un plazo de nueve años al comienzo de la exploración, pero Petrobras pudo participar de dichas licitaciones y ganó muchas de ellas. Hasta 2005 todavía no había producción privada de petróleo en Brasil. Por otro lado, se incentivó a la empresa estatal a invertir en otros países y a actuar en ellos como una multinacional.
En 2004, las reservas “probadas” de petróleo de Petrobras se estimaban en 9.900 millones de barriles de crudo y condensado, sin contar el gas natural de valor energético equivalente a 1.900 millones de barriles de petróleo (un barril de petróleo equivale a 150m³ de gas natural). Esto corresponde a dieciséis años de producción de petróleo y a catorce de gas, pues el promedio de producción diario era de 1,66 millones de barriles por día de petróleo (75% extraído del mar) y 359.000 barriles por día de petróleo equivalente en gas natural.
La empresa poseía, ese año, once refinerías con una capacidad total de 1.996.000 barriles por día (120% de la capacidad de producción), además de dos grandes fábricas de fertilizantes, diez usinas termoeléctricas con una capacidad de 1.912 MW, dos hidroeléctricas con 1.685 MW y numerosas inversiones en petroquímica, en sociedad con algunos grupos privados.
Petrobras extrae petróleo también en la Argentina (114.000 barriles por día), Venezuela (51.000), Perú (13.000), Bolivia (7.000) y Ecuador (5.000). Posee derechos sobre reservas totales de 1.010 millones de barriles de petróleo y 860 millones de barriles equivalentes de gas natural en esos cuatro países, además de dos refinerías en Bolivia y dos en la Argentina, con una capacidad total de 129.000 barriles por día. Opera el trecho brasileño del gasoducto Gasbol (Bolivia-Brasil), que atiende al 30% del consumo brasileño de gas natural.
En 2006, Sergio Gabrielli, el entonces presidente de Petrobras (2005-2012) anunció la descubierta de las reservas pre-sal, lo que colocó a Petrobras y a Brasil en un nuevo nivel en el escenario mundial de los combustibles fósiles. La empresa, entonces, fue en busca de las adaptaciones y estrategias necesarias para vencer el desafío de extraer petróleo en aguas profundas con tecnología propia. Lanzó los programas Prosal, que desarrolla investigaciones con apoyo de universidades y el Programa de Innovación Tecnológica y Desarrollo Avanzado en Aguas Profundas y Ultra profundas, Procap.
Los pozos ya instalados en el pre-sal presentaron productividad muy por encima del promedio mundial. Petrobras posee reservas y tecnología para mantenerse al frente del mercado por décadas. De 2010 a 2014 el promedio de producción diario de las reservas del pre-sal creció diez veces, avanzando de 41 mil barriles diarios (promedio en 2010) a 520 mil barriles diarios. En diciembre de 2014 la producción alcanzó el promedio de 666 mil barriles de petróleo por día (bpd), superando en 10% el record anterior, de 606 mil bpd. La producción total de petróleo y de gas natural, en diciembre de 2014, alcanzó el promedio de 2 millones, el equivalente a 863 mil barriles de petróleo por día, 5,1% por encima del volumen de 2013.
El record de barriles diarios del pre-sal fue alcanzado el 11 de abril de 2015, con la marca de 800 mil bdp, oriundos de 39 pozos productores. Veinte de ellos están localizados en la Cuenca de Santos, que responde por 64% de la producción (511 mil barriles por día), los otros 19 pozos son de la Cuenca de Campos, que responden por 36% de la producción (291 mil barriles por día). Desde 2014, Petrobras es la mayor productora de petróleo del mundo entre las empresas de capital abierto.
La Agencia Internacional de Energía (AIE) prevé que la producción en Brasil alcanzará de 6 a 7 millones de barriles por día en 2035 y que el consumo interno será de 3,5 millones de barriles por día, con excedente exportable de 3 millones de barriles por día.
La descubierta del pre-sal y la consecuente valorización de la Petrobras despertó el interés en el escenario internacional y está en el centro de las disputas políticas en Brasil, exacerbando la lucha de los neoliberalistas por la privatización de la empresa, arquitectada desde el gobierno Fernando Henrique Cardoso. En 2014, una investigación de la policía federal, la operación Lava-jato desvendó un esquema de lavado de dinero envolviendo al exdirector de abastecimiento de Petrobras, Paulo Roberto Costa y el cambista Alberto Youssef. Ambos firmaron un acuerdo de delación premiada, con el objetivo de disminuir sus penas y dieron inicio a una serie de testimonios, envolviendo políticos, empleados públicos de alto escalón y las principales contratistas del país en una red de corrupción.
Las investigaciones de la Policía Federal sucedieron en 2014, año electoral en que se disputaba, entre otros cargos, la presidencia de la República. Y las fugas de las delaciones de Costa y Youssef –protegidas por secreto de justicia– fueron divulgadas en la prensa siguiendo intereses partidistas, especialmente los de la oposición. El proceso penal ganó la prensa en la forma de revelaciones sin cualquier respaldo o confirmación, en una maniobra para cambiar el rumbo de las elecciones, que indicaban la re-elección de la presidenta Dilma Rousseff. El noticiero, sin embargo, desgastó a la presidenta de Petrobras, Graça Foster, que acabó sustituida por Aldemir Bendine, el día 6 de febrero de 2015.
En mayo de 2015, la Policía Federal había indiciado a 22 personas al Ministerio Público Federal y habían sido expedidos más de setenta mandados de prisión preventiva desde el inicio de las investigaciones.