Con la publicación de Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de Neftalí Ricardo Reyes Basoalto, o Pablo Neruda, en 1924, la poesía latinoamericana de lengua hispana dio un salto definitivo hacia el siglo XX. Lanzada bajo la inspiración de lo contemporáneo, la segunda obra del poeta chileno tuvo gran aceptación popular y lo proyectó hacia un lugar único en el escenario poético de América. La envergadura del escritor, que también se dedicó a traducciones y a obras de teatro (como Fulgor y muerte de Joaquín Murieta, 1967), se compara con la “de un planeta poético”.
Su trayectoria literaria concilió períodos distintos de creación, lo que muestra las facetas diferentes de su obra poética: una volcada al amor, la más popular; otra centrada en lo político, en las causas sociales, en los pobres y en los trabajadores; y la tercera basada en la concientización de la intimidad. El vocabulario informal, extraído del día a día amoroso de la adolescencia y utilizado en el conjunto de los primeros veinte poemas, dio lugar al poema épico Canto general (1950); su tono lo aproxima a muchas de las creaciones del poeta brasileño Carlos Drummond de Andrade.
Después de doce años de dedicación a su escritura, iniciada en 1938, construyó un inmenso mural del continente hispanoamericano bajo la triple perspectiva telúrica, histórica y humana. Sus 15.000 versos cantan a la injusticia y al dolor que pesan sobre el ser latinoamericano, de los cuales el escritor intencionalmente se hizo portavoz, llegando a registrar innumerables violaciones cometidas contra el pueblo como, entre otras, el asesinato de Olga Benario, compañera del revolucionario comunista Luiz Carlos Prestes.
El compromiso con la política pasó de la militancia y del ingreso al Partido Comunista al cargo de senador. Vivió en el exilio durante el gobierno de Gabriel González Videla y protagonizó innumerables polémicas, como la alimentada con el poeta mexicano Octavio Paz, al afirmar que “toda creación que no esté al servicio de la libertad en estos días de amenaza total es una traición”.
Las acciones políticas impulsaron también muchos de sus viajes. La visita a la antigua Unión Soviética, a China y a otros países socialistas durante la Guerra Fría fue tema para otro libro, Las uvas y el viento (1954), y lo que motivó su convivencia con intelectuales de generaciones distintas, como los españoles Federico García Lorca, Rafael Alberti y el brasileño Vinícius de Moraes, entre tantos otros. Mantuvo una gama plural de actividades culturales.
En su país fundó y dirigió la revista La Gaceta de Chile en 1955, y en España se encargó de la publicación Caballo verde para la poesía (1938).
Al recibir el Premio Nobel en 1971 ya era un autor consagrado políticamente −o un “poeta de utilidad pública”, como se autodenominaba–. Planteó y desarrolló en su obra las contradicciones de la condición humana al tratar la soledad y la solidaridad, la subjetividad y la ideología.
Su vastísima obra quedó reunida en cerca de cuarenta volúmenes dedicados sólo a las creaciones poéticas. Asimismo, también es extensa la lista de galardones que recibió a lo largo de su vida, entre los cuales se encuentra el Viareggio-Versilia, instituido en 1966 y otorgado a personalidades dedicadas a la cultura y a la promoción del entendimiento entre los pueblos.
Fue uno de los poetas que dio continuidad al trabajo de Gabriela Mistral, por constituir una referencia paradigmática de la poesía latinoamericana que influenció a generaciones de escritores de este y de otros continentes, como lo demuestra el excelente poeta chileno Gonzalo Rojas (Premio Cervantes, 2004). Otras obras: Residencia en la tierra (1935); España en el corazón (1938); Memorial de Isla Negra (1964); Geografía infructuosa (1972); Confieso que he vivido (1974).