El conjunto de mariachis fue la más famosa fusión de timbres entre los conjuntos campesinos de violines con guitarras y sus derivados (guitarra-bajo, viola, etc.), por un lado, y la sonoridad predominantemente de vientos de metal de las bandas militares, por el otro. Por su función más común de servir a un enamorado en las serenatas, el canto se presenta “gritado”, simulando el bel canto masculino. Apareció en el oeste de México, aparentemente a mediados del siglo XIX, en una región de vaqueros blancos (“charros”, que dotaron al conjunto de su vestimenta típica), con alguna influencia indígena y muy poca africana. Ello se manifiesta en sus ritmos y métricas europeos: en lo fundamental el 3/4 del vals, el 2/4 del corrido y el 4/4 de la balada (hacia la cual convergieron, en el siglo XX, muchos boleros).
La tradición oral vincula etimológicamente su nombre al término francés para matrimonio, mariage, pero su existencia anterior a la intervención francesa en México (1861-1867) plantea dudas sobre esa suposición. Otros argumentan que el término proviene de lenguas indígenas; probablemente se originó asociado a cantos a María, sea en su acepción religiosa, sea en su asociación laica como sinónimo de mujer. Sus letras manifiestan una visión masculina (para no decir abiertamente machista) de la relación amorosa. Tras la Revolución Mexicana (1910-1920) los mariachis se convirtieron en símbolo nacional y, después de que el cine los difundiera por toda América Latina, en todos lados, su música fue reconocida como “mexicana”.
Sus principales exponentes fueron el cantante y autor José Alfredo Jiménez (1926-1976) –compositor de “El Rey”–, y los grandes galanes del cine Jorge Negrete (1911-1953) y Pedro Infante (1917-1957).