Fundado en 1966, en Colombia, por Santiago García y un grupo de artistas, el Teatro La Candelaria constituyó, durante casi cuarenta años, uno de los emblemas del teatro de grupo en América Latina. El equipo fundador estuvo integrado también por Patricia Ariza, Peggy Ann Kielland, Celmira Eepes, Vicky Hernández, Azeneth Velásquez, Isabel Sánchez, María del Rosario Ortiz, María Arango, Marina Zárate, Carlos José Reyes, Jaime Guillén, Frank Preuss, Fernando Laverde, Fernando Mendoza, Eddy Armando, Miguel Torres, Jacques Mosseri, Mario Posada, Mauro Echeverri, Roberto Álvarez, Rafael Murillo, Francisco Martínez, Eduardo Gómez y Raúl García, entre otros.
El grupo atravesó varias etapas. Primero, la Casa de la Cultura (1966-1968), con puestas en escena como Soldados y Metamorfosis, escritas y dirigidas por Carlos José Reyes; La manzana, de Jack Gelber, Marat Sade, de Peter Weiss, El matrimonio, de Witold Gombrowicz, La gaviota, de Antón Chéjov, La historia del zoológico, de Edward Albee, La cocina, de Arnold Wesker, Dúo, de Jorge Blanco, y El baño, de Vladimir Mayakovski, todas a cargo de Santiago García; Macbeth, de William Shakespeare, con dirección de Enrique Buenaventura; La patente, de Luigi Pirandello, dirigida por Reyes; El objeto amado, de Alfred Jarry, y Fando y Lis, de Fernando Arrabal, con puesta en escena de Juan Sebastián.
La segunda etapa, de repertorio universal (1969-1971), ya en el barrio La Candelaria, incluye El alma buena de Tse-Chuang, de Bertolt Brecht, El triciclo, de Arrabal, El cadáver cercado, de Kateb Yacine, El menú, de Buenaventura, a cargo de García; Ubu encadenado, de Jarry, y Parlamento de Ruzante que ayer llegó de la guerra, de Ángelo Beolco, dirigidas por Juan Sebastián; y Divinas palabras, de Valle Inclán, montada por Carlos José Reyes.
La tercera etapa de la creación colectiva (1972-1981) estuvo integrada por las puestas en escena de Santiago García: Nosotros los comunes, La ciudad dorada, Guadalupe años sin cuenta (Premio Casa de las Américas, 1976), Los diez días que conmovieron al mundo (Premio Casa, 1978); Golpe de suerte ; y Morte e vida severina, de João Cabral de Melo Neto.
La cuarta etapa, denominada “Actores y Dramaturgos” (1982-1996), marcó junto con Diálogo del rebusque, Corre, corre Chasqui Carigüeta, El paso, Maravilla Estar, La trifulca, En la raya o Manda Patibularia, de García, la necesidad de que otros actores se convirtieran en actores-directores. De esta manera, Fernando Peñuela creó La tras-escena y Tráfico pesado; Patricia Ariza, El viento y la ceniza, y Nohora Ayala emprendió la dirección de Femina Ludens, liderada por mujeres. Con Fanny Baena, Nohora creó otra aproximación al universo femenino: Próxima estación.
La etapa más reciente, aún no calificada, está marcada por una experiencia de desafío y ruptura en vísperas de completar sus cuatro décadas: Nayra (La memoria) , la creación colectiva en la cual se le dio más libertad a las propuestas individuales de cada uno. La obra se apoya en un discurso sin fábula y sin personajes, guiado por la exploración en el campo de la memoria, los mitos, arquetipos, sueños, esperanzas y dolores del mundo presente.
Principios de la creación colectiva
La Candelaria defiende la creación colectiva, que entiende, de manera libre y de acuerdo con ciertos principios: la motivación, fruto de la práctica política, para abordar una puesta en escena adecuada al momento por el que la sociedad está atravesando; la investigación, que incluye textos oficiales y extraoficiales; entrevistas que traten el tema seleccionado y de otras fuentes; la propuesta de un relato o historia básica a partir de la cual se busca el tema por medio de improvisaciones sobre las fuerzas en conflicto (para cada puesta se trabajan diferentes formas de improvisación, que resultan de las dos primeras etapas y de las experiencias de los montajes anteriores); el tema de una obra “es el asunto fundamental del que trata, es la sustancia del contenido” y es a través de la “elaboración de la forma como se va aclarando, definiendo, precisando el tema”; la formulación de una primera hipótesis de estructura: el argumento va apareciendo por medio de las explicaciones del tema, así la obra se estructura por líneas argumentales y temáticas; la estructuración del texto literario e iconográfico, para el cual el grupo se divide en comisiones: música, vestuario, escenografía y dramaturgia, en la fase de mayor creatividad, de la cual depende la puesta definitiva.
Con el sello Ediciones, La Candelaria ha publicado trabajos como el libro Teatro La Candelaria 1966-1996. Del grupo surgieron creadores que impulsaron importantes proyectos en diferentes épocas de la escena colombiana, como Miguel Torres, director de El Local, Eddy Armando, guía de La Mama y Jorge Vanegas, entre otros.
Muchos de los actuales integrantes del grupo La Candelaria mantienen una vida profesional activa dentro y fuera del mismo, como profesores o al frente de diversos proyectos. Patricia Ariza preside la Corporación Colombiana de Teatro y dirige los grupos Rapsoda, integrado por jóvenes, y Flores de Otoño, compuesto por mujeres de la tercera edad; Fernando Peñuela dirigió Detrás de nosotros con Rapsoda; César Badillo incursionó en el cine bajo la dirección de Orjuela (El carro) y Ciro Gómez (La sombra del caminante).
Santiago García
La trayectoria del Teatro La Candelaria se confunde con la de Santiago García. En sus comienzos como director, García incursionó en el teatro del absurdo europeo y en aspectos formales por medio del repertorio clásico. En 1965, influenciado por Brecht, montó Galileo Galilei con el grupo de teatro de la Universidad Nacional. Luego adaptó las teorías brechtianas y continuó desarrollándolas con La Candelaria. Su obra está profundamente ligada a la del grupo. Además de desempeñarse como actor, director, autor individual o de obras de creación colectiva, también trabaja como profesor, dentro de la perspectiva del movimiento Nuevo Teatro Colombiano, buscando un lenguaje teatral propio. Se rehúsa a entender la creación colectiva como método y, preocupado con la búsqueda de una identidad nacional, además de Brecht incorporó el estructuralismo, la semiología, lenguajes espaciales como la quinesis, el acto del habla, la física cuántica, la teoría del caos y otras.
Ex director de la Escuela Nacional de Arte Dramático, García dirige el taller permanente de investigación y formación teatral desde 1983 y es miembro ejecutivo de la Corporación Colombiana de Teatro. Es fundador y miembro del equipo pedagógico de la Escuela Internacional de Teatro de América Latina y el Caribe (Eitalc). Recibió premios nacionales e internacionales, entre ellos, el Premio Ollantay, 1985, del Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral (Celcit); Medalla al Mérito de Contracultura; Medalla al Mérito Artístico Instituto Distrital de Cultura y Turismo, Alcaldía Mayor de Bogotá; Medalla al Mérito “10 Años al Paso”, 1995; Doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional de Colombia, 1998; Orden de Caballero por el Senado de la República, 1998; Orden Civil al Mérito José Acevedo y Gómez, Concejo de Bogotá, 2004. Sus obras se presentaron en diversos festivales de teatro de América Latina y del mundo. Dirigió en México, Cuba, Costa Rica y los Estados Unidos, dio conferencias y talleres en varios países y publicó numerosos artículos en la prensa y en revistas nacionales e internacionales, además del libro Teoría y práctica del teatro. Sus obras aparecieron en revistas especializadas, en 5 obras de teatro (Ediciones Teatro La Candelaria, 1986); Antología del teatro experimental en Bogotá (IDCT, 1995), Tres dramaturgos colombianos (Ediciones Antropos, Escuela Nacional de Arte Dramático, Colcultura, 1996) y El Quijote (Ediciones Teatro La Candelaria, 2002), entre otras.
Comprometido con su realidad, el animador del Teatro La Candelaria considera al teatro
una confluencia entre lo que sucede en la escena y el público. [Es] representación de los conflictos de los hombres en un mundo que se transforma y es transformable por el hombre, esa interacción debe sintetizarse en lo que llamamos la imagen teatral, [noción que para él] no es la ideología ni en concepto, sino que su función es la de romper la ideología o reafirmar los conceptos y las ideologías.
Santiago García define a la dramaturgia como
el arte de inventar o crear un espectáculo teatral con el cual contribuyen varios textos, no sólo el literario, sino también el gestual, el plástico (escenografía y vestuario), el del sonido (música, canciones, ruidos), el del actor, etcétera.
Siempre mostró interés por un teatro que buscara el desarrollo de las acciones antes que el de las ideas o los temas.
Al cumplirse los treinta años de La Candelaria, la revista A teatro escribió: “[…] no dejaron de hacer historia, historias. Locos. Irreverentes. Talentosos. Profesionales. Profundos. Aguantadores. Echados pa’delante. Sin pelos en la lengua. Maestros. Ejemplo. Creadores. Colectivos. (...)”