Importantes espacios de encuentro, los festivales abundan en la vida del teatro contemporáneo en América Latina. Un papel pionero fue el de la Casa de las Américas, de Cuba, que entre 1961 y 1966 organizó seis ediciones de su Festival de Teatro Latinoamericano, con el objetivo de difundir la dramaturgia de la región. Aunque la primera haya consistido en la puesta de obras latinoamericanas por parte de grupos cubanos, desde 1964 la iniciativa favoreció la confrontación internacional al convocar un encuentro de dramaturgos, actores, directores y críticos, con la participación de teatristas de quince países. El acontecimiento se repitió en 1966 con mayor presencia, y se retomó en los años 80 con el Festival de Teatro de La Habana, y los Encuentros de Teatristas Latinoamericanos y del Caribe (La Habana 1981 y 1987, Granada, Nicaragua, 1983), y en 2001 con la Temporada de Teatro Latinoamericano y Caribeño Mayo Teatral.
Otro pionero, el Festival Internacional de Teatro de Manizales, Colombia, se fundó en 1968, con perfil universitario, inspirado en el Festival de Nancy (Francia), y en 1973 se convirtió en la Primera Muestra Mundial de Teatro, con la participación de más de 80 grupos y casi 4.000 personas. Por razones internas, el festival entró en receso de 1972 a 1984, y reapareció, con perfil menos politizado y más abierto a lo diverso, interesado en reafirmarse como espacio de encuentro.
A fines de la década de 1960, estos festivales proliferaron. La investigadora argentina Marina Pianca, luego de reconocer que fueron esos encuentros los que más se acercaron a concretar los ideales panamericanos de Simón Bolívar y José Martí, señala que –a consecuencia de la vida socioeconómica y política de los países sedes y de la problemática global de la región–, fueron perdiendo en buena medida su lugar como espacios de encuentro de un movimiento teatral
que se definía por un proyecto social compartido, que lo impulsaba a una búsqueda consciente, transindividual y transnacional, de una homología estructural entre las estructuras significativas de las obras y las estructuras de consciencia […] Y, sin embargo, los festivales nacieron y crecieron porque eran el vehículo de ese proyecto y de esa prospectiva. [...] Paradójicamente, pareciera que cuando mayor es el boom de los festivales y encuentros, más lejana está “Nuestra América”.
Grandes encuentros y festivales alternativos
Es bastante complejo caracterizar la problemática de los festivales de teatro en una época en que esos encuentros responden a las más variadas motivaciones y criterios conceptuales. Nacionales, regionales, internacionales o especializados, pueblan el subcontinente. Son más efectivos cuando más responden a las necesidades locales y favorecen talleres y otras instancias de trabajo común.
Grandes acontecimientos, con altos financiamientos del Estado y/o de empresas privadas, se centran en grandes producciones del teatro mundial. Así, el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, creado en 1988, se ha transformado en un encuentro cada vez más enfocado hacia la participación internacional. Autoproclamado el “más grande del mundo”, en 2004, de 29 países, recibió sólo 11 de Iberoamérica. En el Cono Sur, dos encuentros vitrina son el Teatro a Mil, en Santiago de Chile y el Festival Internacional de Buenos Aires. Los grandes festivales han generado o situado de modo preferente cierta estética que tiende a la estandarización internacional, dirigida a todo tipo de público y fácilmente digerible. La proliferación de festivales y el surgimiento de redes y circuitos que los interconectan, o su apertura a ferias y mercados, favorece también un modo de circulación expedito de espectáculos legitimados por esta vía.
Frente al Festival Iberoamericano, la Corporación Colombiana de Teatro organiza desde 1996 el Festival Alternativo de Teatro, que continúa los del Nuevo Teatro de los 70 y 80. Se celebra simultáneamente a aquel, no como oposición sino para fortalecer el movimiento teatral colombiano, y estimular la dramaturgia nacional, con grupos de todo el país y funciones en espacios alternativos, mercados, escuelas, centros comunitarios y penitenciarios.
Interesantes para el teatro local son dos iniciativas descentralizadas, en Venezuela: el Festival de Teatro de Oriente, Barcelona, desde 1976, y el Festival de Teatro de Occidente, Guanare, fundado en 1981, así como la Muestra Internacional de Teatro y Títeres, que se proyecta a los barrios de Caracas.
En 1984 se creó la Muestra Internacional de Teatro de Montevideo, Uruguay, por la Asociación de Críticos, pero cesó en 2001 por falta de apoyo. En 2002 nació la Muestra de Teatro de Mercosur Interior, en Paysandú, y en 2005 se fundó el Festival Internacional de Teatro César Campodónico “Por la memoria”.
Nacionales han sido los festivales de Medellín y Cali (Colombia), el de Camagüey (Cuba) y el reciente I Encuentro Nacional de Teatro, de San José (Costa Rica). Desde 1997, el Festival de Teatro de Santa Cruz de la Sierra, organizado por la APAC y bajo la dirección de René Hohenstein valoriza la plataforma de teatro boliviano.
Para niños, fue pionero el Festival Latinoamericano de Teatro para la Infancia y la Juventud de Necochea, provincia de Buenos Aires, iniciado en 1961, que desde 1985 se abrió a otros géneros. El Festival de Títeres de Tlaxcala alcanzó más de quince ediciones. La Bienal Latinoamericana Itinerante de Teatro de Muñecos existe desde 1992 en Venezuela y ha promovido otros encuentros. Y en Matanzas, Cuba, se celebra cada dos años desde 1994 el Taller Internacional de Teatro de Títeres.
En Brasil, dedicado a las nuevas tendencias existe desde 1968 el Festival Internacional de Teatro de Londrina (FILO), mientras que el Festival Internacional de Teatro de Curitiba privilegia estrenos brasileños. Como FILO, el Festival Latinoamericano de Córdoba (1968) induce a la integración regional.
Por su parte, el Festival Internacional “Mujeres en la Danza”, de la Casa de la Danza, en Quito, Ecuador, mantiene un espacio paralelo para jóvenes coreógrafos. Dedicado al teatro callejero, en 1997 se fundó en Bogotá el Festival al Aire Puro.
Otros encuentros más jóvenes son Ni Tansolos, Festival Internacional de Teatro Unipersonal, que reúne en Lima, (Perú) experiencias de pequeño formato, y el Festival Internacional de Monólogos, con su primera edición en 2005, en Venezuela.
Más allá de las fronteras latinoamericanas
Fuera de América Latina, un espacio fundamental ha sido el Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz, que ya ha cumplido veinte años. Propiciando la convivencia, ha sido un verdadero lugar de encuentro, del que Santiago García dijo: “se puede discutir y hablar más en Cádiz que en los festivales de aquí”, aunque en ediciones recientes, debido a recortes presupuestarios, se ha hecho difícil la confluencia de todos los grupos, condición necesaria para el verdadero diálogo.
Con perfil francoibérico y latinoamericano, se celebra el Festival de Teatro de Bayona; desde 1988 el Festival del Sur, Encuentro Teatral Tres Continentes de Agüimes, en Las Palmas (Canarias), y desde 1991, en París, el Festival Don Quijote de Teatro Hispano. El Festival Internacional de Teatro de Expresión Ibérica (FITEI), en Porto (Portugal), se inició para la escena del teatro independiente de Portugal y España, se abrió a América Latina y África, y recientemente incorporó un perfil mundial. El Festival de Teatro de las Américas, fundado en Montreal, Canadá, en 1988, redujo su acción en la cooperación Norte-Sur desde 1993, cada vez con menos presencia latinoamericana. El Festival Internacional de Teatro Hispano del Teatro Avante, en Miami, agrupa teatro de habla española. Y desde 2002, el Festival Internacional de Teatro de Los Ángeles promueve la escena latinoamericana.