La actuación del consagrado Teatro Experimental de Cali (TEC) trasciende las fronteras de Colombia y el ámbito latinoamericano. Su nombre se asocia al de Enrique Buenaventura (1927-2003), director, dramaturgo e investigador teatral, además de pintor, poeta y cuentista. Buenaventura estudió pintura, escultura y filosofía y, aunque no haya aprendido el oficio del teatro en ninguna escuela, se convirtió en uno de los grandes maestros y teóricos de la escena latinoamericana y en uno de los pilares de la creación colectiva, sobre la cual escribió numerosos ensayos. Tuvo una vida intensa, en su juventud fue profesor de literatura, artista de circo, actor de radio, periodista, actor del teatro gaucho, junto con el argentino Francisco Petrone, y marinero de un barco contrabandista en el Caribe. En Brasil, además de hacer teatro, fue ayudante de cocina, pintor de paredes, ilustrador de revistas y cuentista.
Buenaventura fue profesor (y director interino) de la Escuela Departamental de Teatro de Cali, desde su creación en 1955, y ésta estuvo vinculada con el origen del TEC. En la Escuela Departamental, los alumnos eran principalmente obreros y artesanos. Fue contratado para dirigirla el español Cayetano Luca de Tena, quien proyectó la puesta en escena de La Natividad, con Enrique Buenaventura como asistente.
El grupo tuvo en cuenta las características del público de la región. Con Buenaventura al frente montaron obras de su autoría como Misterio de los Reyes Magos, Tío Conejo zapatero y A la diestra de Dios padre, piezas de Antón Chéjov, Molière, Miguel de Cervantes, William Shakespeare y Jean Giraudoux, así como también Las Convulsiones, de Vargas Tejada, e Historias para ser contadas, de Osvaldo Dragún. Asimismo, la agrupación participó del Festival Internacional de Teatro, organizado desde 1957, y obtuvo numerosos premios. En 1960 fue invitada a participar del IV Festival de Teatro de las Naciones en París, en el cual la segunda versión de A la diestra de Dios padre obtuvo un gran éxito. El equipo se convirtió en el Teatro Escuela de Cali, realizó una gira por Colombia, Ecuador y Venezuela, y montó la obra Ubu. Profesionalizado en el año 1962, el Teatro Escuela de Cali consolidó una estrategia que conectaba la dramaturgia universal con los problemas de su público. Así, organizó temporadas populares y firmó un convenio de intercambio con la Casa de la Cultura de Bogotá (antecedente del Teatro La Candelaria).
En 1967, Buenaventura dictó un curso de expresión corporal en Bogotá y dirigió Macbeth. En contrapartida y como parte de un convenio de colaboración, Santiago García, del recién fundado Teatro La Candelaria, montó en el Teatro Escuela de Cali La trampa (escrita por Buenaventura), obra que criticaba al dictador guatemalteco Ubico. La pieza fue interpretada como alusión a las Fuerzas Armadas de Colombia. Hubo medidas represivas, las cuales se agravaron cuando Buenaventura montó Los papeles del infierno, de Bertolt Brecht, basada en la estructura de terror y de miseria del Tercer Reich. El Teatro Escuela de Cali cambió entonces su nombre por el de Teatro Experimental de Cali.
La trayectoria del TEC
En las puestas en escena iniciales de los clásicos realizadas por el TEC colaboraron creadores tales como los maestros Hernando Tejada y Grau, en las escenografías, o Luis Bacalov, que musicalizó piezas como La discreta enamorada. Desde aquel entonces las realizaciones del grupo se caracterizan por su gran creatividad. Integraron el grupo Vicky Hernández, Helios y Aída Fernández, Jorge Herrera, Yolanda García, Humberto Arango, Fanny Mikey y Lisímaco Núñez, entre otros, así como Jacqueline Vidal, actriz francesa de quien Buenaventura se enamoró y que se convirtió en una estrecha colaboradora.
Bajo la orientación de Buenaventura, el TEC emprendió importantes investigaciones relacionadas con la creación colectiva y transmitió una valiosa experiencia en puestas como El rey Ubu, basada en Alfred Jarry, El canto del fantoche lusitano, de Peter Weiss, El convertible rojo y Soldados, de Buenaventura, en la cual él realizó una inteligente adaptación de Bertolt Brecht. De la experiencia de confrontación y debate de Soldados, nació La denuncia, que logró una importante aceptación.
Para conmemorar sus 45 años, el TEC presentó El lunar en la frente, Guinnaru y Crónica, dirigidas por Jacqueline Vidal, y La isla de todos los santos. También realizó una gira por la costa Atlántica y por el Eje Cafetero del país.
En los últimos tiempos, el TEC, siempre con Enrique Buenaventura al frente, hasta su muerte en diciembre del 2003, supo enfrentar la constante crisis económica. Todos los días los actores se reunían en su sede en el centro de la ciudad de Cali para almorzar, al estilo de los grupos de teatro tradicionales.
El TEC realizó giras por Ecuador, Venezuela, Bélgica, Dinamarca, Italia, Cuba, Estados Unidos, México, Argentina, Polonia y España. También participó de numerosos festivales, además de los ya mencionados: Nancy (1970), Manizales (1973), San Juan (1973), V Festival de Teatro Chicano y I Festival de Teatro Latinoamericano, (México, 1974), IV Festival de Teatro Universitario de L’Aquila (Italia, 1976), VI Festival Cervantino (México y Caracas, 1981), Festival Mundial de Teatro Amateur (Mónaco), II Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz, y Festival Iberoamericano de Bogotá (1997), así como también de varias ediciones del Festival Alternativo de Teatro realizado en Colombia.
Buenaventura, el inspirador del TEC
Tan brillante trayectoria no puede disociarse de la de Enrique Buenaventura, figura emblemática del grupo de Cali. Con el TEC, él montó buena parte de su copiosa obra dramática, que consta de más de cien piezas y entre las que se destacan textos como Alí Babá y los cuarenta ladrones, Los inocentes, La denuncia, La maestra, La orgía, La estación, El demonio llegó a casa, Historia de una bala de plata (que obtuvo el premio Casa de las Américas en 1980), La trampa, El menú, Escuela de viajeros, Ópera bufa y Guinnaru. También fue fundador y miembro activo de la Corporación Colombiana de Teatro. Lector infatigable, hasta el final de su vida escribió poemas, cuentos, ensayos y piezas de teatro y, hasta su muerte, mantuvo una columna en el diario El País, de Cali.
A pesar de haber publicado antologías de sus textos teatrales (Ediciones Tercer Mundo, Bogotá, 1963; Instituto Colombiano de Cultura, Bogotá, 1977, y Casa de las Américas, La Habana, 1980), el volumen Máscaras y ficciones (Cali, Universidad del Valle, 1992) y aunque sus ensayos aparecieran en publicaciones teatrales latinoamericanas y del mundo, Buenaventura decía ser un poeta inédito y también lo era, en parte, en los otros géneros. Un proyecto de la Universidad de Antioquía se propuso publicar su obra completa, en un principio estimada en doce tomos.
La investigadora venezolana Elsa Alfonzo Weir divide la obra de Buenaventura en cuatro etapas: de experimentación, con fiestas religiosas y tradicionales colombianas, cuyo propósito era que el teatro llegase hasta el pueblo, y con obras como Tío Conejo Zapatero (1957) y A la diestra de Dios padre (1958); del teatro útil y estético (con su permanencia en Francia entre 1960 y 1965 profundizando sus estudios sobre Brecht); de nacionalización de los clásicos (Ubu Rey, de Jarry), y ruptura del estilo de puestas clásicas, cuestionamiento de las formas tradicionales de hacer teatro, incorporación de las improvisaciones y participación del grupo en los procesos más íntimos del montaje, rumbo a la creación colectiva, con puestas en escena como La trampa, 1966, y Los papeles del infierno, 1968); y la etapa de búsqueda de un teatro mucho más político y popular que mantuviera dentro de sí la idea del compromiso y la conjugase con una profunda modificación política y una gran disconformidad social. Fue durante esta etapa que se fundó el TEC y se estrenó, en 1970, su obra más importante, Soldados, con la cual demostró que el proceso de creación colectiva es una forma consistente de montaje.
Dotado de un sentido del humor inteligente y de una aguda capacidad de análisis, Buenaventura consideraba que el teatro no tiene otro objetivo que el de divertir a la gente, pero él prefería las diversiones que hicieran pensar. También estudió y defendió las raíces indígenas y la esencia americana. En tal sentido, escribió:
Todo en mi teatro es útil: el absurdo, la música, el romance, la historia. Con cada uno de estos elementos construyo mi manera de ver y de sentir a mis hermanos de raza. Busco constantemente dentro de las fuentes de la tradición y del folclore e imagino situaciones en las cuales lo imposible sea posible y que le den alas a la imaginación, pero en ningún momento descarto la universalidad, ya que se es universal en la medida en que se tengan raíces.
Los dientes de la guerra, historia del conflicto armado en su país, fue la última obra de Buenaventura. Cumpliendo su deseo, sus cenizas fueron depositadas junto al árbol de mango que se encuentra en el patio del TEC.
El V Festival de Teatro Alternativo de Bogotá, organizado en marzo del 2004 por la Corporación Colombiana de Teatro y respaldado por artistas de todo el país, se dedicó a homenajear a Enrique Buenaventura. Fue inaugurado con su obra Guinnaru, del TEC, dirigida por su esposa, la actriz y directora Jacqueline Vidal, y varios grupos presentaron textos suyos. El Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz, en su XIX edición realizada en el 2004, le otorgó el Premio Atahualpa del Cioppo en forma póstuma.