Panamá
Panamá

Panamá

Nombre oficial

República de Panamá

Localización

América Central. Bañada por el mar Caribe y por el océano Pacífico. Limita al oeste con Costa Rica y al este con Colombia

Estado y gobierno¹

República presidencialista

Idiomas¹

Español (oficial) y lenguas indígenas locales

Moneda¹

Balboa

Capital¹

Ciudad de Panamá (1,683 millones de hab. en 2014)

Superficie¹

75.420 km²

Población²

3.678.128 hab. (2010)

Densidad demográfica²

49 hab./km² (2010)

Distribución de la población³

Urbana (67,12%) y
rural (34,88%) (2010)

Analfabetismo

5% (2015)

Composición étnica¹

Mestizos de amerindios y blancos (65%), amerindios (12,3%), negros o afrodescendientes (9,2%), mulatos (6,8%), blancos (6,7%) (2010)

Religiones¹

Católica romana (85%), protestantes (15%)

PBI (a precios constantes de 2010)

US$ 38.127 millones (2013)

PBI per cápita (a precios constantes de 2010)

US$ 9.866,4 (2013)

Deuda externa pública

US$ 12.230 millones (2013)

IDH

0,765 (2013)

IDH en el mundo
y en AL

65° y 9°

Elecciones¹

Presidente electo por sufragio universal cada 5 años. Legislativo unicameral compuesto por la Asamblea Nacional con 71 miembros, electa por sufragio universal cada 5 años. El ministerio es designado por el presidente.

Fuentes:
¹ CIA: World Factbook.
² ONU: World Population Prospects: The 2012 Revision Database.
³ ONU: World Urbanization Prospects, the 2014 Revision.
4  CEPALSTAT.
5  ONU/PNUD: HumanDevelopmentReport, 2014.

El siglo XX panameño se caracterizó por el nacimiento de un movimiento popular que periódicamente removía los cimientos de la estructura social y de sus instituciones políticas. Los movimientos populares respondían cualitativamente a los diferentes momentos propios del desarrollo capitalista de la época.

Además, se caracterizó por la lucha que el proyecto nacional enfrentó contra el neocolonialismo norteamericano. Los Estados Unidos, aprovechándose del Tratado del Canal firmado en 1903, se apropiaron de un área alrededor de la vía acuática (Zona del Canal de Panamá), la convirtieron en un territorio con jurisdicción subordinada a ellos (hasta 1977) y la ocuparon militarmente (hasta 1999). Los enfrentamientos diplomáticos y políticos de la época culminaron en 1964 con una insurrección popular que modificó la relación entre los dos países.

Ese período también se caracterizó por la aparición de una clase media ascendente, con altos niveles educativos, servicios de salud, desarrollo urbano y gustos por el consumismo. En ese período, la clase media logró formar partidos políticos que irrumpieron con relativo éxito en las luchas por el poder.

A pesar de los avances señalados en el campo de las luchas sociales, nacionales y políticas, Panamá no logró institucionalizar un orden que estabilizara el país. A principios del siglo XXI, los trabajadores y sus organizaciones tendieron a retroceder, tanto cualitativa como cuantitativamente. La evacuación de las bases militares norteamericanas y la entrega del Canal de Panamá al gobierno nacional, concretadas el 31 de diciembre de 1999, todavía no arrojan los resultados esperados. Más aún, la clase media ha perdido su capacidad política para dirigir los destinos del país.

Panamá no ha logrado enfrentar con una política alternativa la ofensiva de los países capitalistas más avanzados que han descargado sobre la periferia del sistema capitalista los costos que implica el reordenamiento económico. La llamada globalización, que pretende desarticular a los mercados nacionales formados en el siglo XX, y el neoliberalismo, que sirve de bandera ideológica de este movimiento, han hecho incursiones importantes en Panamá. A pesar de contar con algunas ventajas relativas –la posición geográfica (Canal de Panamá, zona franca regional y otros servicios), la formación social de la población–, los últimos gobiernos de turno han cedido ante las instituciones financieras internacionales aplicando políticas de desregularización, flexibilización y privatización.

5387695105_d240151ede_o.jpg
Vista de la bahía de la ciudad de Panamá (Roger Schultz/Creative Commons)

La clase transitista

Para entender este proceso que caracteriza el inicio del nuevo milenio es necesario situarlo en el contexto mismo del desarrollo del capitalismo mundial y en la inserción de Panamá con sus contradicciones. Sin embargo, ese análisis, por sí solo, sería inútil e incompleto para tratar de describir y explicar la realidad panameña. Por esa razón se procederá a descubrir las relaciones sociales que caracterizan a Panamá y la forma en que se fueron configurando a lo largo de la historia.

A diferencia de otros países de la región latinoamericana, Panamá no contó con una oligarquía terrateniente deseosa de aprovechar la demanda de su producción agrícola a cambio de los productos industriales que caracterizaron a la región durante gran parte del siglo XIX y principios del siglo XX. En el caso de Panamá, su posición geográfica y el movimiento financiero dieron lugar a una clase social dedicada a la prestación de servicios (comerciales, financieros y de transporte) que quedó establecida durante la colonia española (siglos XVI al XIX) y que logró sobrevivir al período de la unión con Colombia ya independiente, que duró de 1821 hasta 1903, y al siglo XX (republicano). Esta clase, identificada como transitista, no tiene vínculo con la producción material de riquezas ni con la posesión territorial. Su vocación está ligada al financiamiento de la circulación de mercancías.

Al igual que la burguesía productiva (industrial o agrícola), la fracción capitalista transitista, dedicada a la prestación de servicios, se esmera por hacer crecer sus ganancias. También está sometida a las exigencias de la competencia capitalista que se manifiesta con la transformación constante de las fuerzas productivas (que en el caso de Panamá se traduce en la historia de la ruta de tránsito inicialmente servida por bestias de carga sobre el Camino Real, después reemplazada por un ferrocarril transoceánico y, finalmente, por el Canal a esclusas). Además, al igual que la burguesía en su conjunto, esa parcela transitista para sobrevivir y reproducirse debe influir al gobierno de turno o, si es posible, controlar sus políticas.

El análisis de los procesos sociales que permanecen a nivel de las fuerzas productivas, sin embargo, no logra captar la totalidad de los movimientos que caracterizan una sociedad. Las relaciones sociales se producen y reproducen tanto en los centros de producción material como en la cotidianidad ideológica. En otros países latinoamericanos, las oligarquías latifundistas conseguían ejercer hegemonía sobre los otros grupos sociales y en el caso de Panamá, la hegemonía fue ejercida por la clase que presta servicios en la ruta de tránsito. En este caso particular, la fracción de clase transitista. Es decir, la clase que domina la ruta de tránsito subordinando las políticas productivas y comerciales, así como a los grupos asociados a estas actividades, también ejerce su hegemonía haciendo que sus ideas sean aceptadas como propias por el conjunto de los grupos sociales.

Además, a diferencia de la clase terrateniente, que perdió su hegemonía con las crisis de principios y mediados del siglo XX en América latina, la clase transitista fue cuestionada severamente a mediados del siglo XX, pero todo indica que a principios del siglo XXI logró recuperar la hegemonía perdida.

Un examen de la realidad panameña, que haga hincapié en los retos del siglo XXI, debe tomar en cuenta la relación social entre la fracción de clase transitista y los movimientos populares. Para ello se analizará a continuación la hegemonía de esa clase y los enfrentamientos que ha tenido con los grupos sociales que han retado su ideología, especialmente con los grupos sociales que han levantado proyectos de nación en el último siglo.

Ruta de tránsito y proyecto de nación

Muchos historiadores panameños señalan que para entender a Panamá hay que leer la Declaración de Independencia del 28 de noviembre de 1821. El documento recoge el sentir de criollos, que al igual que en el resto de América, decidieron romper los lazos coloniales con la metrópoli española. En el caso de Panamá, quizás porque la decisión se tomó en forma tardía, se efectuó con mayor madurez.

La Declaración presenta ambigüedades en dos sentidos. Por un lado, plantea la necesidad de asociarse con el proyecto colombiano lanzado por Simón Bolívar, quien llamaba a la unidad regional. Por el otro, rescata su interés de conservar su autonomía económica consciente de su posición estratégica como puente entre los océanos Pacífico y Atlántico.

Esta contradicción constituye el hilo conductor de los procesos sociales del istmo desde la fundación de la ciudad de Nuestra Señora de la Asunción de Panamá (1519) hasta el presente, casi medio milenio. El historiador panameño Castillero Calvo presenta una rica documentación sobre los enfrentamientos entre los intereses pizarristas y los transitistas a mediados del siglo XVI. Calvo se refiere a la producción agropecuaria representada por los españoles que habían participado en la temprana conquista de América (1492-1550). Contaban con privilegios como capitulaciones y mayorazgos, asociados a formas de explotación de latifundios y esclavos. A mediados del siglo XVI, los especuladores que prestaban servicios al tránsito por la ruta de Panamá, comenzaron a desplazar a los productores de los círculos de poder. Este choque generó fuertes enfrentamientos.

En la actualidad, las mismas fracciones siguen luchando por el poder. En aquella época, los transitistas lograron imponerse, entre otras razones, gracias al poder de la Corona española. A principios del siglo XXI, todo indica que la balanza del poder se inclina a favor de los transitistas gracias al apoyo de los Estados Unidos.

Los intereses transitistas son aquellos que se identifican con el mercado capitalista mundial y lo consideran como propio. Es una fracción de clase cuya base de poder no descansa sobre la producción de riquezas (o valores), que no aspira a convertirse en terrateniente y tampoco comanda fuerza de trabajo ni le interesa contar con una burocracia (civil o militar). Su interés es servir de mediador de las mercancías y valores financieros que se ven obligados a transitar por la ruta del istmo de Panamá. Su monopolio sobre la ruta le permite negociar favorablemente con productores, comerciantes e, incluso, representantes de Estados que aspiran a acelerar la realización de sus mercancías.

La colonia española

Durante la colonización española, la fracción transitista panameña se sentía relativamente cómoda bajo la protección de la Corona. Madrid movilizaba su capacidad militar financiada por un incipiente, y aún inseguro, capitalismo europeo.

La biografía moderna del capital comenzó en el siglo XVI, con el comercio y el mercado mundiales. El comercio dominante durante tres siglos fue el que se inició con exportaciones minerales de la cuenca del Pacífico de América hacia Europa, complementadas por mercancías elaboradas en la dirección contraria. El período bajo la bandera colombiana (1821-1903) puede considerarse como un interregno entre el colapso de España y la consolidación parcial de los Estados Unidos.

España necesitaba la ruta del istmo para su política de extracción mineral en América del Sur, iniciada en el siglo XVI, y agotada en el siglo XVIII. Los Estados Unidos, por su parte, necesitaban la ruta para completar su conquista territorial del continente norteamericano, convertirse en potencia mundial, económica y militar, capaz de dominar dos océanos. Los norteamericanos lograron su objetivo, medio siglo después de la inauguración del Canal de Panamá. Hacia fines del siglo XX, el Canal de Panamá (en consecuencia, la ruta del istmo) ya había perdido su importancia estratégica para Washington.

385053280_8050e91e63_o.jpg
Vista aérea del Puente de las Américas, en el Canal de Panamá, en la ciudad de Balboa (Dsasso/Creative Commons)

El siglo colombiano

El colapso del proyecto colombiano de Bolívar en 1831 puso fin al sueño de convertir a la ruta de Panamá en el estrecho de Corinto del mundo moderno. Durante el siglo XIX, la clase transitista sobrevivió gracias a la construcción del ferrocarril transístmico (al servicio del desarrollo de California recién anexada a la unión norteamericana) y al proyecto fracasado del Canal francés, emprendido por el ingeniero Ferdinand De Lesseps (1880).

El siglo colombiano (1821-1903) llegó a su fin de manera precipitada. La Guerra de los Mil Días que enfrentó a conservadores y liberales entre 1899 y 1903 arruinó el país y dejó a la fracción transitista ante un dilema que sólo pudo ser resuelto traicionando a sus protectores de Bogotá. Como señaló el cientista social panameño Hernán Porras, viéndose perdida en la vorágine que significaba continuar en el contexto de un desarrollo nacional, la fracción transitista negoció directamente con los Estados Unidos la independencia del istmo. El elevado precio que pagó por la aventura yankee fue entendido casi inmediatamente por sus autores.

Aunque la fracción transitista, que apareció en Panamá a mediados del siglo XVI, nunca había realizado un proyecto nacional (desarrollo territorial del área sobre la cual ejercía alguna forma de soberanía parcial o total), otros grupos sociales sí lo hicieron. En el siglo XVI, los pizarristas se enfrentaron a los transitistas y fueron derrotados cuando estos últimos recibieron el apoyo de la Corona. Durante el período colonial español, los intentos por darle alguna organicidad a los intereses terratenientes fueron anulados también por la metrópoli.

Durante el siglo colombiano, Bogotá convirtió el Departamento de Panamá en un enclave para alimentar los cofres del gobierno central. Las sublevaciones periódicas que exigían más autonomía eran aplastadas por tropas colombianas interesadas en conservar las fuentes de ingresos para Bogotá.

El movimiento separatista de 1903

De manera contradictoria, la correlación de fuerzas cambió a partir de 1903 con la intervención militar norteamericana que reconoció a la nueva República. Al mismo tiempo, sin embargo, la presencia de los Estados Unidos en el istmo obstaculizó la función histórica de la fracción transitista y complicó el surgimiento de una nueva alianza clasista que pretendía construir el mercado nacional. Hay que recordar que la fracción transitista no tenía vocación para administrar y menos para gobernar. Durante la colonización dejó ese papel a la burocracia al servicio de la Corona. En el siglo XIX, los gobernadores eran enviados desde Bogotá. A partir de 1903 tuvo que recurrir a sus propios recursos humanos con el apoyo de débiles fracciones de los partidos conservador y liberal. Para resolver el problema administrativo tuvo que recurrir a caudillos políticos con capacidad para agrupar a los distintos sectores del país.

Mientras los Estados Unidos se dedicaron a construir el Canal y a utilizarlo en función de sus intereses nacionales, en Panamá se desató una lucha por la hegemonía y el poder político. La lucha por la hegemonía se polarizó sobre dos ejes. Por un lado, el proyecto transitista sintetizado en el logo del escudo que apareció después de la independencia: Pro mundo beneficio (para el beneficio del mundo). Por el otro, el proyecto nacional, sintetizado en la lucha por la soberanía y definido por la creación de un mercado nacional.

La cuestión social y el golpe militar

El proyecto transitista llevaba el sello de varios siglos. En cambio, el proyecto por constituir el mercado nacional sólo entró en vigencia a mediados del siglo XX y representó un reto a la hegemonía de la fracción transitista. Encabezado por una burguesía que pretendía consolidar el mercado, el proyecto nacional encontró aliados estratégicos en la clase obrera, en los productores agrícolas y en una clase media ascendente. Además, sectores vinculados a los servicios y al comercio se sumaron al proyecto nacional sobre la base de una táctica que asumía beneficios coyunturales.

El rápido crecimiento del mercado nacional, traducido en tasas medias anuales de Producto Bruto Interno (PBI) del 8% entre 1953 y 1967, sometió a la fracción transitista a una profunda redefinición. La pérdida parcial de su hegemonía generó una crisis de Estado que se arrastró por casi dos décadas sin solución y provocó el golpe militar de 1968.

El colapso del régimen liberal-transitista a mediados del siglo XX se explica por la creciente debilidad de la fracción transitista y su insistencia en mantener el control sobre las decisiones políticas del país. Las contradicciones internas, a su vez, eran ventiladas por las demandas internacionales que exigían políticas de desarrollo económico y, al mismo tiempo, un control sobre los movimientos sociales alternativos, simpatizantes o no del bloque socialista.

El gobierno militar instaurado en 1968 tenía como objetivo resolver la crisis y estabilizar la situación. Después de un período de incertidumbre, bajo el liderazgo de Omar Torrijos, los militares optaron por apoyar el proyecto de desarrollo nacional. El discurso abandonó el proyecto transitista y se inclinó a favor de una opción desarrollista que implicaba consolidar el mercado nacional. En esa estrategia hay que destacar dos elementos centrales: la nacionalización de la cuestión del Canal sirvió de eje para definir una política de unidad (“por encima de las clases sociales”); el reconocimiento de la cuestión obrera sirvió de eje para resolver la crisis de hegemonía provocada por el debilitamiento de la fracción transitista.

El fuerte endeudamiento de la década de 1970 permitió a los militares invertir en programas sociales y económicos que incorporaron políticamente a la mayoría de los panameños al proyecto nacional. Sin embargo, la descapitalización de la década de 1980 y los cambios internacionales provocaron el colapso del régimen militar y la aparición en la agenda del programa neoliberal.

En este marco se examinarán cuatro actores sociales:

1. la fracción transitista;

2. la burguesía nacional, que es una fusión de la vieja clase de productores agrarios y los industriales, surgidos al calor de las políticas de sustitución de importaciones;

3. la clase obrera, producto de las obras transitistas y, especialmente, de la industria nacional que emergió a mediados del siglo XX;

4. la clase media ascendente producto de las actividades del Canal de Panamá y de la posterior aparición del mercado nacional.

En este examen se evidencia cómo sus intereses se articulan, entran en contradicción y se proyectan hacia el futuro. Deben analizarse sus proyectos estratégicos, sus alianzas (internas y externas) y sus organizaciones políticas.

El examen de los largos procesos de acumulación capitalista mundial no deja duda de la estrecha integración del istmo en el sistema global. Aun cuando el análisis que se hará a continuación privilegie los procesos internos, con todas sus contradicciones, no se restará la importancia que tiene para la formación social panameña el hecho de formar parte de un eje central del proceso de acumulación capitalista global: la ruta del istmo.

2357719617_34ac7b0b97_o.jpg
Mujeres Kuna, tribu indígena que preserva sus tradicionales costumbres, en San Blas, Panamá (Rita Willaert/Creative Commons)

La fracción transitista

La clase capitalista es aquella que mueve recursos, materializa créditos, moviliza mercancías, adquiere fuerza de trabajo y financia la creación de infraestructura. El capitalista sólo trabaja con dinero. El empresario, en cambio, trabaja con el dinero del capitalista para hacer productiva la fuerza de trabajo cuando se combina con la tecnología. La competencia consiste en determinar cuándo la inversión es más productiva.

El empresario, sin embargo, tiene que considerar múltiples factores cuando decide cómo va a organizar sus recursos. Tiene que estudiar la distancia, los obstáculos que existen entre el producto de su inversión y los consumidores, y también conocer el comportamiento y los proyectos de la competencia para determinar sus ventajas y definir sus estrategias.

El istmo de Panamá, desde una época temprana (primera mitad del siglo XVI), fue convertido por la Corona española en una entidad bajo su control político directo para transportar las riquezas mineras de Perú a la metrópoli. Bajo la protección de la Corona, en las ciudades terminales del istmo, se establecieron capitalistas con el único fin de financiar la adquisición de medios de transporte marítimo, fluvial o terrestre. A su vez, prestaban recursos para almacenar y asegurar mercancías en los puertos y para ofrecer alojamiento, alimentación y entretenimiento. Los empresarios, por su parte, traían de cada rincón del imperio español las mercancías solicitadas: madera para barcos, vestimenta para marinos, alimentos para los viajeros y esclavos para realizar el trabajo manual y artesanal.

Entre 1550 y 1650, las ferias del istmo sostenían esta estructura social basada en el transitismo. Españoles, criollos y esclavos formaban las clases sociales presentes en el marco de una sociedad estrictamente jerarquizada. Con la declinación de las ferias a partir de mediados del siglo XVII, España buscó fórmulas para sostener su privilegiada posición geográfica en el istmo (teniendo en cuenta la pérdida de Jamaica y Haití ante sus enemigos europeos).

A partir de 1663, la Corona estableció el “situado” que representaba “un subsidio en metálico que por órdenes de la Corona, la Caja de Lima debía transferir cada año a Panamá para cubrir sus gastos militares”. Junto con el situado, Panamá se benefició del comercio interregional, la trata de esclavos y el contrabando por los cien años siguientes.

Lo que fueron las ferias hasta mediados del siglo XVII, lo siguieron siendo el situado y otras actividades complementarias hasta fines del siglo XVIII. O sea, durante casi tres siglos, los capitalistas transitistas no tuvieron rivales importantes en el istmo de Panamá, sin olvidar la generosa protección de la Corona española.

Para fines del siglo XVIII y principios del XIX, el imperio español ya no se sostenía. Las colonias más atrasadas se rebelaron (Venezuela, Chile y Buenos Aires) y, rápidamente, otras siguieron por el mismo camino. Panamá estuvo entre las últimas colonias del continente que se desgajaron debido a la prosperidad momentánea que habían traído las guerras napoleónicas en Europa y las insurrecciones en América.

La clase transitista negoció los cambios que tenía que realizar con las potencias europeas y también con las nuevas repúblicas americanas. A Gran Bretaña le propuso un complejo sistema de alianzas al estilo anseático para conservar su autonomía relativa y, a la vez, garantizar su protección militar. Envió emisarios a Perú y a México con el fin de explorar posibles acuerdos políticos. Finalmente, los istmeños encabezados por la clase transitista expresaron su voluntad uniéndose a la Gran Colombia, creación reciente de las fuerzas libertadoras de Bolívar.

Durante 300 años el discurso transitista había sido hegemónico en el istmo. A pesar de los problemas, de los momentos difíciles cuando desaparecieron las ferias, cuando disminuyó el situado o declinó el comercio, la respuesta de los capitalistas transitistas siempre fue mantener las esperanzas en una nueva inversión que hiciese la ruta más competitiva. Cuando casi se perdía la última esperanza durante la primera mitad del siglo XIX, el capitalismo mundial dio un nuevo giro introduciendo la industria moderna como eje central de su desarrollo. La demanda de nuevas materias primas y de rutas expeditas para transportar mercaderías, convirtió a Panamá, nuevamente, en un eslabón clave en el proceso de acumulación capitalista.

Desde mediados del siglo XIX, la ruta de Panamá se fue convirtiendo cada vez más en el puente que unía los océanos para el imperio ascendente de los Estados Unidos. En los últimos 150 años (1856-2006), la hegemonía de la clase transitista en el istmo dependió, en gran parte, de sus intereses coincidentes con la potencia norteamericana. Al igual que la Corona española, los Estados Unidos vieron en la ruta de tránsito un punto clave para su expansión comercial y, a la vez, una base para lanzar sus expediciones militares.

La burguesía nacional

La aparición de un mercado interno, producto de las políticas de sustitución de importaciones a mediados del siglo XX, favoreció el surgimiento de la burguesía nacional panameña. Se trataba de una clase relativamente débil si se considera la extensión del mercado interno de Panamá. Sin embargo, tenía a su favor varios factores. Por un lado, la conquista paulatina del enorme potencial adquisitivo resultante de la presencia neocolonial norteamericana (que incluía una poderosa máquina militar) en el istmo. Por el otro, un sector agrícola ansioso por encontrar un mercado para sus productos. Además, una clase trabajadora experimentada a la cual se acoplaba una clase obrera nueva de origen campesino que crecía rápidamente y buscaba empleo.

Al calor de las políticas nacionalistas que promovían inversiones productivas, vías de comunicación internas, gastos en el sector social (salud, educación, vivienda, etc.), la burguesía nacional desafió a la hegemonía de la clase transitista. Logró apoderarse del centenario Partido Liberal, formar alianzas tácticas con las agrupaciones del sector agrario e, incluso, con los partidos que levantaban la bandera proletaria.

Desde 1956 (elección de Ernesto de la Guardia para la presidencia de la República) hasta 1981 (muerte de Omar Torrijos), el proyecto nacional de la burguesía avanzó superando obstáculos y crisis. En la agenda colocó la consolidación del mercado nacional, mediante un conjunto de reformas (tributaria, educativa, urbana y agraria), así como la incorporación de la Zona del Canal (neocolonia norteamericana de mil kilómetros cuadrados que rodeaba la vía acuática). En ese período de apenas veinticinco años, el PBI se multiplicó veinte veces, la clase obrera y la población estudiantil también crecieron diez veces. El reto conservador transitista más serio a este proceso se produjo a fines de la década de 1960. Fue un período de inestabilidad política resuelto mediante el golpe militar de 1968 que permitió que la agenda nacional se acelerara. Las reformas iniciadas por los liberales en la década de 1950 fueron continuadas por los militares en la década de 1970.

Como resultado de estas transformaciones, Panamá llegó a las postrimerías del siglo XX con una estructura social “modernizada”, una economía nacionalizada y una soberanía política consolidada (los tratados del Canal de 1977). En términos ideológicos, sin embargo, la clase transitista aún conservaba suficientes recursos para no perder toda su hegemonía.

Esa fuerza fue esencial para Panamá a fin de enfrentar el proyecto nacional cuando terminaba la década de 1980. En diciembre de 1989, mediante una alianza con los Estados Unidos, se produjo la invasión militar, lanzada por Washington, para derrotar a los nacionalistas remanentes en el poder. Los Estados Unidos justificaron la invasión aduciendo que querían arrestar al jefe de las Fuerzas de Defensa de Panamá, el general Manuel Antonio Noriega, quien fue acusado de narcotraficante y condenado a cuarenta años de prisión en los Estados Unidos. Luego de la derrota, se abandonó la agenda nacional, que había comenzado en la década de 1950, y empezó un período en que prevalecieron las políticas neoliberales (1990-2005) y que se extiende hasta el día de hoy.

Como consecuencia inmediata, la burguesía nacional optó por abandonar sus alianzas tácticas con el sector agrario y el proletariado. Los gobiernos que siguieron a la invasión, dominados por dirigentes comprometidos con el discurso transitista y neoliberal, desmontaron la estructura económica mediante políticas de privatización, reestructuración y flexibilización.

800px-PanamaJustCause1991.jpg
Soldados norteamericanos durante el primer día de la Operación Justa Causa, en diciembre de 1989 (Departamento de Defensa de los Estados Unidos)

El Partido Revolucionario Democrático (PRD), creado en 1978 para abanderar a la burguesía nacional en busca de liderazgo, alteró radicalmente su plan de trabajo después de la invasión norteamericana y se realineó con la clase transitista, hegemónica y conservadora. Con una plataforma que respondía a una agenda neoliberal, el PRD recuperó el poder político perdido en las elecciones de 1994. Sin embargo, la burguesía nacional no se volvió a levantar con el triunfo electoral del PRD. Su proyecto nacional no se recuperó y su lucha por la hegemonía se fracturó.

Lo expuesto no implica que el proyecto nacional haya desaparecido del istmo. Nuevas circunstancias en un futuro pueden generar nuevas condiciones. Incluso, aun cuando el proyecto nacional del siglo XX haya sido hegemonizado por una burguesía asociada a las políticas de sustitución de importaciones, ello no significa que el futuro tenga que plantearse en esos términos.

Desde el siglo XVI, Panamá ha sido testigo de proyectos que por su objetivo pueden considerarse “nacionales”. El historiador Castillero Calvo descubrió a los pizarristas que se enfrentaron a los transitistas por ocupar espacios en la estructura de poder. De igual manera, según el autor, en el siglo XVII aparecieron seguidores de las teorías de quienes pretendían desarrollar el agro panameño. La Guerra de los Mil Días (1899-1903), según Hernán Porras, marcó otro hito cuando la clase transitista perdió momentáneamente su hegemonía ante una alianza de clases nacionales.

La clase obrera

A diferencia de las otras clases sociales panameñas, sobre la clase obrera del istmo se ha escrito mucho. Para algunos surgió con la construcción del ferrocarril entre 1850 y 1855. Para otros, apareció con sus señales precisas cuando se construyó el Canal de Panamá (1904-1914). Hay quienes la ven como el producto del proyecto de industrialización sobre la base de la sustitución de importaciones, a mediados del siglo XX.

Para las primeras dos tesis, sus promotores alegan que el aspecto cuantitativo transformó la estructura social panameña. Los empresarios del ferrocarril, a mediados del siglo XIX, importaron miles de trabajadores de Europa, América y Asia. Las organizaciones laborales fueron efímeras, aunque sus luchas reivindicativas tuvieran éxitos puntuales. A su vez, el gobierno norteamericano, que convirtió la construcción del Canal a principios del siglo XX en una empresa militar, llevó hasta las playas del istmo a más de cien mil trabajadores, en su mayoría del Caribe anglo y francófono. Estos trabajadores antillanos fueron sometidos a un régimen férreo, con ribetes racistas, diferenciados de los obreros norteamericanos y europeos. Las organizaciones laborales de estos trabajadores llegaron impregnadas de ideologías europeas. Los antillanos formaron logias en la tradición de los trade unions ingleses. Los españoles trajeron sus organizaciones anarquistas. Los trabajadores norteamericanos montaron sus organizaciones laboristas.

Los enfrentamientos con las autoridades norteamericanas fueron violentos durante la construcción del Canal. En los diez años se produjeron más de 100 huelgas y paros, y los Estados Unidos respondieron con represión y despidos masivos. Terminada la construcción, las organizaciones se consolidaron y aparecieron grupos socialistas y comunistas. La Federación Sindical de Panamá fue la primera organización que respondió a intereses más amplios, incorporando a su programa la necesidad de apoyar las luchas sociales. Se destacó en la gran huelga inquilinaria de 1925.

A partir de ese año, los trabajadores incorporaron la cuestión social en su agenda estrechamente ligada a la cuestión nacional. La huelga inquilinaria tuvo un saldo de ocho muertos producto de la intervención militar de los Estados Unidos, que había sido solicitada por el gobierno panameño. Los trabajadores tomaron plena conciencia de que la solución a sus problemas no se iba a encontrar en una instancia extraña.

Durante veinte años (1925-1945), los trabajadores siguieron siendo reprimidos, aunque con una tregua parcial durante la Segunda Guerra Mundial. La influencia del Partido Comunista y del Partido Socialista creció en forma significativa introduciendo otra visión ideológica alternativa a la creciente clase trabajadora y a los sectores populares.

Las organizaciones populares y sindicales comenzaron a promover un lenguaje socialista con contenidos desarrollistas y de progreso, con énfasis en la industrialización, la modernización del agro y el aumento del bienestar. En este último sentido, el discurso coincidía en parte con los pronunciamientos que en esa época promovía la burguesía nacional.

La alianza populista entre la burguesía nacional y la clase obrera organizada comenzó a forjarse durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, la política exterior anticomunista de los Estados Unidos obstaculizó su realización. En forma tardía, si se compara con el resto de América Latina, la alianza apenas logró afianzarse a principios de la década de 1970 cuando el régimen militar, liderado por Omar Torrijos, inició el cercamiento a la clase obrera.

La otra diferencia de la clase obrera panameña, si se compara con sus hermanas latinoamericanas, reside en que no logró constituir un movimiento centralizado. La Federación Americana del Trabajo y Congreso de las Organizaciones Industriales (AFL-CIO) mantuvo su influencia dentro del movimiento obrero panameño controlando una de sus centrales más grandes, creada a principios de la década de 1960. Otra central, fundada a mediados de la década de 1950, era controlada por una corriente postsoviética. También el Movimiento Social Cristiano Internacional tenía una central obrera, creada a mediados de la década de 1960, que ejercía influencia sobre los trabajadores del país. A principios de la década de 1970 surgió una cuarta central independiente de ideología socialista.

Torrijos logró juntar las diferentes centrales obreras en un Consejo Nacional de Trabajadores Organizados (Conato) después de aprobar un Código de Trabajo en 1972. La nueva legislación le proporcionó poder participativo a los sindicatos mediante la membresía obligatoria, las cuotas laborales, la prohibición del despido sin justificación y la organización de comisiones en el flamante Ministerio de Trabajo de la época.

A partir de la década de 1980, los programas de ajuste estructural introducidos por los gobiernos de turno tendieron a debilitar al movimiento laboral y a arrebatarle sus conquistas. El número de trabajadores organizados se estancó en la década de 1980 y disminuyó en términos absolutos en la siguiente. En la primera década del nuevo siglo, la masa empleada disminuyó por primera vez en la historia del país.

En la década de 1990, la reforma al Código de Trabajo le quitó a la clase obrera su derecho a la organización sindical. La política de flexibilización y las privatizaciones generaron una crisis generalizada en las organizaciones laborales de la cual sería difícil recuperarse. El sindicato de los obreros de la construcción (Suntracs) fue el único que logró mantenerse activo a pesar de las políticas neoliberales y la persecución de sus dirigentes. Además, debido al crecimiento prolongado de la construcción en Panamá, el número de
trabajadores organizados en el sector de la construcción aumentó moderadamente entrado el siglo XXI.

DN-ST-90-02108.jpeg
Un grupo de defensores del General Manuel Noriega se enfrenta a una patrulla de soldados norteamericanos (NARA)

La clase media

Como diría Marx, la clase media asume un papel importante en la definición del desarrollo de un país. Puede inclinarse por una solución revolucionaria o por otra reaccionaria. En Panamá, la clase media ha fluctuado de un lado hacia otro. Ha definido los procesos políticos en la medida en que las soluciones a sus aspiraciones han sido resueltas.

Esta clase hizo su irrupción durante la primera mitad del siglo XX, al aparecer una clase de pequeños industriales, artesanos y profesionales que exigían participar en los procesos políticos. Sin embargo, a mediados del siglo XX cuestionó la estructura política vigente y en alianza con los sectores populares socavó la estabilidad institucional.

La clase media panameña fue atraída por las propuestas populares en la medida en que le permitió cuestionar las prácticas políticas de los sectores dominantes. Al mismo tiempo, sin embargo, tenía afinidades con la burguesía nacional y el proyecto de constituir un mercado. Las promesas de la fracción transitista también atraían a la clase media. Fueron los pequeños productores y profesionales quienes se convirtieron, en momentos coyunturales clave de la historia del siglo XX panameño, en la balanza del poder.

La clase media se movió ideológicamente de un lado al otro: ya se inclinó por las promesas socialistas de la revolución, ya se presentó como fuerza social conservadora para enfrentar una burguesía nacional corrupta. Comenzó la última mitad del siglo XX comprometida con la cuestión social y el proyecto nacional. Sin embargo, al culminar el siglo se sumó a la llamada Cruzada Civilista que liquidó el proyecto nacional construido a lo largo del siglo XX.

A pesar de perfilarse como un grupo social con capacidad para dirigir los destinos del país, la clase media careció de un proyecto propio. En la década de 1920, representantes de pequeños empresarios, profesionales y jóvenes formaron el Movimiento de Acción Comunal, que, según el historiador y educador Ricaurte Soler, fue cooptado por los partidos políticos tradicionales vinculados al liberalismo en la década de 1930.

En la década de 1940 reapareció un movimiento de la clase media revitalizado con la participación de educadores y nuevos profesionales, producto de las políticas de desarrollo. A diferencia de la Acción Comunal, de la década de 1920, el nuevo Frente Patriótico de la Juventud se inclinó más hacia las posiciones esbozadas por los sectores populares y sindicales. Sin embargo, al igual que su antecesor de dos décadas antes, el Frente fue cooptado por la dirigencia tradicional e incorporado a las alianzas electorales así como a los gobiernos de turno en la década de 1950. Sectores de la clase media reaccionaron a esta claudicación organizando movimientos armados que se extendieron a lo largo de los años 50 hasta comienzos de los años 70.

En la década de 1960, la clase media parecía encontrarse en condiciones para dirigir el país hacia la consolidación y pleno desarrollo del proyecto nacional. El crecimiento industrial, la expansión del mercado nacional y la radicalización de la juventud crearon las condiciones necesarias para cohesionarla y producir un nuevo tipo de liderazgo político. La insurgencia del 9 de enero de 1964, en protesta por la presencia militar norteamericana en el país, abrió el panorama de par en par para que las camadas medias asumieran un papel en la conducción política del conjunto de las fuerzas sociales. Sin embargo, con motivo de las elecciones presidenciales de ese mismo año (mayo de 1964), las organizaciones de la clase media fueron incapaces de movilizarse. Como consecuencia, los partidos políticos tradicionales continuaron copando el espacio electoral disputándose el triunfo en las urnas. La desorganización de la clase media y la división de la clase obrera, sumadas a las políticas inconsistentes de la clase política tradicional, culminaron con la crisis de conducción de 1968 y el golpe militar del 11 de octubre.

Fueron los militares en la década de 1970 quienes asumieron las tareas de la burguesía nacional y de la clase media al ejecutar las reformas liberales, cuestionar la hegemonía de la fracción transitista y suscribir con los Estados Unidos el tratado Torrijos-Carter, que puso fin a la presencia de ese país en el istmo a partir de 1999. Los militares –legitimando, en parte, su gobierno de facto movilizaron a las capas medias para ocupar los cargos de dirección política en los ministerios, las entidades públicas y en la política exterior. A su vez, reforzaron su legitimidad convocando a los trabajadores organizados a participar en la organización del “nuevo Panamá”.

La rápida movilización de los sectores populares rebasó a las clases medias que no tuvieron la capacidad de institucionalizar los avances logrados. La Guardia Nacional, institución militar creada en 1953 y reemplazada en 1983 por las Fuerzas de Defensa de Panamá bajo la orientación de los Estados Unidos, se consolidó en la década de 1970 con la conducción del general Torrijos. Los diferentes sectores sociales no sólo le cedieron a la institución militar la dirección del gobierno nacional, sino que también colocaron el liderazgo mediador de Torrijos por encima de sus intereses particulares. La desaparición física de Omar Torrijos, comandante de la Guardia Nacional, en 1981, produjo un reagrupamiento que aceleró tanto la reincorporación de los partidos políticos tradicionales como la recuperación de la ideología transitista y los ajustes estructurales de la economía (neoliberalismo).

La crisis de la superproducción

En 1984 Nicolás Ardito Barletta fue elegido presidente de la República. Su victoria era sintomática de los hechos que se aproximaban. Ardito Barletta había renunciado a la vicepresidencia del Banco Mundial para lanzar su candidatura. Los cambios que comenzó a introducir el nuevo gobierno anunciaban la crisis del modelo “populista” militar y el enfrentamiento entre Panamá y los Estados Unidos que llevaría a este último país a invadir militarmente el istmo en 1989. La invasión marcó la recuperación de la hegemonía perdida por parte de la fracción transitista, detuvo la marcha del proyecto nacional y desarticuló a las organizaciones tanto de las capas medias como de los trabajadores.

A escala internacional, la crisis de “superproducción” interrumpió el flujo de créditos fáciles que había caracterizado la década anterior. La “superproducción” condujo a la política de abrir los mercados de los países periféricos –mediante tratados, presiones y hasta por la fuerza– a las exportaciones del centro. En el interior de Panamá se intentó reducir el papel del Estado de uno productor a otro facilitador. Los ajustes de la década de 1980 redujeron la capacidad productiva del país. La eliminación de los aranceles en los años 90 abrió el mercado interno a la producción mundial, especialmente de los Estados Unidos. El desempleo aumentó y el sector informal se expandió para dar refugio a una masa creciente de trabajadores. Los ingresos de un porcentaje importante de las capas medias cayeron por debajo de la línea de pobreza y sectores de la clase obrera se vieron lanzados a la pobreza extrema.

Paradójicamente, los dos partidos políticos encargados de ejecutar las políticas neoliberales a fines del siglo XX y principios del siglo XXI son producto de movimientos encabezados por la clase media. Por un lado, el Partido Panameñista (fundado a fines de la década de 1930) gobernó durante los períodos 1989-1994 y 1999-2004. Por el otro, el Partido Democrático Revolucionario (fundado en 1978) ganó las elecciones de 1994 y estuvo en el poder hasta 1999, e inició un nuevo período en 2004 que durará hasta 2009.

En el período de quince años, entre 1990 y 2005, los gobiernos de turno han ejecutado políticas neoliberales de flexibilización, reestructuración y privatización. Para legitimar estas políticas han recurrido a las propuestas transitistas tradicionales alegando que un proyecto nacional es inviable y que Panamá debe continuar especializada en la prestación de servicios a escala internacional, aprovechando la supuesta posición geográfica privilegiada del istmo.

La idea del “fin de la historia”, respuesta ideológica a la crisis de superproducción a escala mundial, tiene su homólogo en Panamá: la ideología transitista. Esa idea remite el sistema capitalista mundial a la lógica del mercado como única forma de organización social tanto antes como después de la crisis. Asimismo, la ideología transitista plantea que Panamá, por naturaleza, tiene su destino predeterminado: Pro mundo beneficio.

El siglo XX panameño fue de luchas sociales y enfrentamientos políticos. Para comprender estos conflictos en su contexto actual y hacer proyecciones hacia el futuro, hay que descubrir las contradicciones –internas y globales– propias del desarrollo de los cuatro siglos anteriores. El siglo XXI se ha iniciado con nuevas confrontaciones persiguiendo un mismo objetivo: reemplazar la hegemonía neoliberal con una nueva alternativa de participación democrática y social de todos los sectores organizados del país.

La única forma de enfrentar la ideología neoliberal es con organización y con una alternativa de desarrollo que se inserte en los procesos de globalización. Como diría Eric Hobsbawm,

si bien el proceso de globalización es irreversible y, en algunos aspectos, independiente de lo que hagan los gobiernos, otra cosa es la ideología basada en la globalización, la ideología del free market , el neoliberalismo, eso que se ha llamado también “fundamentalismo del libre mercado”.

Datos estadísticos

Indicadores demográficos de Panamá

1950

1960

1970

1980

1990

2000

2010

2020*

Población 
(en mil habitantes)

860

1.136

1.526

1.990

2.487

3.055

3.678

4.296

• Sexo masculino (%)

51,28

51,03

50,87

50,66

50,54

50,57

50,52

...

• Sexo femenino (%)

48,76

48,97

49,13

49,34

49,46

49,43

49,48

... 

Densidad demográfica 
(hab./km²)

11

15

20

26

33

40

49

57 

Tasa bruta de natalidad 
(por mil habitantes)**

41,41

40,87

36,15

29,50

25,45

23,12

19,6*

17,2

Tasa de crecimiento 
poblacional**

2,67

2,99

2,79

2,30

2,06

1,94

1,62*

1,35 

Expectativa de vida 
(años)**

56,80

62,12

66,730

71,00

73,56

75,56

77,5*

79,5 

Población entre
0 y 14 años (%)

42,29

43,86

44,07

40,84

35,87

32,13

29,32

25,9

Población con 
más de 65 años (%)

3,57

3,62

3,76

4,16

4,73

5,53

6,77

8,6

Población urbana (%)¹

35,76

41,25

47,64

50,45

53,90

62,20

65,12

68,13

Población rural (%)¹

64,24

58,75

52,36

49,55

46,10

37,80

34,89

31,87 

Participación en la población
latinoamericana (%)***

0,51

0,52

0,53

0,55

0,56

0,58

0,62

0,65 

Participación en la 
población mundial (%)

0,034

0,038

0,041

0,045

0,047

0,050

0,053

0,056 

Fuentes: ONU. World  Population Prospects: The 2012 Revision Database
¹ Datos sobre la población urbana y rural tomados de ONU. World Urbanization Prospects, the 2014 Revision 
* Proyección. | ** Estimaciones por quinquenios. | *** Incluye el Caribe.
Obs.: Informaciones sobre fuentes primarias y metodología de cálculo (incluidos eventuales cambios) se encuentran en la base de datos indicada.

 

Indicadores socioeconómicos de Panamá

1960

1970

1980

1990

2000

2010

2020*

PBI (en millones de US$ a
precios constantes de 2010)

9.743,2

15.964,8

28.814,1

...

• Participación en el PBI
latinoamericano (%)

0,368

0,446

0,579

...

PBI per cápita (en US$ a 
precios constantes de 2010)

3.919,0

5.229,2

7.839,1

... 

Exportaciones anuales 
(en millones de US$)

2.519,3

3.346,2

5.838,5

...

• Exportación de productos 
manufacturados (%)

8,90

17,00

15,90

...

• Exportación de productos 
primarios (%)

91,10

83,00

84,10

...

Importaciones anuales 
(en millones de US$)

2.806,0

3.503,9

6.981,4

...

Exportaciones-importaciones
(en millones de US$)

-286,7

-157,7

-1.142,9

...

Inversiones extranjeras 
directas netas 
(en millones de US$)

218,50

135,50

603,40

...

Deuda externa pública
(en millones de US$)

2.211,0

5.611,0

5.604,0

...

Población Económicamente 
Activa (PEA) 

...

...

650.200

920.326

1.273.008

1.660.278

2.073.626

• PEA del sexo 
masculino (%)

...

...

71,89

69,04

65,89

62,77

60,10 

• PEA del sexo 
femenino (%)

...

...

28,11

30,96

34,11

37,23

39,90 

Tasa anual de 
desempleo  urbano (%)

...

...

7,7

... 

Matrículas en el
primer nivel ¹

255.287

337.522

351.021

400.408

439.746

... 

Matrículas en el
segundo nivel ¹

78.466

171.273

195.903

234.153

283.787

... 

Matrículas en el
tercer nivel ¹

8.947

40.369

53.235

118.502

139.116

... 

Profesores

13.215

20.499

25.003

30.591

37.247

... 

Médicos

401

857

1.821

2.750

3.798

5.121

... 

Índice de Desarrollo 
Humano (IDH)²

0,627

0,651

0,709

0,759

... 

Fuentes: CEPALSTAT.
¹ UNESCO 
Institute for Statistics. No hay datos para el número de profesores en el ciclo terciario.
² UNDP: 
Countries Profiles
* Proyección.
Obs.: Informaciones sobre fuentes primarias y metodología de cálculo (incluidos eventuales cambios) se encuentran en la base de datos o en el documento indicados.

Mapas

Bibliografía

  • CASTILLERO CALVO, Alfredo: Historia general de Panamá, Panamá, Presidencia de la República, 2004.
  • __________: “ Los grupos de poder en la colonia”, Tareas, núm. 116, 2004, pp. 5-22 .
  • FIGUEROA NAVARRO, Alfredo: Panamá: cien años de República, Panamá, Universidad de Panamá, 2003.
  • GANDÁSEGUI HIJO, Marco A.: “Democracia y movimientos sociales en Panamá”, en FIGUEROA NAVARRO, Alfredo, Panamá cien años de República, Panamá, Universidad de Panamá, 2004, pp. 1-17.
  • GANDÁSEGUI HIJO, Marco A. et al .: Las luchas obreras en Panamá: 1850-1978, Panamá, CELA, 1990.
  • MARTÍNEZ, José de Jesús: Mi general Torrijos, Panamá, Centro de Estudios Torrijistas, 1987.
  • MIRÓ, Rodrigo: Teoría de la nacionalidad, Panamá, Ediciones de la Revista Tareas, 1968. p. 12.
  • MLN-29: Declaración de Panamá, México, Diógenes, 1971.
  • MORALES, Esusebio A.: Ensayos, documentos y discursos, Panamá, Colección Kiwanis, 1977.
  • PORRAS, Demetrio: Veinte años de lucha, Buenos Aires, Americalée, 1947.
  • PORRAS, Hernán: “El papel histórico de los grupos humanos en Panamá”, en GANDÁSEGUI HIJO, Marcos A.: Las clases sociales en Panamá, Panamá, CELA, 2002. pp. 73-75.
  • SOLER, Ricaurte: “Panamá, nación y oligarquía”, en GANDÁSEGUI HIJO, Marcos A, Las clases sociales en Panamá, Panamá, CELA, 2002.
  • SOLER, Ricaurte (ed.): Panamá y nuestra América, México, UNAM. 1981.
  • YAO, Julio: El Canal de Panamá. Calvario de un pueblo, Madrid, Mediterráneo, 1972.
por admin Conteúdo atualizado em 12/06/2017 16:14