Ferreira Aldunate, Wilson

Nico Pérez, 1919 - Montevideo (Uruguay), 1988

Su nombre, Wilson, es la primera de las numerosas paradojas que marcaron la vida del caudillo blanco. Su padre lo anotó con ese nombre en homenaje a Woodrow Wilson. En realidad, el médico Juan Ferreira apoyaba la causa alemana en la guerra de 1914-1918, en la que el presidente norteamericano desempató el conflicto contra las potencias centrales.

En el momento en que yo nacía [le explicó Wilson Ferreira a la periodista María Esther Gilio] [Woodrow] Wilson publicó sus célebres [catorce] puntos, que hicieron posible la esperanza de que Alemania y su cultura no fuesen arrasadas. […] Claro que la esperanza duró menos que un lirio. Pero el nombre ya estaba puesto.

Vivió su infancia y adolescencia en Melo, en medio de un pueblo “enteramente blanco”, según él mismo decía. El semanario Acción, dirigido por Carlos Quijano, publicó en 1938 un discurso del “estudiante Wilson Ferreira” en representación del Centro de Estudiantes de Derecho, pronunciado en ocasión de la muerte del decano de esa alta casa de estudios.

La sintonía instantánea que tuvo desde joven con las otras personas, gracias a una energía comunicativa excepcional, lo condujo por el camino de la representación y la gestión públicas: las elecciones de 1954 y 1958 lo consagraron diputado y las de 1962, senador, siempre por el nacionalismo independiente. Al poco tiempo ocupó la cartera del Ministerio de Ganadería y Agricultura en el gobierno de la Unión Blanca Democrática y, en 1965, presentó un proyecto de reforma agraria que generó una fuerte polémica. “Unos decían que era insuficientemente removedor, otros que era una agresión contra la propiedad privada”, declaró en la entrevista con Gilio. En aquellos años, sus discursos se ocupaban casi exclusivamente de promover “la transformación de las estructuras agropecuarias”.

En agosto de 1963, en la tradicional Exposición Rural, reclamó una distribución más equitativa de la riqueza: “el día en que dejemos de soñar o se ciegue nuestra imaginación para la justicia, entonces sí, todo estará perdido”. En el período legislativo 1966-1971 se convirtió en un temido miembro del Senado al interpelar y demoler en jornadas memorables a varios ministros de Pacheco Areco. Ferreira explicaba así su éxito:

[…] no se debe solamente al acierto del interpelante. Después de varias interpelaciones quedó claro que ni siquiera eran necesarios los votos para que el ministro cayera, porque realizada la denuncia en un ámbito de prestigio como era el Parlamento, el ministro caía.

Contra Bordaberry

En las elecciones de 1971, por primera –y única– vez, Wilson Ferreira encabezó una de las fórmulas presidenciales del nacionalismo. Para abreviar un apellido “largo” y publicitariamente incómodo, se lanzó a la campaña electoral sólo con el nombre de Wilson y un mensaje simple y contundente: “¡Wilson Gana!”. Obtuvo 439.649 votos (el 26,5% del electorado), el mayor número de sufragios logrado por un candidato en la historia del país hasta entonces. A pesar de eso, triunfó la fórmula Bordaberry-Sapelli gracias a la famosa “ley de lemas”, que otorgaba la victoria al candidato más votado del lema (sinónimo de partido en la jerga electoral uruguaya) más votado.

Nuevamente en su mandato de senador, Wilson Ferreira Aldunate adquirió verdadero protagonismo en los tumultuosos años de 1972 y 1973. En su último discurso en el Senado, pronunciado en la madrugada del 27 de junio de 1973, prometió ser “el enemigo más radical e irreconciliable” de los golpistas y se declaró “en guerra contra el señor Juan María Bordaberry, enemigo de su pueblo”. Esas palabras, junto con sus acciones de resistencia durante su primer exilio en Buenos Aires y las denuncias de violación a los derechos humanos que realizó ante el Fraser Commitee del Congreso de los Estados Unidos para evitar el envío de armas a Uruguay en 1976, no le fueron perdonadas por la dictadura: en ese mismo año la justicia ordenó su procesamiento por haber “atentado contra la Constitución”. El atentado (real) contra su vida, la oposición sin tregua al régimen y el exilio en la ArgentinaPerú y Londres modificaron su carácter: “estoy más calmo, más paciente y menos agresivo. Guardo la agresividad para las grandes cosas”. Desde el exterior –a través de cartas, cintas grabadas y encuentros con sus compañeros de partido– recomendó una línea de “intransigencia democrática” para enfrentar a la dictadura. Cuando regresó al país, el 16 de junio de 1984, fue detenido por efectivos de la Marina al desembarcar en el puerto de Montevideo y enviado a la cárcel del cuartel de Trinidad. Los militares creían “que había pruebas suficientes como para ponerlo veinte años a la sombra y resultó que no alcanzaban ni para diez días”, reconocería el general Medina siete años más tarde. Maneco Flores Mora, gravemente enfermo en diciembre de 1984, recordó ese momento del recién liberado Wilson, en el que “el juez militar, solemne, le extiende la mano que él no estrecha, para decirle luego:

–¿Por qué extraño proceso mental ha llegado Usted a la peregrina conclusión de que puedo darle la mano?

–Es que me la dio el primer día –aduce mal parado el juez.

–¡Es que entonces yo no lo conocía!”.

Gobernabilidad

En las elecciones de noviembre de 1984, el Partido Nacional y el Frente Amplio (FA) tuvieron que presentar candidatos alternativos debido a la prohibición que impidió a Ferreira y Líber Seregni postularse a la presidencia. El Partido Nacional perdió las elecciones por más de 110.000 votos. Ferreira, liberado cinco días más tarde, aseguró la gobernabilidad al partido del gobierno en un discurso improvisado en la explanada municipal de Montevideo, del que fueron testigos millares de ciudadanos, sobre todo blancos y frentistas. Tuvo oportunidad de demostrarlo: en diciembre de 1986 impulsó la redacción de una ley para poner punto final al tema de los juicios a los militares y para evitar el desacato del cuerpo castrense a las autoridades constituidas. Ferreira escribió por entonces, en La Democracia del 26 de diciembre de 1986:

No está en la tradición ni en el estilo del Partido Nacional lavarse las manos. Comprendemos la frustración y la tristeza, y hasta la rabia que hoy anida el alma de todos los blancos. […] Andamos tristes, pero con el pecho reventándonos de orgullo, porque una vez más hemos asumido la responsabilidad.

Mientras trabajaba para su segunda gran oportunidad electoral, la de 1989, cayó gravemente enfermo. Murió en marzo de 1988.

Luis Alberto de Herrera y Wilson Ferreira fueron las dos grandes figuras del Partido Nacional en el siglo XX. Pero pese a ser blanco por familia y tradición, y haber militado en el mismo partido que Herrera dirigió hasta 1959 y que había sido suyo desde la década de 1940, Wilson Ferreira jamás lo conoció. Otra paradoja.

Nunca en mi vida lo vi. Ni de cerca ni de lejos. Nunca tuve oportunidad de conocerlo. No sé por qué razón, pero es cierto que nunca. Yo venía de otra vertiente. Él falleció en el 59 […] Y allí lo vi por primera vez […] cuando lo llevaron al Palacio Legislativo (María Esther Gilio:Wilson Ferreira Aldunateeligiendo recuerdos, Montevideo, Trilce, 1986, Col. Espejos).

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por admin publicado 16/01/2017 13:45, Conteúdo atualizado em 06/07/2017 16:35