Nacido de una fusión entre bailarines argentinos y artistas del Ballet Intime, del ruso Adolph Bolm, el Ballet Estable del Teatro Colón (BETC) es la compañía de ballet más antigua de América Latina. En su estreno, en el año de su fundación (1925), presentó la ópera-ballet Le Coq d’or, con música de N. Rimski-Korsakov y coreografía del propio Bolm.
Durante sus primeros años de vida artística, el BETC estuvo marcado por la influencia de Les Ballets Russes de Diaghilev. Hasta 1936, además de A. Bolm, trabajaron para la compañía: B. Nijinska, B. Romanov, M. Fokine y S. Lifar. En ese contexto estrenó el primer ballet con música original de un compositor argentino: La Flor del Irupé (1929, Constantino Gaito/B. Romanov).
A partir de los años 40, la austríaca Margarita Wallman, directora de la compañía, reorientó el perfil del BETC, que comenzó a trabajar con George Balanchine, Leonide Massine, Aurelio Milloss y David Lichine. Entre sus filas se destacaron Dora del Grande, Leticia de la Vega, Lida Martinoli y, especialmente, María Ruanova, la primera bailarina clásica sudamericana que alcanzó proyección internacional.
En 1943, la compañía se fundió con L’Original Ballet Russe dirigida por el Original Ballet Russe Colonel de Basil, produciéndose una gran fusión, pero afirmando un estilo ruso.
En los años 50, el BETC mostró una nueva apertura internacional al traer a Tatiana Gsovska, Janine Charrat y Anthony Tudor. En esa época se destacaron Esmeralda Agoglia, Olga Ferri, Victor Ferrari, Enrique Lommi, Antonio Truyol, Irina Borowska y José Neglia. En 1958, bajo la dirección de Michel Borowski, presentó Giselle, con elenco protagonizado por Igor Youskevitch y Alicia Alonso.
En los años 60, luego de la producción de El lago de los cisnes, de Carter (1963), comenzó una época de producciones monumentales en las que participaron Rudolf Nureyev, Pierre Lacotte, Z. Prébil, George Skibine, Kenneth MacMillan, John Cranko y Natalia Makarova. A partir de los años 70, sobresalieron los bailarines Norma Fontenla, Violeta Janeiro, Liliana Belfiore, Silvia Bazilis, Cristina Delmagro, Raúl Candal y Daniel Escobar. En ese período, el perfil artístico de la compañía se nacionalizó incorporando creaciones de coreógrafos locales.
Fueron muchos los bailarines del BETC, o de su escuela, que emigraron hacia grandes compañías en todo el mundo; sin embargo, algunos nombres son especialmente importantes, como Jorge Donn, Julio Bocca, Maximiliano Guerra, Paloma Herrera, Iñaki Urlezaga, Marianela Núñez, Herman y Érika Cornejo, Luciana Paris y Ludmila Pagliero.