En la última semana de octubre de 1998, todo el territorio de Honduras y trechos de Nicaragua, El Salvador, Guatemala y Belice fueron alcanzados por el huracán y tempestad tropical Mitch, que destruyó ciudades enteras, grandes núcleos poblacionales, escuelas, hospitales, plantaciones, carreteras, represas, acueductos, puentes, líneas de transmisión de electricidad y teléfono, aeropuertos e industrias en todos los puntos cardinales de la región. Mitch dejó como rastro una terrible secuela de destrucción en la geografía física y humana del istmo centroamericano, a punto de ser considerado la mayor catástrofe natural de la región en la historia moderna. Los diluvios, vientos fuertes y la furia de los ríos produjeron avalanchas, desmoronamientos, deslizamientos de tierra e inundaciones, que afectaron tanto a las regiones montañosas como a los valles.
Transformado enseguida en una mortal tempestad tropical, el Mitch fue el mayor huracán de la temporada de 1998, el más activo desde que existen estadísticas sobre el fenómeno. Ocurrieron diez huracanes y cinco tempestades tropicales. Sólo en septiembre, un mes antes del Mitch, hubo en el Atlántico cuatro huracanes al mismo tiempo: Georges, Ivan, Jeanne y Karl. Esto no sucedía desde 1893.
El huracán Mitch se formó el día 22 de octubre, al sur de Jamaica, y se desarrolló hasta alcanzar la categoría 5 en la escala Saffir-Simpson, con vientos de 290 km/h y picos de más de 320 km/h. Durante más de 15 horas mantuvo vientos de una velocidad superior a 280 km/h.
A medida que fue perdiendo velocidad, Mitch comenzó a avanzar sobre Honduras y la fuerza destructiva de la lluvia sustituyó a la del viento. El huracán, convertido en tempestad tropical, se estacionó y permaneció inmóvil sobre todo el territorio durante más de 24 horas. Esto generó grandes volúmenes de precipitación pluvial, con caídas de más de un metro cúbico de lluvia en algunos lugares. En casi todo el país, el promedio de lluvias fue de 63 a 74 centímetros cúbicos. Mitch también afectó la región norte de Nicaragua y el este de El Salvador, Guatemala y Belice. Al seguir se transformó en depresión tropical, salió por Guatemala y México y en este último, en la península de Yucatán, adquirió nuevamente la fuerza de una tempestad tropical hasta desactivarse en el Atlántico. Estas características hacen de él uno de los huracanes de mayor intensidad del siglo XX.
Enormes pérdidas
El recorrido del huracán Mitch fue errático, lo que hizo fallar las tentativas de previsión de su ruta a pesar de contar, en 1998, con un nuevo satélite y un nuevo avión para cazar huracanes. Esto acarreó fallas en todos los intentos por prevenirlo. En tres días murieron aproximadamente 10.000 personas y dos millones perdieron sus casas, pertenencias y trabajo; gran parte de la población quedó, además, incomunicada y expuesta a las epidemias resultantes de estos fenómenos. La destrucción se inició en la isla hondureña de Guanaja, en la costa norte, y después se dirigió a tierra firme, donde dejó un metro de agua en apenas pocos días. En el valle del Sula, al norte de Honduras, más de 10.000 hectáreas de cultivos de bananas fueron derrumbadas por algunos ríos que rompieron diques de dos metros de altura y nueve de ancho. Centenares de miles de hectáreas en las principales regiones de cultivo en todo el país fueron arrasadas por las aguas o quedaron sepultadas en profundidades excesivamente grandes para poder ser cultivadas nuevamente. Por lo menos, 1.600 km de carreteras y más de cien puentes quedaron intransitables. Los daños totales sufridos por Honduras fueron estimados en US$ 5.000 millones, mientras que el presupuesto del país en el año del huracán era de US$ 1.100 millones. O sea, los perjuicios causados por el Mitch fueron casi cinco veces más que el presupuesto nacional. Estos daños destruyeron más de dos décadas de avances en infraestructura básica, producción agrícola e industrialización.
Además de las pérdidas económicas, Honduras sufrió muchos daños sociales. Los grupos más vulnerables a estas tragedias fueron los más pobres, que en el caso de Honduras representan casi el 70% de la población nacional. Fueron ellos los que más sufrieron. Por lo tanto, se puede afirmar que no hubo un solo hondureño que no haya sido afectado por este fenómeno de la naturaleza.
Inmediatamente después del huracán, quedó en evidencia que los efectos del Mitch se agravaron en gran parte por factores humanos. La deforestación, la falta de ordenación adecuada en las cuencas hidrográficas, la carencia de ordenamiento territorial, el asentamiento de la población y de instalaciones en zonas de alto riesgo, así como la falta de sistemas de prevención y alerta anticipada empeoraron la tragedia.
Solidaridad
El huracán Mitch hizo surgir actitudes solidarias entre los hondureños para atender a de las víctimas de la tragedia. La comunidad internacional también se mostró solidaria. México envió soldados y excavadoras, el Ejército de los Estados Unidos llevó ropas y medicamentos a poblados remotos y comenzó la reconstrucción de los puentes. Cuba envió un fuerte contingente de médicos y enfermeras para atender a las víctimas. La Cruz Roja nacional e internacional instaló equipos para purificar agua y construyó viviendas. La Fuerza de Defensa de Japón, por primera vez en su historia, trabajó en servicios de rescate fuera de su país. Casi todos los gobiernos del mundo prestaron su apoyo solidario a los países centroamericanos y llegaron voluntarios de todas partes del planeta para ayudar en lo que pudieran. Los bancos de desarrollo, algunas ONG y organizaciones internacionales como las Naciones Unidas destinaron centenas de millones de dólares para ayudar a reconstruir Honduras.
Luego surgió la propuesta internacional de organizar la cooperación y, en mayo de 1999, se realizó una reunión con cooperadores bilaterales y multilaterales en la capital de Suecia. Allí se establecieron los principios de cooperación para América Central y, en relación con Honduras, se decidió apoyar el Plan Nacional de Reconstrucción. Los acuerdos de Estocolmo obligaron al gobierno hondureño a establecer acuerdos con la sociedad civil para las acciones de reconstrucción, a abrirse a la participación y al control ciudadano, a mantener transparencia, a prestar cuentas de sus acciones y a establecer como eje de la reconstrucción nacional la Estrategia de Reducción de la Pobreza (ERP). La reconstrucción nacional, con el perfil que asumió a partir de la reunión de Estocolmo, obligó a Honduras a abrir una nueva etapa en el proceso de democratización, cuya característica principal es la movilización de la sociedad civil como actor decisivo en la vida social, económica y política. Éste es uno de los legados valiosos posteriores a la tragedia.