Portador de un liderazgo completamente distinto a los tradicionales, incluso dentro de la izquierda, figura enigmática para muchos, en especial en lo que se refiere a su capacidad de comunicación y a la fuerza de su carisma con la población más popular del país, Tabaré Vázquez ya tiene garantizado un lugar en la historia uruguaya. Primer Intendente de la capital electo por una fuerza de izquierda (1989), en 2004 se convirtió en el primer presidente de la República proveniente de esas tendencias ideológicas, luego de 175 años de gobierno de los partidos tradicionales, con breves interregnos de autoritarismo cívico-militar.
Nacido en el barrio popular de La Teja, en Montevideo, es hijo de Elena Rosas y de Héctor Vázquez (obrero de los frigoríficos, luego funcionario y sindicalista de ANCAP, ya por entonces una de las empresas públicas más importantes de Uruguay). Tabaré Vázquez gusta de recordar públicamente la humildad de sus orígenes. “Nuestra madre –relató al periodista Néstor Fernández, en una entrevista para La Nación del 2 de mayo de 2004– nos bañaba en un latón antes de salir a jugar a la calle porque éramos pobres pero limpitos. Y nuestro padre esperaba ansioso sus vacaciones anuales… ¿Sabe para qué? Para pintar la casa y dejarla linda.”
Tabaré abrazó la carrera de médico, egresando como doctor en medicina en diciembre de 1969. Pero fue a partir de una tragedia familiar cuando definió los pasos siguientes: su padre, su madre y una hermana murieron de cáncer entre 1962 y 1968. Eso seguramente influyó mucho en la elección de su especialización como oncólogo (en rigor, radioterapeuta) que terminó en 1972 y que tras un ciclo de profundización en Francia, le permitió llegar a ser, a los 45 años de edad, profesor titular en la antigua Facultad de Medicina de la Universidad de la República.
A la pasión médica deben sumársele otras más populares, entre ellas el club Arbolito, en La Teja, del que fue fundador, y el club de fútbol Progreso, también del barrio. Llegó a ser presidente del club y a verlo campeón en la primera y en la segunda divisiones del fútbol profesional (en el fútbol tenía un camino: en 1987 integró la Comisión de Finanzas de la Asociación Uruguaya de Fútbol –AUF– y al año siguiente fue varias veces postulado para presidirla, aunque fue vetado por dirigentes de los equipos grandes uruguayos, de Peñarol concretamente, por inequívocas razones políticas). Además de varias obras sociales en el club y en el barrio (comedor infantil, policlínica), Tabaré Vázquez donó un terreno para la construcción de las instalaciones de concentración del equipo de Progreso. Ninguna de esas pasiones, tampoco la pasión política, logró postergar nunca su vocación y su trabajo médico. “Cuando analiza un problema político –ha dicho Álvaro, uno de sus hijos– se pone en médico. Lo estudia, hace un diagnóstico y después decide el tratamiento. El Plan de Emergencia del Frente Amplio es como un tratamiento médico.”
Militante socialista
Su militancia en el Partido Socialista también estuvo relacionada con su profesión médica, al integrar varias de las Comisiones de Salud de dicha colectividad y en 1978, en plena dictadura, los llamados “Núcleos Médicos Socialistas”. En 1986 fue elegido miembro del Comité Central del Partido Socialista. En realidad, su carrera política más notoria comenzó cuando Mariano Arana, que había sido candidato a la intendencia de Montevideo por el Frente Amplio (FA) en 1984, resolvió renunciar a la candidatura en 1989 y dedicarse al trabajo político sectorial como senador de la que sería la Vertiente Artiguista. Arana propuso el nombre de Vázquez para la candidatura que había dejado vacante, presentándolo como un “oncólogo y dirigente deportivo de excepcional desempeño”, que además, había sido responsable de las finanzas de la Comisión a favor del Voto Verde, formada para la derogación por la vía del referendo de la Ley de Caducidad (finalmente realizado en abril de 1989, con resultado negativo). En las elecciones de noviembre de 1989 y con el Frente Amplio escindido (se había formado el Nuevo Espacio encabezado por Hugo Batalla), Vázquez se impuso cómodamente en Montevideo con el 34,5% de los votos. Ese mismo año logró ver a su querido Progreso campeón uruguayo.
Mientras ejerció el gobierno departamental de Montevideo –sin abandonar por ello la profesión médica, la docencia y la vida empresarial–, impulsó los pasos iniciales para fundar desde el Frente Amplio al Encuentro Progresista, agregando fuerzas externas a la ya tradicional coalición de izquierdas, lo que lo llevaría como candidato a la presidencia de la República en las elecciones de 1994. En esos comicios, el Partido Colorado obtuvo el 32,39% de los votos, el Partido Nacional el 31,21% y el Encuentro Progresista el 30,61%. En 1999, afirmado en su liderazgo dentro de la izquierda e imponiéndose en forma abrumadora en las internas de abril sobre el otro candidato, Danilo Astori, compareció nuevamente en las urnas. Debido a las nuevas reglas electorales (segunda vuelta y las otras modificaciones aprobadas en la reforma constitucional de 1996), volvió a ser derrotado, esta vez por Jorge Batlle, en la segunda vuelta (52,26% contra 44,53%).
Victoria en 2004
En el comienzo de la administración de Batlle, la inesperada cercanía y diálogo entre el presidente y Vázquez resultó fundamental para impulsar iniciativas como la Comisión para la Paz, a los efectos de avanzar en el esclarecimiento de lo ocurrido con los detenidos desaparecidos durante la dictadura. En los difíciles momentos de 2002, sin menoscabo de su papel opositor, aseguró una indeclinable lealtad institucional cuando en la trastienda política se desplegaban movimientos para desplazar al presidente Batlle, y en el Encuentro Progresista sectores minoritarios reclamaban la anticipación de las elecciones. Fue así como llegó a gran favorito en las elecciones de 2004, ganando en primera vuelta con el 50,7% de los votos emitidos. Se trataba sin duda de una victoria aplastante, que volvía realidad lo que en 1996 había sido considerado por los partidos tradicionales como el dique perfecto para impedir la concreción de una victoria de la izquierda: la percepción de que ningún partido podría alcanzar la mitad más uno del total de votos emitidos. En ese crecimiento espectacular del Encuentro Progresista, que lo llevó a conquistar más de 20% del electorado en apenas una década, el papel de Vázquez fue decisivo.
Pese a que se lo ha acusado de outsider, Tabaré Vázquez ha demostrado ser un hombre de partido que, sin embargo, circula muy bien por afuera de las estructuras partidarias. Es un orador calmo, simple, usuario de metáforas médicas o “científicas”, persuasivo y entusiasmador. Su liderazgo es muy distinto al de su predecesor en la presidencia del Frente Amplio, el general Líber Seregni. No parece sentirse muy cómodo alternando en público con los líderes de los otros partidos. En cambio, se siente como “pez en el agua” en la comunicación directa con la gente y logrando el aplauso de su auditorio de ocasión. A menudo imprevisible, no ha terminado de generar confianza en los campos de la negociación política con sus adversarios, pero las críticas de éstos suelen aumentar su popularidad y galvanizar su capacidad de decisión. Desde la presidencia se ha mostrado tan pragmático, moderado y a la vez firme en su vocación transformadora como en la campaña electoral. Con el decidido apoyo que le ha otorgado a su antiguo contendiente en la interna de la izquierda y actualmente ministro de Economía de su gobierno, Danilo Astori, parece perfilar su gestión en referencia mucho más cercana a la de Lula da Silva que a la del líder venezolano. De todos modos, comenzó a concretar varios de los cambios prometidos (avances concretos y relevantes en el esclarecimiento de las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura, reinstalación de la negociación colectiva entre empresarios y trabajadores, giros profundos en materia de política exterior, implementación del Plan de Emergencia contra la indigencia, etc.), aunque también se haya preocupado de reiterar que su promesa era de “cambios”, pero “sin milagros”. En 2010 dejó la presidencia con 80% de aprobación popular. El 30 de noviembre de 2014 fue electo para nuevo mandato en la presidencia, con 53% de los votos.