Habiendo afirmado que tres cuartos de su obra publicada no existirían si no fuese un lector compulsivo de periódicos, Vargas Llosa se suma a tantos novelistas que son también periodistas, como el argentino Tomás Eloy Martínez. Para componer sus libros se ha inspirado en hechos de todo el continente, como lo hizo en La fiesta del Chivo (2000), sobre la dictadura de la República Dominicana.
Su novela La ciudad y los perros (1963), en la que hace una aguda crítica a los militares peruanos, fue reconocida internacionalmente. A pesar de vivir largos períodos en Europa, se interesa profundamente por América Latina.
Mantuvo muchas polémicas con intelectuales de diversas tendencias, que fueron muy explotadas por la prensa, como las que sostuvo con Gabriel García Márquez sobre la Revolución Cubana y sus consecuencias. En un comienzo, cercano a la revolución –participó incluso del Premio Casa de las Américas como jurado (1965)–, terminó apartándose de ella, así como del pensamiento de izquierda.
Entre la literatura y la historia, testimoniando o reportando la realidad, encuentra en el lenguaje realista la materia de su escritura y evita modismos literarios, lo que comparte con otro notable narrador peruano, Julio Ramón Ribeyro. Es un importante cronista, ensayista y dramaturgo.
En 1990 se presentó, sin éxito, como candidato a la presidencia de su país, decisión que le costó amenazas de muerte. Recibió el Nobel de Literatura en 2010.
Es uno de los pocos escritores hispanoamericanos que escribieron sobre un tema brasileño, la Guerra de Canudos. Otras obras: Conversación en la catedral (1969); La guerra del fín del mundo (1981), El sueño del celta (2010), El héroe discreto (2013), y los ensayos Sables y utopías (2009) y La civilización del espectáculo (2012).