Escritor brasileño que vivió entre las dos guerras mundiales y en medio de sucesivas crisis a partir del decaimiento de la producción cafetalera y de las transformaciones políticas y educativas en su país. Su universo literario se expandió en un amplio conjunto; fue reconocido entre los regionalistas de la prosa realista de José Lins do Rego, los declaradamente de izquierda, como Jorge Amado, Abguar Bastos, Dionélio Machado y Graciliano Ramos, y aun por los ideológicamente de centro, como Marques Rebelo, João Alphonsus y Ciro dos Anjos, que renovaron las formas de escritura a partir de los años 30.
En ese marco, el escritor Guimarães Rosa –según el crítico Alfredo Bosi– creó una de las vertientes de la moderna línea de ficción del regionalismo brasileño, aquella que “universaliza mensajes y formas de pensar del hombre del interior a través de un sondeo en la esencia de los significantes”. Reivindicó la tradición de los regionalistas Afonso Arinos, Valdomiro Silveira, Simões Lopes Neto, revolucionándola y trascendiéndola en busca de las raíces metafísicas de la creación literaria. Su primer libro de cuentos, Sagarana (1946), surgió con una profusión de experimentos lingüísticos posteriormente desarrollados en Corpo de baile (Uburuquaquá – Cuerpo de baile) (1956).
En 1965 participó en el Congreso de Escritores Latinoamericanos, en Génova, donde se creó la Primera Sociedad de Escritores Latinoamericanos, de la cual fue vicepresidente, junto al guatemalteco indigenista Miguel Ángel Asturias. De este escritor se encontraba particularmente cerca por la valorización de la cultura popular, presente en sus obras. En 1961 recibió el Premio Machado de Assis de la Academia Brasileña de Letras (ABL) por el conjunto de su obra. En 1967 asistió a la consolidación de su reconocimiento internacional, cuando sus editores alemanes, franceses e italianos pensaron en proponerlo para el Premio Nobel de Literatura. Sin embargo, su muerte –causada por complicaciones cardiovasculares, a los 59 años– interrumpió el proceso de la candidatura al galardón.
Poco antes de morir había asumido como miembro en la ABL, decisión postergada desde 1965 porque presentía que algo trágico acompañaría su ingreso en la galería de los inmortales. La historia confirmó su presagio. Su profunda creencia en las fuerzas místicas del lenguaje integra la concepción metafísica de la que están dotados sus libros, como puede verse en el tema del pacto diabólico y en el duelo entre el bien y el mal, mezclados uno con el otro, en Grande sertão: veredas (Gran sertón: veredas) (1956), su obra más conocida y de mayor extensión, con figuras inolvidables, como el ex jagunço [pistolero del sertón] y narrador Riobaldo, el jefe Joca Ramiro, el volátil Zé Bebelo, el maligno Hermógenes y el enigmático personaje Diadorim.
Renovando la estructura de la narrativa, como lo hicieron Clarice Lispector, Jorge Luis Borges y José María Arguedas, rompió las convencionales fronteras de género y revitalizó la prosa por medio del lirismo y el dramatismo. Después de realizar un vasto inventario del modo de hablar de los hombres del sertón y de la cultura popular, publicó Tutaméia: terceiras estórias (1967), que provocó un enorme desconcierto en la crítica al engendrar un texto altamente moderno con viejas tradiciones.
Su nuevo lenguaje investiga las dimensiones preconscientes de los jagunços, de los niños, de los locos, de personajes marginales que se encuentran en un tiempo y un espacio míticos, aproximándose también a autores que tienden al realismo maravilloso – Alejo Carpentier y Gabriel García Márquez–, o a lo fantástico –Murilo Rubião y Julio Cortázar–, aunque con distintos estilos. Otras obras: Primeiras estórias (1962); Estas estórias (1969).