José María Arguedas fue una de las figuras más expresivas en el proceso de aproximación e incorporación de la cultura indígena de origen andino, específicamente quechua, a la literatura latinoamericana. Escribió novelas, poemas, ensayos y cuentos. Su primer libro, Agua (1935), reúne cuentos, y Yawar fiesta (1941) marca su debut como novelista. En 1956, publicó una de sus novelas más conocidas, Los ríos profundos, y, en 1963, el libro de cuentos La agonía de Rasu Ñiti. El zorro de arriba y el zorro de abajo, publicado en 1971, dos años después de su muerte, se caracteriza, entre otras peculiaridades, por la originalidad de su estructura: recrea el formato tradicional de la novela y del relato según la construcción de una historia inconclusa y de un itinerario de anotaciones y comentarios del autor sobre el futuro de su escritura.
Continuador de la obra de su compatriota Ciro Alegría, el escritor peruano bilingüe refleja en su narrativa el compromiso sociopolítico y cultural a favor de la causa indígena de su país. Su temática recurrente apunta a la reivindicación de un lugar para el indio y el mestizo, con el propósito de que la cultura de ambos se mantenga en armonía con aquella que se pretende hegemónica, gravitando en torno de su raíz europea. Tanto en los poemas como en las narrativas, personajes medio humanos, medio mitológicos, vinculados a un universo cósmico y a la naturaleza, utilizan un lenguaje igualmente mestizo, marcado por expresiones en quechua y también por una prosodia propia de esa lengua.
Fue en las ideas socialistas, conocidas en sus lecturas de José Carlos Mariátegui durante los estudios universitarios de antropología, donde el escritor encontró respaldo para la actuación política que lo llevó a la prisión en 1937. Política, literatura y misticismo religioso confluyeron en su vida y en su literatura: “¿Hasta dónde entendí el socialismo? No estoy seguro. Pero no mató en mí lo mágico”.
Esa opción política, cultural y literaria de reivindicar el reconocimiento de la cultura indígena lo coloca al lado del paraguayo Augusto Roa Bastos, y la invención de un lenguaje propio lo aproxima al brasileño João Guimarães Rosa. La obra de los dos escritores recorre caminos similares al utilizar lenguas indígenas para imprimir en sus narrativas el trazo lírico que se contrapone a la rudeza de los temas que tratan, centrados en la exploración del abismo que separa los pueblos nacionales.Arguedas comparte con el brasileño la valorización de trazos culturales que el pensamiento dominante considera arcaicos.
Se desempeñó como profesor universitario, traductor y director de un organismo vinculado al Ministerio de Educación. Fue uno de los impulsores de iniciativas en el campo de estudios de la cultura popular en su país. Otras obras: Diamantes y pedernales (1954); El sexto (1961); Amor mundo (1967).