Roa Bastos dejó Paraguay en 1945 para trabajar como corresponsal del diario El País de Asunción. La génesis de su escritura está directamente vinculada a su exilio en la Argentina y en Francia. Volvió a su país después de cuarenta años, al finalizar la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989). La poesía fue el foco de su inicio literario en la década de 1940 y, junto a figuras expresivas como Josefina Plá, fue responsable por la renovación estética en las letras del país. Pero fue en la prosa donde su obra alcanzó solidez.
Su primera novela, Hijo de hombre (1960), enfocaba el terror causado por los sucesivos períodos dictatoriales en Paraguay. La insistencia en revelar los bastidores degenerados de la acción de la política militar se reiteró en Yo el supremo (1974), uno de los hitos de la literatura hispanoamericana, donde la voz narradora es la del dictador que elabora un juego entre pasado y presente, revelando la complicidad de la escritura con el poder. Por esa obra, recibió el Premio Cervantes (1989) y fue privado de la ciudadanía paraguaya en 1982.
Para retratar la realidad nacional se apropió, como el peruano José María Arguedas, de rasgos marcadamente líricos, valiéndose de un léxico en el que el vocabulario indígena guaraní es muy utilizado. También fue importante su compromiso con la justicia social, presente en la novela Vigilia del almirante (1992), donde abordó de forma crítica e irónica el tema del descubrimiento/encubrimiento de América Latina.
Es reconocido, de la misma forma que el escritor brasileño Érico Veríssimo, por cuestionar las relaciones entre la construcción de la historia oficial y las elites nacionales. Además de escribir obras como Contravida (1994), se dedicó a la producción de cuentos, ensayos, obras de teatro y guiones cinematográficos. Otra obra: Contravida (1994).