Granos gruesos de diferentes tamaños, de una gramínea alta, originaria de América Latina. El maíz, mahis entre los taínos, fue llevado a Europa por Colón en el siglo XVI. Es un componente esencial de gran parte de la culinaria de origen indígena en todo el continente. Se cultiva hace setenta siglos y se utiliza en platos que van desde sopas, empanadas, pozoles, tamales, dulces y tortas, hasta flanes y tortillas. Crece en espigas grandes y largas. Se lo suele preparar al horno, cocido o con crema. Con él también se hacen las mundialmente conocidas palomitas de maíz.
En las últimas décadas, el cultivo del maíz transgénico se expandió por América Latina, lo que intensificó el debate sobre el efecto de las semillas modificadas para la naturaleza y para la salud de los consumidores. Tales semillas son desarrolladas por empresas transnacionales asociadas a la venta de agrotóxicos. La región del cono Sur es la zona con la mayor cantidad de cultivos transgénicos del mundo.
Brasil, Argentina y Paraguay plantan maíz amarillo, que es usado en su mayoría para la alimentación animal o destinado a la exportación. Venezuela, Colombia y Perú cultivan, principalmente, maíz blanco para alimentación humana. En Chile, el área plantada suma un poco más de 100 mil hectáreas irrigadas con productividad promedio de entre 18 mil a 2o mil kg/ha, una de las mayores del mundo. En Argentina, que plantó en el 2009 cerca de 2,5 millones de hectáreas, el maíz presenta un enorme potencial productivo. Brasil es el tercer mayor productor mundial, detrás de Estados Unidos y de China. En el 2013, el país produjo un total de 78.468 toneladas. Hace veinte años el área de plantío no crece en el país pero la producción más que dobló en los últimos años gracias a la tecnología.
La demanda mundial por maíz es creciente, impulsada por el aumento de la producción y consumo de carnes blancas, principalmente en Ásia y por el aumento del uso del maíz en la producción de etanol en los Estados Unidos.