En el marco de los intentos por fundar un Partido Socialista en Uruguay, durante la década de 1890 y los primeros años del siglo XX, la incorporación de Emilio Frugoni a las filas del socialismo constituiría un hito de todo el proceso. Nacido en el seno de una familia acomodada, hijo de un comerciante de origen genovés, la primera militancia política de Frugoni se realizó en las filas del Partido Colorado. Tuvo una fugaz participación del lado del gobierno en la revolución de 1897. Fue animador, junto con José E. Rodó y Carlos Reyles, del Club Colorado Libertad y nuevamente formó parte del oficialismo durante la revolución de 1904, alistándose primero como guardia nacional y sirviendo después como ayudante del Estado Mayor. Esta segunda experiencia como participante directo en una guerra civil tuvo un impacto muy fuerte en sus convicciones políticas, lo que provocó su distanciamiento de las filas coloradas y reorientó sus ideas hacia las propuestas socialistas. En ese entonces ya era un hombre de prestigio en los círculos intelectuales de Montevideo: estudiante avanzado de derecho, poeta y polemista. En el segundo semestre de 1904 ya apareció afiliado al Centro Obrero Socialista, institución que organizó una conferencia pública titulada “Profesión de Fe Socialista”, el 22 de diciembre del mismo año, en la sede de la Nova Estrela d’Italia.
En 1910, Frugoni fue el primer diputado del Partido Socialista que ganó las elecciones de ese año, en el marco de una coalición con el Partido Liberal. Pasó a ser una figura fundamental de la vida política y cultural uruguaya: fue legislador en diversas oportunidades entre 1911 y 1942, constituyente en 1917, primer catedrático en Legislación Laboral en la Universidad de la República, decano de la Facultad de Derecho entre 1932 y 1933 (cargo a partir del cual, junto con los estudiantes, opondría resistencia al golpe de Estado de 1933), ministro plenipotenciario de Uruguay ante la Unión Soviética entre los años 1944 y 1946, periodista, poeta y ensayista, autor de numerosas obras ideológicas, políticas y literarias, y secretario general de su partido durante décadas, entre otros muchos hechos relevantes de su vida.
Como líder indiscutible del Partido Socialista uruguayo, desde su fundación y hasta la década de 1950, impulsó un socialismo de tipo liberal, atlantista, fuertemente crítico de los partidos tradicionales uruguayos, europeísta en sus principales inspiraciones, crítico de la experiencia soviética (debió enfrentar a los incipientes comunistas defensores de las tesis leninistas en 1920 y 1921, y fue entonces derrotado) y firme defensor de la necesaria conciliación entre el socialismo y la democracia. Autor de innumerables libros de doctrina, como auténtico ideólogo socialista que era, perdió la hegemonía de su partido a fines de los años 50. En 1962 rompió con el Partido Socialista y rechazó su vínculo con sectores escindidos del Partido Nacional en la efímera y frustrante experiencia de la Unión Popular. Al poco tiempo fundó el Movimiento Socialista, al frente del cual volvió a presentarse en las elecciones del año 1966, en una coalición electoral con el Partido Socialista. En esa circunstancia, ya octogenario, no vaciló en vender su famosa biblioteca para que su movimiento pudiese hacer frente a una campaña electoral al final de la cual se encontró con una durísima derrota. Falleció en agosto de 1969, a los 89 años, proscripto al igual que su partido, cuando en Uruguay comenzaban a perfilarse los oscuros tiempos del autoritarismo. Carlos Quijano lo homenajeó con las siguientes palabras:
[…] nadie puede quitarle a Frugoni su honroso puesto en la historia del continente, […] del país […] del socialismo. Maestro de vida y […] de esperanza, él nos enseñó, a través de su ejemplo, a perseverar sin triunfar: la virtud del orgullo y el valor de la modestia. Frugoni nos enseñó, también, que el marxismo […] es el único humanismo fecundo y el más alto idealismo. Y nos reveló cómo el amor por la tierra y su pueblo puede ser llaga y alegría. […]