Nacido en un pueblo del sur de Chile –fundado por Pedro de Valdivia, tomado por los mapuches hasta 1882 y fundado por segunda vez por colonos europeos–, Sergio Boisier es uno de los más notables pensadores regionales latinoamericanos, con una amplia influencia en el mundo de la investigación y la gestión territorial.
Se formó en economía en la Universidad de Chile (UC) y, posteriormente, integró un privilegiado grupo de profesionales que estudió en la Universidad de la Pensilvania. Walter Isard, uno de los fundadores de ese centro de estudios, propuso la refundación de la ciencia económica con la introducción explícita de las variables espaciales y, en una de sus principales obras, elaboró una nueva teoría económica del equilibrio general. Boisier, en la primera parte de su carrera intelectual, hizo suyas las preocupaciones de la ciencia regional y dio énfasis al trabajo teórico y a las metodologías de análisis de tipo cuantitativo. Fue, asimismo, jefe de la División de Análisis Cuantitativo y jefe del Departamento de Planificación Regional de la Oficina de Planificación Nacional de Chile durante la década de 1960. Desde los años 70 estuvo vinculado a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), primero en la oficina de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en Brasil, después en la Argentina y en Panamá con la Oficina de Cooperación Técnica de las Naciones Unidas y, posteriormente, en el Instituto Latinoamericano y del Caribe de Planificación Económica y Social (ILPES), en Santiago de Chile.
La obra culminante de ese primer período, que probablemente instaura una frontera imaginaria con el segundo momento de su trabajo intelectual, fue publicada por el ILPES en 1974, con el título “Industrialización, urbanización, polarización: hacia un enfoque unificado”, incluida en Planificación regional y urbana en América Latina (México, Siglo XXI/Editorial Universitaria de Chile, pp. 7-38). En ese trabajo, Boisier reúne un análisis crítico y una propuesta alternativa –adaptada a las condiciones del contexto territorial e institucional latinoamericano–, a la entonces más influyente orientación de política regional: la propuesta de polos de desarrollo. Esa etapa de adaptación creativa fue sucedida por el intento de elaborar una visión asertiva y comprensiva de la planificación regional latinoamericana para ese contexto específico. Las dimensiones institucional, política y social cobraron relevancia en sus análisis. Dadas las condiciones históricas del momento, las mismas se articularon en una visión de lo regional, construida en base a procesos de pacto social y negociación política, asociada a lo nacional. El análisis cuantitativo perdió así la relevancia del momento inicial y se subordinó a esa visión más integral.
En la actualidad, sus inquietudes intelectuales están marcadas por la preeminencia del trabajo especulativo, en el sentido noble del término. Se trata de un ejercicio de pensamiento sin amarras o restricciones, sin dogmas ni ortodoxias, animado por el encuentro con nuevas teorías científicas y nuevas cuestiones epistemológicas, como es el caso de la teoría de la complejidad. Actualmente, en el plano político, la dimensión ética es el principal nutriente de sus propuestas y búsquedas. En “¿Y si el desarrollo fuese una emergencia sistémica?”, de Fabio Giraldo (Ciudad y complejidad, Bogotá, Creación Humana, 2003), se puede encontrar una de las más acabadas muestras de esa nueva, fecunda y promisoria fase del trabajo intelectual de Boisier.