Relativamente poco conocidas en América Latina, las comunidades de inmigrantes latinoamericanos en los Estados Unidos han producido algunas de las expresiones culturales más vibrantes de finales del siglo XX. Por mantener una constante comunicación e intercambio con músicos de sus países de origen, por estructurarse sobre la base de músicas caribeñas previas y por manifestarse fundamentalmente en español, la salsa “surgida en Nueva York a mediados de los años 60” ha sido la más difundida de esas expresiones por todo el continente. Pero, en el ámbito de la literatura, como las obras abordan sobre todo la realidad migratoria y se expresan principalmente en inglés o spanglish, usualmente se las margina de la historia literaria de los distintos países latinoamericanos de donde provienen sus escritores. Y por tratarse de una expresión de lo que en los Estados Unidos se denomina “minorías” –excepto algunas pocas obras cuya temática se aparta de sus comunidades “latinas” (como las del mexicano Carlos Castañeda, sobre todo su Teachings of Don Juan: A Yaqui Way of Knowledge)–, no se incluyen tampoco en la historia literaria de los Estados Unidos.
La literatura “latina” está naturalmente enraizada en los grandes fenómenos migratorios y en el desarrollo de sus propias comunidades dentro del étnicamente segregado mundo de la sociedad estadounidense. Por ello sus corrientes principales han sido la expresión chicana (de inmigrantes mexicanos) y la nuyorican (de inmigrantes puertorriqueños); aunque las comunidades dominicana, cubana y centroamericana también fueron desarrollando posteriormente expresiones importantes. La literatura nuyorican, “cuyo nombre viene de la fusión de Nueva York y Puerto Rico”, está estrechamente vinculada a la música de salsa, pues comparte con ésta temáticas centrales –el mundo de la marginalidad social, las pandillas juveniles (Young Lords) y la delincuencia–, y sus formas expresivas reunidas en torno a la oralidad rítmica. La obra pionera fundamental fue la novela autobiográfica de Piri Thomas, Down These Mean Streets, publicada en 1967 . Transfiriendo la perspectiva a tercera persona, esta novela encuentra continuidad en las novelas del juez Edwin Torres, Carlito’s Way (1975), Alter Hours (1976) y Q and A (1977), y coincide con las salsas nuyoricans en tercera persona de Rubén Blades “Pablo Pueblo” y “Pedro Navaja”.
Ahora bien, la salsa no fue una mera agrupación de composiciones musicales, sino un movimiento sociocultural, con su propia casa disquera, sus conciertos y actividades barriales, y una intensa intercomunicación entre los artistas participantes. En la esfera de la literatura latina, su primera manifestación con carácter de movimiento sociocultural fue el Nuyorican Poets Cafe, cuyos inicios datan del 1972. Así como en la salsa, donde participan tanto músicos sin formación académica como algunos graduados de los más exigentes conservatorios, el Nuyorican Poets Cafe agrupó escritores autodidactas y algunos de formación universitaria; al igual que la salsa, también incluyó tanto nuyoricans de nacimiento como de reciente migración, y terminó incorporando no sólo a migrantes o descendientes de puertorriqueños, sino también diversos latinos, judíos y otros representantes de minorías.
La literatura del movimiento del Nuyorican Poets Cafe refleja un carácter oral tanto en su vocabulario como en su estructura, a través de la apropiación de lo que llamaban “el lenguaje de la calle”, recreando para la expresión urbana la tradición caribeña del arte de la palabra improvisada e histriónica, unida a expresiones musicales y bailables, como la bomba y el seis puertorriqueños, el guaguancó rumbero cubano o la poesía dub jamaiquina sobre ritmos de reggae. En sus manifiestos señalaban que su palabra era inseparable de la acción y, junto con ella, debía expresarse y hacerse siempre novedosa. Sus poetry slams eran, pues, fundamentalmente performáticos, la oralidad y la expresión corporal aparecían entretejidas.
Su inspirador o maestro directo fue el poeta vagabundo nuyorican Jorge Brandon, que nunca publicó, sino que recitaba de memoria a quien quisiera escucharlo. El movimiento surgió, a su vez, en diálogo con los poetas norteamericanos de la Beat Generation, con sus énfasis en el street life y la experimentación con las drogas y el sexo.
Entre la rica producción de este movimiento, es justo destacar aquellas que podrían ser consideradas parte de las grandes obras de la literatura universal: el poemario de Pedro Pietri, Puerto Rican Obituary (1973); la obra teatral de Miguel Piñero, Short Eyes (luego llevada al cine); la antología editada por Miguel Algarín, Nuyorican Poetry: An Anthology of Puerto Rican Words and Feelings (1975); y algunos de los poemarios de Sandra María Esteves, Tato Laviera y Víctor Hernández Cruz.
La segunda vertiente importante de la literatura latina en los Estados Unidos, con obvias tangencias con las del Nuyorican Poets Cafe, la constituyen los Bildungsroman, donde se destacan de manera especial las perspectivas femeninas. Sus primeras expresiones fueron escritores varones: además del ya citado nuyorican Piri Thomas, los chicanos José Antonio Villareal, Pocho (1959); Rodolfo Anaya, Bless ME, Ultima (1972) y Rolando Hinojosa, The Valley (1973) o Klail City y sus alrededores (1976). Pero en las últimas tres décadas han predominado las escritoras: las chicanas Sandra Cisneros, The House on Mango Street (1985) y Gloria Anzaldúa, Borderlands/La Frontera: The New Mestiza (1987); las nuyoricans Carmen Pursifull, Carmen by Moonlight (1982); Nicholasa Mohr, Nilda (1986); Judith Ortiz Cofer, Line of the Sun (1989), y Esmeralda Santiago, When I was Puerto Rican (1995); la dramaturga cubana Dolores Prida, Beautiful Señoritas (1991), y la dominicana Julia Álvarez, How the García Girls Lost their Accents (1991), entre otras.
Finalmente, la más impactante expresión cultural latina de las últimas décadas, desarrollada en conjunto con los afronorteamericanos, ha sido la cultura Hip-hop con sus vertientes del rap (poesía improvisada y musicalizada), el grafiti (murales con pintura de aerosoles) y el breakdance.