Leopoldo Zea nació en 1912, en pleno auge de la Revolución Mexicana. Su infancia y adolescencia transcurrieron entre los combates en el país y la consolidación e institucionalización del proyecto revolucionario. Comenzó a trabajar desde muy joven y ganó una beca para cursar sus estudios primarios. En 1933 obtuvo un puesto en Telégrafos Nacionales. Trabajaba de noche y durante el día estudiaba filosofía y derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Su período de formación académica coincidió con la llegada de los exiliados de la Guerra Civil española. En 1939, en una clase del filósofo español José Gaos, presentó un trabajo que llamó la atención del profesor. Gaos le ofreció una beca en nombre de la Casa de España en México (más tarde, el prestigioso Colegio de México) con la condición de que dejara la carrera de derecho y se dedicara exclusivamente a la filosofía. Zea aceptó de inmediato la propuesta.
En 1942 inició una de las épocas más productivas e intensas de su vida académica y personal. Ese mismo año publicó Acerca de una filosofía americana, obra en la que ya se encuentra el germen de su visión filosófica, histórica e iberoamericana. En 1943 obtuvo el título de profesor de Filosofía en la UNAM con su tesis El positivismo en México, que fue publicada por el Colegio de México ese mismo año. Su tesis de doctorado –orientada por José Gaos, presentada en 1944 y publicada en seguida– conforma la segunda parte de su obra de interpretación de la cultura mexicana: Apogeo y decadencia del positivismo en México. Ese mismo año asumió la cátedra de Filosofía de la Historia en la Facultad de Filosofía y Letras.
Con una beca de la Fundación Rockefeller, entre 1945 y 1946, Zea pasó seis meses en los Estados Unidos y un año recorriendo América Latina. Durante ese viaje entró en contacto con intelectuales latinoamericanos, con los que estableció una relación de constante diálogo. Así surgió una generación de pensadores preocupados por la identidad americana: Arturo Ardao, de Uruguay; João Cruz Costa y Darcy Ribeiro, de Brasil; Francisco Miró Quesada, de Perú; José Luis Romero, de la Argentina; Guillermo Francovich, de Bolivia; Ernesto Mays Ballenilla, de Venezuela; José Antonio Portuondo y Roberto Fernández Retamar, de Cuba, y muchos otros.
La América real
El intercambio de esa generación dio por resultado historias nacionales del pensamiento –publicadas por la Editorial Losada y el Fondo de Cultura Económica– y también un debate acerca de la existencia o no de una cultura iberoamericana y de la posibilidad de una filosofía iberoamericana. El reconocimiento de una identidad americana daría lugar a un nuevo debate, en los años 60, sobre la existencia de una filosofia latinoamericana.
Acerca de una filosofía americana surgió en un momento de crisis de la cultura europea, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. En esta obra Zea discute la esencia del ser americano, presente, en su opinión, tanto en las raíces de la cultura occidental como en las raíces indoamericanas. En esos años sostuvo que la América europea mantenía oculta a la América real, por lo que era necesario enfrentar a la primera para poder asimilarla y superarla. Sólo por el camino de la deconstrucción de Occidente –y, por lo tanto, de esa América que Europa construyó en el imaginario– se podría afirmar la realidad americana, ignorada desde la conquista.
Para Zea ese reconocimiento era fundamental, puesto que hacerlo nos permite asumir nuestro ser iberoamericano, ya no más vivido como una desgracia por no ser europeo y, por lo tanto, siempre carente, y sí como una igualdad en la diferencia. El contacto con manifestaciones culturales diversas durante su viaje por América Latina le mostró similitudes y constantes que le permitieron establecer sus ideas sobre una conciencia americana. Dos etapas del pensamiento hispanoamericano (1949) y América con conciencia (1953) son obras que dan continuidad a la idea de una conciencia americana sin reparos ni sentimientos de inferioridad o carencia frente a Occidente. Al mismo tiempo maduró su concepción de la filosofía de la historia, centrada en las circunstancias que envuelven al hombre. La filosofía sólo puede ser producto de un ser, un ente social que vive en un contexto particular. El hombre americano, al pretender ser europeo, no encuentra la expresión verdadera de su ser iberoamericano, puesto que ha vivido un extrañamiento de sus propias circunstancias.
Filosofía de la liberación latinoamericana
Su segundo período de gran importancia para la filosofía latinoamericana se forjó entre las décadas de 1960 y 1970, en el contexto de las luchas de liberación nacional del Tercer Mundo y los lineamientos de las teorías del subdesarrollo y la dependencia. Zea defendía una filosofía de la liberación como camino para la emancipación de nuestros pueblos. Ésta sólo se conseguiría reconociendo la diferencia de la América ibérica con respecto a Europa y a las otras culturas del mundo.
Durante ese período Zea ocupó varios cargos públicos. En 1960 fue nombrado director general de Relaciones Culturales de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México. En 1961 se involucró con el acercamiento a las naciones africanas recién liberadas. En 1965 publicó El pensamiento latinoamericano. Al año siguiente asumió como director de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. En ese contexto promovió la creación del Colegio de Estudios Latinoamericanos y, entre 1968 y 1969, debatió con Salazar Bondy la existencia de una filosofía latinoamericana en su obra La filosofía americana como filosofía sin más. Entre 1982 y 1995 asumió la dirección del Centro Coordinador y Difusor de Estudios Latinoamericanos. También coordinó la Federación Internacional de Estudios sobre América Latina y el Caribe (Fiealc) y la Sociedad Latinoamericana de Estudios sobre América Latina y el Caribe (SOLAR). En 1986 dirigió la revista Cuadernos Americanos.
El tercer período de su pensamiento filosófico, más próximo al enfoque antropológico y la perspectiva multicultural, se concentró en la defensa de la igualdad en la diferencia (Discurso sobre la exclusión y la barbarie, 1988) y en la manifestación de un pensamiento según el cual los temas del siglo XXI estarían focalizados en la globalización de las problemáticas humanas.
En esta etapa, el filósofo mexicano recibió condecoraciones de varios gobiernos y títulos de doctor honoris causa de universidades del mundo entero, desde Rusia hasta Uruguay. Y el gobierno de su país le entregó la medalla Belisário Domínguez por su preocupación intelectual respecto de “los dos” problemas del momento: la cuestión indígena y la defensa de la UNAM.
Humanista en el sentido amplio del término, Leopoldo Zea desarrolló una lucha de oposición a la dependencia teórica y buscó consolidar un pensamiento iberoamericano y latinoamericano, instrumento para la transformación de la realidad y vehículo para la liberación de nuestros pueblos.