Fundado en 1990, en el año que siguió al fin de la dictadura chilena, el Teatro La Memoria nació de la asociación de Alfredo Castro y de un grupo de actores, entre los cuales estaban Paulina Urrutia y Rodrigo Pérez. La primera fase del grupo consistió en montajes que enfocaban la subjetividad ante el reencuentro con la sociedad y la historia de Chile. Trataban del dolor humano causado por una creciente pérdida de identidad y desorientación emocional. Las producciones presentaban personajes al margen de la sociedad que rompían con reglas y tabúes, y que eran llevadas, por los extremos del afecto, hasta colisiones violentas con personas próximas. El tratamiento de esas vidas refleja un amplio panorama de referencias metafóricas a la sociedad y a la historia nacional chilenas.
La Trilogía testimonial de Chile, que se inició con La manzana de Adán (1990), formó el concepto artístico del grupo, que se define como un teatro contra el olvido, e influyó a toda la generación siguiente de jóvenes artistas de teatro en Chile. Basándose en personas reales y fragmentos de sus biografías trágicas, la trilogía fue el resultado de intensas investigaciones en diferentes áreas marginales de la sociedad. Mientras La manzana de Adán trata de taxi boys y travestis, La historia de la sangre (1992) –tal vez el más famoso montaje del grupo– se concentra en convictos de la pasión. Enfoca, entre otros, el caso de la vendedora de periódicos Rosa Faúndez, que en los años 1920 mató por celos al amante y distribuyó las partes de su cuerpo en pedazos por la ciudad de Santiago. El grupo recogió esas biografías en recortes de diarios y entrevistas con pacientes psiquiátricos y prisioneros. El montaje presenta siete personajes que relatan su vida en monólogos poéticos y fragmentados, partes de una historia no oficial que se juntan con una expresividad corporal particular. Los días tuertos (1993) cierra la trilogía. En otro montaje, Hombres oscuros, pies de mármol (1995), Alfredo Castro junta el Edipo Rey de Sófocles con la autodefensa de un juez alemán que fue internado en un asilo psiquiátrico. Opone la acción del asesinato del padre a la no acción de un personaje que sufre consecuencias de malos tratos de los cuales nunca se liberó.
En los primeros años, el Teatro La Memoria trabajó colectivamente bajo la dirección de Alfredo Castro. Con el paso del tiempo se transformó en un teatro de director, coordinado también por Castro y con un elenco de actores invitados.