Creado por Eduardo Almeida Naveda en 1971, en Quito (Ecuador), el Teatro Experimental Ecuatoriano fue, durante dos décadas, una referencia en su país en lo que se refiere a la búsqueda de una teatralidad crítica y popular. El grupo debutó con una adaptación de la novela de Jorge Icaza El Chulla Romero y Flores (1971), presentándola por todo el país. Sus espectáculos siguientes, Danza de la noche triste y Misterio barroco, escritos por su director, toman como base la musicalidad de los ritos y canciones populares, y son el resultado de un trabajo –realizado entre 1979 y 1980–, de convivencia con los campesinos de la sierra ecuatoriana. La investigación teatral del grupo, en esa época, estuvo orientada hacia los rituales funerarios vinculados a la lucha por la tierra, por lo cual decidieron vivir en el campo, con el fin de conocer de cerca las celebraciones tradicionales que mantenían pequeños grupos sociales.
En Danza de la noche triste, la música, la danza, el canto y la pantomima, así como los textos recitados, se compusieron en base a patrones tradicionales y a partir de las opiniones de los campesinos que participaban de los ensayos. Llevado a decenas de pueblitos, el espectáculo se representó en las calles, canchas de fútbol e iglesias, antes de llegar a las grandes ciudades. Misterio barroco participó del Festival de las Naciones, en Ámsterdam, en 1980. En 1981, el grupo presentó Crónica de la vieja banda (Eduardo Almeida Naveda) y, entre sus trabajos posteriores, se destaca Segundo tiempo (Ricardo Halac, 1984). En 1988, el grupo obtuvo el premio Ollantay, otorgado por el Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral (Celcit) de Caracas. En la década siguiente, sus actividades artísticas cesaron y Eduardo Almeida Nevada siguió con su trabajo pedagógico.