Fundado en Montevideo en 1949, El Galpón es el grupo de teatro independiente de mayor continuidad. Durante toda su trayectoria, sus integrantes defendieron los principios de una democracia interna –basada en la libre toma de decisiones– y de un teatro de arte sin fines lucrativos. Su primer espacio, la Sala de Mercedes (así se llamaba la calle donde estaba situado), se inauguró con la obra Héroes, de Bernard Shaw. También impulsaron una escuela de arte dramático, una escuela de títeres y un seminario permanente de autores para desarrollar la dramaturgia en Uruguay. Entre sus directores y docentes se destacan Atahualpa del Cioppo, Ugo Ulive, Rubén Yáñez, César Campodónico, Jorge Curi, Júver Salcedo, Villanueva Cosse, Blas Braidot y Arturo Fleitas.
Atahualpa del Cioppo (1904-1993), durante mucho tiempo director de El Galpón, fue uno de los grandes maestros de la escena latinoamericana y mundial del siglo XX. Su verdadero nombre era Américo Celestino del Cioppo Fogliacco. Cursó estudios –que dejó inconclusos– de derecho. En 1930 ya había escrito la pieza El gaucho, nunca representada, y publicado su libro de poemas Rumor, premiado en el Concurso del Centenario de la Constitución. A partir del programa de radio La Isla de los Niños, en 1936 creó un grupo teatral con el mismo nombre, cuyo objetivo principal era la formación de los futuros espectadores. Allí estrenó sus obras La negra Jesusa –la única que se conserva–, Lo que enseña la vida en la sala de clases, El casamiento de Agapito y Llegaron los Reyes Magos. En 1946, el grupo cambió de nombre –adoptando el de La Isla– y Atahualpa dirigió Mirandolina, de Carlo Goldoni, y El regreso de Ulises, de Carlos Denis Molina. En 1949 creó el Teatro El Galpón a partir de la fusión de La Isla con los disidentes del Teatro del Pueblo (grupo pionero del teatro independiente uruguayo fundado por Manuel Domínguez Santamaría en 1937).
Con El Galpón, Atahualpa llevó a los escenarios su pensamiento profundamente humanista y revolucionario. Puso en práctica las teorías de Bertolt Brecht y representó títulos notables de la escena universal. También abogó por la profesionalización del artista, defendió un teatro independiente de alta calidad estética –contra la comercialización y el lucro y a partir de un minucioso trabajo con el actor– e impulsó la renovación formal sin perder de vista el compromiso con los sectores más humildes y con los oprimidos. Dejó pocos textos escritos en relación con su gran obra. A fin de cuentas, como expresara el crítico Jorge Pignataro, Atahualpa pertenecía a la tradición oral. Su nombre está ligado indisolublemente al del Teatro El Galpón, la escena independiente y el teatro latinoamericano.
Represión y exilio
En 1969 se concretó la apertura de un espacio propio, la Sala 18 de Julio, en un difícil contexto de agudización de la lucha política y deterioro económico. El colectivo estrenó El señor Puntila y su criado Matti, de Brecht, dirigida por César Campodónico; Fuenteovejuna (Lope de Vega/Antonio Larreta), Delicado equilibrio (Edward Albee/Bernardo Galli), La irresistible ascensión de Arturo Ui (Brecht/Yáñez), Las brujas de Salem (Arthur Miller/Campodónico), Pluto (Aristófanes/Yáñez) y El gorro de cascabeles (Luigi Pirandello/Salcedo). Al instaurarse en 1973 la dictadura militar, muchas de esas obras fueron presentadas en medio de amenazas, atentados y detención de los actores, lo que obligó a realizar súbitas modificaciones en el montaje. La represión se tornó más intensa, pero el grupo siguió trabajando y perfiló un teatro abiertamente contestatario, con buena respuesta del público. A comienzos de 1976, los miembros de El Galpón fueron detenidos, pero entre marzo y abril recuperaron la libertad por no habérselos encontrado culpables de ningún hecho delictivo. Con el apoyo de grupos independientes e instituciones nacionales e internacionales, mantuvieron su programación hasta el decreto del 7 de mayo, que disolvió el elenco, cerró la sala, confiscó los bienes y prohibió toda actividad cultural. La mayor parte de los artistas se exilió en México.
En la etapa de exilio (1976-1984), el Teatro El Galpón conservó su unidad, su disciplina y sus métodos de trabajo. La nueva condición impuso la necesidad de profesionalización, y las giras constantes provocaron cambios estéticos tendientes a una mayor austeridad en los montajes y a una mayor dedicación al trabajo del actor. El grupo se presentó en centenas de ciudades, pueblos y provincias, realizó más de 2.500 funciones e hizo giras por más de veinte países de América y Europa. En 1979 inauguró su sede mexicana, donde recibió a grupos locales y latinoamericanos. Durante esta etapa recibió los premios Ollantay (1976), Juana Sujo (1977), Celcit (1980) y Critven (1983), de Venezuela; Anita Villalaz (1981), de Panamá; el trofeo del Ministerio de Cultura de Costa Rica (1982), y el premio de la Asociación Gaucha de Escritores de Porto Alegre, Brasil (1983). Realizó talleres, cursos y seminarios en México y el exterior.
Después del “No” en el plebiscito de 1980, al avistarse el fin de la dictadura en Uruguay y prepararse las elecciones, Atahualpa del Cioppo regresó a su país en septiembre de 1984; su retorno anticipó el de todo el elenco. En marzo de 1985, el primer decreto del nuevo gobierno devolvió su sala a El Galpón, que fue reinaugurada con una fiesta popular y el reestreno de Artigas general del pueblo. La pieza, codirigida por Del Cioppo y Campodónico, había recorrido toda América como testimonio de oposición a la dictadura.
Con una recepción social muy favorable, el Teatro El Galpón inauguró la temporada, articuló una campaña de socios, aumentó el número de miembros profesionales, reorganizó la Escuela de Arte Dramático y el elenco de títeres, creó un seminario de dramaturgia e inició su actividad de extensión cultural, presentando, a bajo precio, espectáculos para niños y jóvenes. También realizó giras por el interior y por varios países de América y Europa.
Durante este período, sin embargo, debido a desavenencias con la asamblea de El Galpón en razón de su propuesta de montar El santo de fuego, de Mario Monteforte, Atahualpa del Cioppo se separó del grupo. Dicha obra fue montada en escena por Del Cioppo en 1991.
Nueva etapa
Por esa época, las transformaciones del mundo se traducían en nuevas manifestaciones de recesión económica y retraimiento de la participación de los distintos actores sociales en las actividades culturales: disminución de público, socios, algunas obras deficitarias, debilidad de la militancia social. Las dificultades financieras llevaron a la institución a debatir formas organizativas y desarticular el modelo de profesionalización implantado en México. El Galpón se vinculó más estrechamente con el medio teatral uruguayo, realizó coproducciones y llegó a alquilar su sala para aumentar los ingresos.
Se construyeron dos nuevas salas en la sede de la avenida 18 de Julio. En 1993 se inauguró la Sala Cero, de carácter experimental y capacidad para setenta espectadores. Dos años después se abrió la Sala Atahualpa, de disposición circular, con capacidad para 250 espectadores. Inaugurada con el estreno de El día que el río Jordán pasó por la Teja, de Eduardo Sarlós, dirigida por Campodónico, marcó una nueva etapa de crecimiento.
Así se inició un proceso de adaptación a las nuevas realidades socioeconómicas. Fundado en la tradición del movimiento de teatros independientes y asociado al Teatro Circular de Montevideo, El Galpón impulsó, en 1997, la propuesta del “Socio Espectacular”. Se trataba de apelar al respaldo económico del espectador, ofreciendo a cambio entradas gratuitas para espectáculos de ambas instituciones, además de entradas para todos los cines de la ciudad y libros.
Hoy, El Galpón continúa su trabajo artístico y profesional con un centenar y medio de miembros, entre artistas, docentes y técnicos, en la lucha por mantener sus tres salas y continuar funcionando como institución. De su trayectoria cabe resaltar, además de las puestas en escena ya mencionadas, Babilonia y Stéfano, de Discépolo; Los caballos, de Mauricio Rocencof; Los testimonios, de Peter Weiss; Un curioso accidente, de Carlo Goldoni; El asesinato de Malcolm X, de Hiber Conteris; Igor Bolichov y los otros, de Máximo Gorki; El enfermo imaginario y El avaro, de Molière.
El director César Campodónico, fallecido en 2005, escribió un libro sobre la historia del Teatro El Galpón titulado El vestuario se apolilló. En su homenaje, El Galpón organizó en septiembre de 2005 el I Festival Internacional de Teatro César Campodónico “Por la memoria”, con apoyo de ministerios y empresas públicas uruguayas.