En 1981 surgió en la Argentina el Movimiento Teatro Abierto como reacción del sector teatral a la dictadura militar. Su éxito consistió en aliar la calidad de espectáculos de fuerte proyección popular a una dramaturgia volcada a temas estrechamente relacionados con la situación que vivía el país, como el exilio, las desapariciones y el terror.
Su historia comenzó a fines de 1980, cuando un grupo de dramaturgos y actores reunidos en la Sociedad General de Autores de la Argentina formuló la pregunta clave para el futuro del teatro en ese momento: ¿cómo demostrar su existencia en las condiciones que imperaban? Osvaldo Dragún propuso la organización de una muestra de teatro argentino contemporáneo.
Un grupo de dramaturgos fue, entonces, invitado a escribir obras de un acto cuya temática quedaría a cargo de cada autor, sin limitaciones ideológicas o estéticas. La muestra se llevó a cabo en el Teatro del Picadero y reunió 21 obras en un programa de una semana, con tres espectáculos diarios. La producción se costeó con la venta anticipada de entradas, que se agotaron una semana antes de que comenzara el encuentro.
La adhesión del público fue contundente: Teatro Abierto parecía ser una tribuna de resistencia a la dictadura y el aglutinador de la unidad social tan esperada en esa época. Por todo el país se fueron creando formas de agrupamiento artístico similares, como Danza Abierta, Música Siempre, Libro Abierto, Poesía Abierta, etcétera.
Una semana después de iniciarse el ciclo, explotaron bombas durante la presentación de Tercero incluido, de Eduardo Pavlovsky. Cuarenta y ocho horas después del atentado, el grupo organizador formado por Osvaldo Dragún, Roberto Cossa, Jorge Rivera López, Luis Brandoni y Pepe Soriano, apoyados por el arquitecto Adolfo Pérez Esquivel y el escritor Ernesto Sabato, informó a una amplia asamblea de simpatizantes y ante la prensa su decisión de continuar.
En 1982, el movimiento presentó su segundo ciclo de resistencia política y artística. Se organizó un concurso de dramaturgia abierto a todos los autores del país. Un jurado compuesto por artistas de teatro seleccionó obras de la capital y las provincias. Además de duplicar el número de espectáculos en la Muestra, se realizó un “ciclo experimental”. Se organizaron seminarios, cursos y mesas redondas sobre temas actuales del teatro argentino y latinoamericano. El ciclo se financió con la venta del libro Teatro Abierto ‘81, que contenía todas las obras del primer ciclo.
Pero el proyecto mostró ser demasiado ambicioso. En el plano artístico hubo poca innovación y, a pesar de los esfuerzos, el movimiento no tuvo el alcance popular esperado. Además, la crispación de la política interna, que llevaría a la dictadura hasta el extremo de iniciar una Guerra de las Malvinas para ampliar su poder, hizo que la iniciativa del Teatro Abierto se diluyera.
El tercer ciclo, en 1983, fue planeado como revisión de los siete últimos años trágicos del país. El movimiento decidió ganar las calles dándole énfasis a la creación colectiva, procedimiento ampliamente utilizado en los demás países de América Latina. El ciclo tuvo comienzo con un acto público que reunió en las calles de Buenos Aires a diversas murgas y a gran parte del sector teatral. La manifestación coincidió con el clima político de restauración de la democracia, y promovió un teatro callejero nunca antes visto en la ciudad. El movimiento asumió un carácter decididamente popular.
Después de intensas discusiones sobre el futuro del Teatro Abierto, su Comisión Directiva decidió hacer una pausa para evaluar los rumbos del movimiento. En 1985 se realizó el cuarto ciclo, dedicado a la nueva dramaturgia. Paralelamente, el teatro callejero se apoderó de la ciudad. El ciclo se denominó “teatrazo”, y contó con la participación de grupos aficionados, titiriteros, murgas y artistas invitados de varios países de América Latina. A partir de 1986 no hubo otra reedición del “teatrazo” y tampoco volvieron a presentarse los ciclos del Teatro Abierto.