Amplia divulgadora de las letras, desde los años 1950 desarrolló una serie de acciones para aumentar el público lector de su país, Costa Rica. Ocupó diversos cargos públicos, entre ellos el de ministra de Cultura, y formó una aguda mirada crítica de la clase media costarricense, lo que le dio el tono de sus primeros poemas reunidos en Canción de la ternura (1962). La publicación de Los perros no ladran (1950) renovó la literatura nacional en la senda de lo que intentó hacer la precursora Yolanda Oreamuno y de lo que se lee en los libros de Ana Cristina Rossi. Circulando entre los diversos géneros literarios, profundizó la investigación lingüística en novelas como El caso 117.720, de 1987.
Atenta a la crisis de valores nacionales, escribió En partes (1994), donde elabora cuestiones identitarias. Junto a nombres como el de Velma Pollard, poeta e intelectual jamaiquina, figura entre las escritoras caribeñas de reconocimiento internacional. Otras obras: Diario de una multitud (1974), Marina Jiménez de Bolandi: recordándola (2002).