El líder popular Francisco Alves Mendes Filho nació en el seringal [área o propiedad de seringas, el árbol del caucho] Porto Rico, en el municipio de Xapurí (Acre) el 15 de diciembre de 1944; era hijo de padres nordestinos que migraron hacia Amazonia. Desde los once años trabajó como recolector del caucho, compartiendo el destino común de aquellas familias cuyos hijos, en vez de ir a la escuela, trabajan para extraer el látex. Chico Mendes tuvo la fortuna de encontrar a quien sería su gran maestro, Fernando Euclides Távora, que le enseñó no sólo a leer y a escribir, sino también a seguir el camino que lo llevaría a interesarse por los destinos del planeta y de la humanidad. Euclides Távora era un militante comunista que participó activamente en el levantamiento comunista de 1935 en su ciudad natal, Fortaleza, y también en la Revolución de 1952, en Bolivia. Volviendo a Brasil por Acre, Euclides Távora fue a vivir en Xapurí, donde se convirtió en maestro de Chico Mendes. El discípulo siempre hablaba con gran cariño de su mentor político, a quien no vería más después del golpe de 1964. La educación pasó a ser una obsesión de Chico Mendes, le daba un sentido político muy práctico, pues pensaba que, sabiendo leer y escribir, el cauchero ya no sería estafado en las cuentas del almacén del patrón.
En 1975, cuando militaba en las comunidades eclesiásticas de base –las CEB–, fundó el primer sindicato de trabajadores rurales de Acre, en Brasiléia, con su amigo Wilson Pinheiro. En marzo de 1976 organizó con sus compañeros el primer empate, en el seringal Carmen. El empate consistía en la reunión de hombres, mujeres y niños, bajo la dirección de los sindicatos, para impedir la deforestación del bosque, práctica que se volvería emblemática de la lucha de los recolectores del caucho. En los empates, los caucheros advertían a los “peones” al servicio de los hacendados del ganado –generalmente fuera de Acre– que el desmalezamiento significaba la expulsión de las familias de los trabajadores. Invitaban a los peones a sumarse a su lucha, ofreciéndoles “colocaciones” y “senderos” de seringa para trabajar y, firmes, los expulsaban de sus campamentos de destrucción, impidiendo el trabajo. Los empates tuvieron un papel decisivo en la consolidación de la identidad de los recolectores del caucho y esa forma de resistencia acabó llamando la atención de todo Brasil, especialmente luego del asesinato de Wilson Pinheiro, en 1980.
Chico Mendes insistió con los empates, movilizando a los caucheros, incluso después de que las autoridades gubernamentales, ante la repercusión de su resistencia, comenzaron a hacer proyectos de colonización. Chico Mendes los rechazó, dado que ellos habían hecho que el cauchero se convirtiera en un colono-agricultor, confinado a 50 o 100 hectáreas de tierra, lo que demostró que había comprendido con lucidez el significado de aquella estrategia gubernamental que encontraba eco incluso entre militantes sindicales. Chico Mendes valoraba el modo de vida de los recolectores del caucho, que usaban una pequeña parcela de tierra pegada a la casa para hacer su campo y criar pequeños animales y recolectaban los frutos y las resinas de la selva. Para los recolectores del caucho el objeto de trabajo no es la tierra sino la selva. Así, más que por la tierra, Chico Mendes y los caucheros luchaban por la selva y fue esa firme convicción lo que lo llevó a gozar del apoyo de sus pares y a aproximarse a los ecologistas, lo que hacía con desconfianza, como se cansó de manifestar a sus amigos. Como comunista, Chico Mendes desconfiaba no sólo de los ecologistas, sino también de una serie de movimientos sociales que comenzaban a destacarse en aquellos años (mujeres, negros y homosexuales), pues creía que dividían la lucha de los trabajadores. Sin embargo, como hombre práctico y con gran capacidad de subordinar los principios a la vida, sin perder el sentido de su lucha, percibió que los ecologistas, al defender la selva, eran aliados importantes en la lucha que entablaba, además de permitir que los caucheros saliesen del aislamiento. Los ecologistas, por su parte, reconocieron la importancia de la lucha de los caucheros en la preservación de la selva. A partir de esa alianza, Chico Mendes formuló un principio que caracterizaría su filosofía: “no hay defensa de la selva sin los pueblos de la selva”, que bien puede extenderse a otras situaciones de defensa de la naturaleza.
Chico Mendes percibió que la lucha de los recolectores de caucho era de interés para toda la humanidad y, poco a poco, fue afirmándose en la convicción de que, además de la explotación de los trabajadores, el capitalismo tenía una fuerza destructiva y voraz que precisaba ser combatida, y, a partir de ahí, se volvió uno de los más importantes próceres del ecosocialismo. Con su fina percepción holística, rechazó tanto un sindicalismo como un ecologismo estricto. En 1984, en un encuentro nacional de trabajadores rurales, Chico Mendes defendió una propuesta osada para la época, la de que la reforma agraria debería respetar los contextos sociales y culturales específicos y, un año después, al fundar el Consejo Nacional de los Caucheros en Brasilia, ya desarrollaba, con sus compañeros, la propuesta de Reserva Extractiva –una verdadera revolución en el concepto de unidad de conservación ambiental que, por primera vez, no separaba al hombre de la naturaleza–. La Reserva Extractiva –que Chico Mendes acostumbraba llamar reforma agraria de los caucheros– consagraba todos los principios ideológicos que él propugnaba, pues, al mismo tiempo que cada familia retenía la prerrogativa de usufructo de su colocación, con su casa y con sus senderos de seringa, la tierra y la selva eran de uso común –idea comunitaria inspirada en las reservas indígenas–. Apoyándose en eso, se empeñó, con su amigo Ailton Krenak, en la construcción de la Alianza de los Pueblos de la Selva, uniendo a indios y a recolectores del caucho e invirtiendo la historia de masacres, instigadas por las grandes casas de aviación y del seringal del complejo de exploración de la goma. En esa acción, también, el profundo sentido humanístico de la ideología de Chico Mendes cobraba sentido práctico. Está registrado que la propuesta de la Reserva Extractiva contemplaba, incluso, una innovadora relación de la sociedad con el Estado. Aunque la propiedad formal de la reserva fuese del Estado –en este caso, del IBAMA (Instituto Brasileño de Medio Ambiente)–, su gestión pasaba a ser responsabilidad de la propia comunidad, y cabía al órgano público supervisar el cumplimiento del contrato de concesión de derecho de uso que, en ese sentido, era el pacto que se establecía entre el Estado y los caucheros.
En toda su vida, Chico Mendes jamás dejó de dedicarse a la construcción de instrumentos de luchas sociales y políticas. Fue dirigente nacional de la Central Única de los Trabajadores (CUT) y del Partido de los Trabajadores (PT), así como también del Consejo Nacional de los Recolectores del Caucho. El legado político y moral de Chico Mendes es enorme y puede ser visto tanto por los intelectuales que reconocen la originalidad de sus ideas y prácticas políticas como por los políticos que, ya sea en su estado como en su país, tienen los cargos asociados a las luchas que protagonizó. Su trabajo fue reconocido en Brasil y en el mundo: en 1987 ganó, en Londres, el Premio Global 500 de la ONU y en Nueva York, la Medalla de la Sociedad para un Mundo Mejor; en 1988 recibió el titulo de Ciudadano Honorario de la ciudad de Río de Janeiro.
Su enorme creencia en la capacidad humana de superar las contradicciones del mundo donde vive, organizándose social y políticamente, fue capaz de inspirar todo un conjunto de ideas y prácticas que ven a la naturaleza, con su productividad y capacidad de autoorganización (neguentropía), y a la creatividad humana en su diversidad cultural como base de una racionalidad ambiental (Enrique Leff) o, como a él le gustaba decir, de una sociedad que combine socialismo con ecología.
El 22 de diciembre de 1988, asesinos ligados a la Unión Democrática Ruralista pusieron fin a la vida de Chico Mendes, con la intención de acallar aquella voz que, tal como una poronga –instrumento que los caucheros llevan sobre la cabeza para iluminar las sendas cuando salen, todavía de noche, a trabajar–, continúa iluminando caminos.