Después de décadas de investigaciones de género centradas en la femineidad, la condición masculina ingresó en la agenda política y académica de América Latina a partir de los años 90. En ese entonces surgieron grupos de hombres interesados en ese tipo de estudios, influenciados por las corrientes de pensamiento norteamericanas y bajo el impacto de las consecuencias dramáticas del sida y de la mortalidad provocada por los estándares de comportamiento machistas. Esos grupos mostraron amplitud para debatir la homosexualidad, la bisexualidad, la transexualidad y la homofobia, temas que hasta esa época habían sido tabú. En diez años, el abordaje de la masculinidad se introdujo en las universidades, a través de la ampliación de currículos o de proyectos de investigación específicos, si bien aún se mantiene como tema marginal y avanza lentamente.
América Latina fue, históricamente, escenario de proyectos nacionalistas que incorporaron el estereotipo del macho a la identidad nacional. Fue el caso de México, donde diversos grupos de hombres rechazaron la asociación entre identidad masculina y machismo. El patriarcalismo latinoamericano, asociado a problemas sociales que agudizan la criminalidad y las confrontaciones armadas, colaboró con la extensión de los alarmantes índices de mortalidad de hombres por causas violentas.
Colombia, por ejemplo, en 2006 tenía la tasa de homicidios más alta del mundo y contaba con cerca de dos millones de personas desplazadas de sus hogares debido a la violencia. Dos hombres por cada mujer eran víctima de lesiones corporales atribuidas a peleas (71%) y asaltos (9%). Entre 1996 y 1997, el 88% del total de víctimas por muerte violenta en Colombia fue de hombres de entre 25 y 34 años, en plena edad productiva y reproductiva. En 1997, el 79% de los muertos por accidentes de tránsito eran hombres. Morían en el tránsito colombiano cuatro hombres por cada mujer. De los suicidas, el 79% fueron hombres. Si el promedio anual de óbitos por muerte violenta se mantuviese constante hasta el 2035, hasta ese año habrán fallecido en el país más de un millón de hombres.
Brasil es otro escenario de la masculinización de la violencia. El estudio Mapa da Violência IV: os jovens do Brasil (Waiselfisz, 2004) colocaba al país en el quinto lugar, entre 67 países en estudio, del ránking mundial de homicidios. Los jóvenes de 15 a 24 años eran las principales víctimas y el 93% de los asesinados eran hombres.