El artista plástico de Maranhão y ascendencia libanesa Joãozinho Trinta fue uno de los carnavalescos (una especie de director de arte de las escuelas de samba) más destacados de Río de Janeiro. Empezó su carrera como asistente de dirección en la tradicional Escola Acadêmicos do Salgueiro, en la cual salió campeón en 1965, 1967 y 1971. Promovido a carnavalesco, conformó un dúo con la artista plástica María Augusta y ganó los carnavales de 1974 y 1975. Transferido a la, en ese momento no tan importante, Escola Beija-Flor, de Nilópolis (municipio pobre de la periferia de Río), introdujo la escuela de la Baixada Fluminense en el equipo de las grandes. Así conquistó los carnavales de 1976, 1977, 1978, 1980, 1983 y varios vicecampeonatos.
La frase que sintetizó su estilo data de esa época: “Al pobre le gusta el lujo, al intelectual la pobreza”. A pesar de su fama de desmedido, en 1989 condujo un desfile histórico que le dio a Beija-Flor un injusto vicecampeonato. Con el tema “Ratos e urubus: larguem minha fantasia”, la escuela desfiló completamente cubierta de material reciclado, imitando la basura. Una carroza cargaba la imagen de un Cristo Redentor avergonzado –que fue obligado por orden judicial, a pedido de la Iglesia Católica, a desfilar cubierto por el Sambódromo–.
Joãozinho remozó los desfiles de las escuelas de samba al reforzar el uso de los grandes carros alegóricos, abusar del brillo y reinventar el lujo, al utilizar material reciclado en la composición de disfraces y carrozas, y al incentivar proyectos como el Mutirão [trabajo colectivo para lograr mejoras en la comunidad]. Después de una isquemia cerebral que lo dejó con serias secuelas, se pasó a la Escola Unidos da Viradouro, en la cual conquistó el título del carnaval carioca en 1997.