En su libro Fiestas, baños y exilio, publicado en el año 2001, Rapisardi y Modarelli describen así las condiciones políticas y culturales que contribuyeron a la creación del FLH:
A fines de los años 60, poco antes del derrocamiento del general Onganía y después de la insurrección popular de la ciudad de Córdoba, un grupo de homosexuales discute en una casilla de guarda-barrera de Gerli, en un paso a nivel cercado por una villa miseria. La mayoría son trabajadores de correos, con experiencia sindical y política, y el debate es acerca de los posibles modos de crear un “estado de conciencia” sobre las condiciones de opresión en que viven los gays de la época […]
Ese grupo de trabajadores, autodenominado en 1969 como Nuestro Mundo, sería el primero en constituirse públicamente bajo una orientación homosexual en América del Sur.
Las primeras acciones consistieron en distribuir boletines a los medios de comunicación, que reflejaban una visión no estigmatizante del homosexual. Su organizador, Héctor Anabitarte, sindicalista y miembro del partido comunista, comenzaría también a frecuentar las reuniones de un grupo de intelectuales homosexuales, que funcionaba desde 1967, integrado entre otros por Manuel Puig, Juan José Hernández y Pepe Bianco. En 1971, a partir de los encuentros y las discusiones entre intelectuales y obreros, se formó la federación denominada Frente de Liberación Homosexual. También participaban del FLH el grupo anarquista Bandera Negra, las mujeres del Grupo Safo, los universitarios del Grupo Eros y otros profesionales y católicos homosexuales.
Opciones políticas
El FLH se definía como “una organización de homosexuales de ambos sexos que no están dispuestos a seguir soportando una situación de marginalidad y persecución por el simple hecho de ejercer una de las formas de la sexualidad”. Persecución que, consideraban, tenía “un origen claramente político”.
En cuanto a la organización, se decía “una agrupación no verticalista ni centralista de homosexuales, en la que también pueden participar heterosexuales que renuncien a sus privilegios”. Funcionaba como un movimiento que mixturaba los más diversos grupos homosexuales con posturas heterogéneas, desarrollando sus acciones por medio de
una coordinación con representación de esos grupos. Una referencia esencial en esa etapa fue el escritor y antropólogo Néstor Perlongher (apodado “Rosa” en alusión a Rosa Luxemburgo), fundador del Grupo Eros.
En los años 70 el FLH desarrolló una importante actividad: participación en caminatas de protesta, grupos de estudio, alianzas con grupos feministas y contactos con grupos gays del exterior. En las elecciones de 1972, y a pesar de los pedidos insistentes, ningún partido político aceptó sus propuestas en las plataformas electorales.
En las movilizaciones y marchas de aquella época, el FLH siempre avanzó codo a codo con la izquierda política, que no obstante le reservaba un último lugar muy discreto. En 1973 los militantes homosexuales comparecieron en el Aeropuerto de Ezeiza para recibir a Juan Domingo Perón, que volvía del exilio, y se acercaron a los Montoneros, el ala izquierda del movimiento peronista.
En ese mismo año el FLH publicó Somos, la primera revista homosexual de América Latina, de la que se editaron ocho números –el último en enero de 1976, en vísperas de la dictadura–. También, con la Unión Feminista Argentina (UFA) y el Movimiento de Liberación Femenina (MLF), crearon el grupo Estudio de Política Sexual. La primera manifestación de ese grupo ocurrió en 1974, en protesta por un decreto del gobierno peronista que disponía la prohibición de la difusión y venta de métodos anticonceptivos, y por el cierre de los Centros de Planeamiento Familiar de los hospitales públicos.
La tolerancia montonera duró poco. Tras las denuncias del general Jorge Osinde, que había acusado a los militantes del FLH de homosexuales y drogados, comenzaron a cantar su famosa frase en todas las manifestaciones: “no somos ‘putos’, no somos faloperos […] somos soldados de las FAR [Fuerzas Armadas Revolucionarias, organización armada peronista] y Montoneros”. Entonces intentaron acercarse al trotskismo, integrando el Frente Socialista y Antiimperialista.
Frutos
Finalmente, el terror instalado por el grupo de extrema derecha Alianza Anticomunista Argentina, conocido como Triple A, y por el tristemente célebre jefe de policía Luis Margaride (a quien tanto el gobierno de Arturo Frondizi como el de Juan Carlos Onganía y el de Perón en 1973 habilitaron como represor oficial de la diferencia) comenzó a diezmar el FLH. El grupo se autodisolvió en los primeros meses de 1976 y tomó la decisión de funcionar en el exilio.
Pero el coraje de aquel grupo clandestino primogénito de obreros dispuestos a vivir y a luchar por su sexualidad dejaría frutos. Tras el retorno de la democracia en 1983, algunos ex militantes del FLH fundaron la Comunidad Homosexual Argentina (CHA). Al frente de esa organización estaba el abogado Carlos Jáuregui, referencia fundamental para la línea de acción requerida por la política de visibilidad de la diversidad sexual. Era el inicio de una nueva etapa en la lucha por el reconocimiento de los derechos GLTTBI en la Argentina. En el 2010, entró en vigor la ley que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo. La Argentina registró alrededor de 7 mil uniones en los tres primer años de vigencia de la ley.