El Cordobazo fue una revuelta obrera y estudiantil que se originó el 29 de mayo de 1969 en la capital de la provincia de Córdoba (Argentina). Se trató de la primera gran insurrección política de masas posterior a la caída del peronismo, en 1955. El 12 de mayo, la Ley 18.204 de la dictadura de Juan Carlos Onganía (1966-1970) unificó el régimen de duración de la jornada de trabajo que, en ciertas provincias, como Córdoba, significaba suprimir ventajas que ya habían sido adquiridas por los trabajadores. En esa época, las nuevas ramas de la industria metalúrgica –lideradas por Fiat, Renault y Chrysler–, establecidas principalmente en Córdoba (al mismo tiempo la ciudad universitaria más importante del interior del país) y, en menor medida, en las provincias de Santa Fe y Buenos Aires, habían incorporado una nueva generación de obreros a los procesos productivos. Eran los que percibían mejor remuneración en el país, tenían estudios secundarios completos y habían fundado los sindicatos combativos clasistas: Sitrac-Siltran, liderado por el metalúrgico René Salamanca, y Luz y Fuerza de Córdoba, conducido por Agustín Tosco.
Esos sindicatos, juntamente con la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), en ese momento liderada en el ámbito nacional por el peronista ortodoxo Lorenzo Miguel, la CGT oficial, liderada por el colaboracionista Augusto Vandor y la combativa Confederación General del Trabajo de los Argentinos (CGTA), conducida por el gráfico Raimundo Ongaro, decretaron una huelga por tiempo indeterminado. La chispa se prendió definitivamente el 15 de mayo, cuando una protesta de los estudiantes de Corrientes fue violentamente reprimida por la policía y, como consecuencia, el estudiante Juan José Cabral murió baleado. La solidaridad de los estudiantes de Santa Fe y Córdoba terminó con las muertes de Ramón Bello y Luis Blanco.
Una desconocida y masiva violencia popular, insurgente, democrática y antidictatorial se extendía por las principales ciudades de la Argentina, con epicentro en Córdoba. La ciudad fue ocupada por los manifestantes, que resistieron a los choques con la policía y el Ejército durante varios días. Barrios enteros se sumaron a la protesta. Hubo barricadas, francotiradores, sabotajes. El saldo fue de catorce muertos, muchos heridos y centenas de detenidos, entre ellos Agustín Tosco. El 29 de mayo, Vandor fue obligado a declarar una huelga nacional de la CGT oficial.
La revuelta popular fue bautizada como Cordobazo. Los principales dirigentes sindicales cordobeses, Tosco y Elpidio Torres, del Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor (SMATA), fueron sometidos a un tribunal de guerra y condenados a prisión. El general Alejandro Agustín Lanusse, encargado de la represión en Córdoba, emergía como sucesor garantizado de Onganía, más dispuesto a una solución política que su antecesor. Hubo cambios en el gobierno del régimen militar, sin que disminuyera la presión política.
Desde su exilio en Puerta de Hierro, Madrid, Juan Domingo Perón alentó la rebelión que lo tenía también como bandera, ya que numerosos jóvenes de la izquierda peronista luchaban por su regreso; entre ellos, los primeros núcleos de la futura guerrilla peronista que después sería conocida como Montoneros. La izquierda marxista proguerrillera de esos años, su más destacada expresión: el Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP), liderado por Mario Roberto Santucho, entendió que se inauguraba un nuevo período político definitivo. De alguna manera, el Cordobazo prenunció el comienzo del fin de la dictadura de Onganía. En 1970, como consecuencia de la onda expansiva del Cordobazo, Onganía fue depuesto por las Fuerzas Armadas, que designaron como presidente al general Roberto Levingston, quien permaneció en el poder durante nueve meses. En 1971, Lanusse asumió el poder. Su tarea, finalmente, sería negociar el regreso de Perón del exilio en condiciones que permitieran salvar la continuidad del atribulado capitalismo argentino.