El más conocido pintor colombiano del siglo XX, Fernando Botero caracterizó sus obras con la representación de figuras humanas obesas o redondeadas, en constantes referencias irónicas, paródicas y nostálgicas relativas a la historia del arte y a la vida política y social. Es visto por muchos como un representante del realismo mágico latinoamericano, con sus constantes referencias a monjas, curas, militares, prostíbulos, y a la vida en las aldeas, un mundo conocido, recordado y metaforizado. Empezó como ilustrador del suplemento literario del diario El Colombiano de Medellín y expuso individualmente por primera vez en 1951, en Bogotá. En los años 50, estudió en la Academia de San Fernando, en Madrid, y en la Academia de San Marcos, en Florencia, momento en el que se dedicó a las obras de Goya, Velázquez y de los maestros florentinos.
En el período en el que vivió en México, entre 1956 y 1957, recibió la influencia del movimiento muralista y, a partir de ahí, la vasta producción del artista fue marcada por su deliberada aversión al arte contemporáneo y por el gusto por la pintura clásica y por el arte popular, de tradición precolombina, ligado a un imaginario del período colonial y distante de los consagrados “ismos” –un arte peculiarmente provinciano, pero de alcance mundial–. En 1959 participó de la V Bienal de São Paulo y dos años después fue para Nueva York, donde trabajó por doce años, hasta que se mudó a París. En 1977 expuso por primera vez sus esculturas, en el Grand Palais de París. En 1979 se realizó una gran exposición de su obra en el Museo Hirshhorn de Washington. Desde esa época, decenas de otras muestras han sido presentadas en diversas partes del mundo, como esculturas en los Campos Elíseos, de París (1992), en la Quinta Avenida, de Nueva York (1993), o la exposición realizada en la Biblioteca Luis Angel Arango, de Bogotá (1993).