El Teatro Popular de Vanguardia (TPV), de Paraguay, nació del encuentro del mimo, músico y dramaturgo argentino Oscar Wespel con la actriz Natalia Zeman. En 1964,
el TPV estrenó su primer montaje, un espectáculo de pantomima basado en imágenes cotidianas con una gran carga de humor y reflexión, conducido por un imprevisible arlequín. En un principio, el público no comprendió la propuesta de un teatro de imágenes, en el que la mímica y el sonido tenían un valor preponderante; sin embargo, ello no impidió al TPV continuar con su proyecto. Así, ofreció a la audiencia los espectáculos Recital de farsas, El retablillo de Don Cristóbal (de Federico García Lorca), Píramo y Tisbe (fragmento de Sueño de una noche de verano, de William Shakespeare) y Juan Ene (de Wespel), entre otros.
A medida que crecía el repertorio del TPV, aumentaba también el número de integrantes. Wespel viajó a la Argentina, y delegó la dirección del grupo a Rudi Torga, que incorporó al repertorio piezas de autores nacionales como Julio Correa y Rivarola Matto, buscando así un teatro de mayor contenido social. Posteriormente, Antonio Pecci asumió la dirección del grupo e inició la formación de actores, desarrollando seminarios teórico-prácticos de actuación, expresión corporal, expresión oral, literatura dramática y dirección.
En 1971, el TPV participó en el Festival de Teatro de Manizalez, en Colombia, con el espectáculo musical Un puñado de tierra, primera pieza paraguaya en participar de un festival latinoamericano. De vuelta en Paraguay, el grupo realizó, con el Teatro Parroquial Virgen de la Merced, de Areguá –poblado próximo a Asunción–, una experiencia de montaje conjunto: Ñandeyara recové, creación colectiva sobre la vida de Cristo. Posteriormente, los dos grupos pusieron en escena El Montecalvo (de Jairo A. Nino), tragicomedia pacifista, y los espectáculos para niños Los grillos sordos (de Jayme Silva) y El queso y el salchichón (de Jorge Lillo). En 1978, el grupo se disolvió debido a la dictadura de Alfredo Stroessner.